El 'sorpasso' de los teatros de ópera / DANIEL ROSELL

El 'sorpasso' de los teatros de ópera / DANIEL ROSELL

Letra Clásica

El 'sorpasso' entre los teatros de ópera

El Teatro Real se impone al Liceo como referente de los espacios líricos gracias a un modelo de gestión menos dependiente del dinero público y a su canal de ‘streaming’

6 junio, 2020 00:10

Al principio del aislamiento forzoso, todos pensábamos en una hora cercana en la que volveríamos a nuestras vidas en el mismo punto donde las dejamos. Imaginábamos que, cuando llegara ese momento, nos concederíamos posiblemente un día de fiesta, cenaríamos en uno de nuestros bares o restaurantes favoritos e iríamos al cine, al teatro o a la ópera. Pero, poco a poco, hemos renunciado a esa fantasía del día de la liberación y la hemos sustituido por una nueva normalidad llena de incongruencias e incertidumbres que afectan de forma especial a la industria cultural.

Porque la crisis sanitaria –y también la económica, por supuesto- ha golpeado con dureza al universo creativo, que se nutre, en buena medida, de las experiencias en vivo. Su esencia –salvo la lectura, que propone una aproximación personal, casi íntima, al objeto cultural y que requiere, además, altas dosis de concentración– está ligada a la colectividad, a la vivencia en grupo. Sucede así cuando vamos a visitar una exposición en el museo, contemplar la obra de un artista en una galería, oír un concierto en una sala o un estadio, o asistir desde la butaca a una obra teatral o una función operística.

En este nuevo tablero de juego, el arte, la música y la literatura se ofrecieron gratis para acompañar a los ciudadanos en el encierro, brindándoles acaso una vía de escape, un entretenimiento para un tiempo inhóspito. Con un sentido de gesto excepcional, pero con una oferta amplia. Con muchos matices y límites, pero también con críticas. Porque esa acción aparentemente altruista y de cierta militancia cultural daba alas a la idea de gratuidad que, a la luz de los hechos, es el camino más directo a la insignificancia para todos aquellos que se dedican a la producción de contenidos.  

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El contratenor Franco Fagioli, en la ópera Aquiles en Esciso, que no llegó a estrenarse en el Teatro Real a causa de la Covid-19. JAVIER DEL REAL / TR

La mecánica, entonces, resultó simple: artistas, compañías e instituciones –públicas y privadas– volcaron sus creaciones en sus páginas web y en sus redes sociales. El fenómeno alcanzó también a la clase business, que desplegó una cuidada artillería fruto del interés de sus rectores, de una decisión empresarial estratégica y, sobre todo, del elevado presupuesto. Porque ese poderío económico les ha permitido, por lo general, contar con un equipo de profesionales dedicados a la elaboración de productos de calidad e interés para esos canales específicos.

Algo similar ha sucedido en la música. Los teatros de ópera –algunos denominados, con excesiva pompa, palacios– apostaron por mantener el vínculo con su público a través de las redes como una manera de seguir latiendo. El recurso más repetido ha consistido en sacar lustre al pasado: alumbrar archivos, hacer pedagogía con sus credenciales, mezclar la promoción con la creación artística. Seguramente por su historia y su prestigio, destaca, entre todos, la Ópera Estatal de Viena, que puso en circulación las joyas de su archivo a través de su plataforma de streaming

También hubo ofertas más atrevidas. La Staatsoper Unter den Linden de Berlín programó el pasado marzo una versión de Carmen dirigida por Daniel Barenboim, sin público, pero retransmitida en directo a través de la web de la radiotelevisión pública alemana. El seguimiento, según la compañía, fue tan amplio que la Staatsoper decidió repetir días después con Idomeneo. A última hora, la ópera berlinesa desistió porque las condiciones de trabajo eran incompatibles con las medidas de salud pública de Alemania. A partir de entonces, optó por abrir los títulos de su videoteca histórica.

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Vista del interior del Teatro Real, que ha reabierto sus puertas para presentar su temporada 2020-21 / EFE

A la vista de los hechos, la actual crisis ha desvelado hasta qué punto son sólidas las estrategias digitales de las grandes instituciones operísticas. Quién venía trabajando realmente desde tiempo atrás en ese carril, considerado entonces apenas un novedoso accesorio o, en todo caso, como una vía secundaria de promoción e ingresos, pero que hoy, a la vista de los hechos, resulta indispensable. Y, para tal fin, el esfuerzo ha sido importante: a la inversión económica hay que añadir la inmersión en una compleja maraña jurídica en torno a los derechos generados por el uso audiovisual.

En esa carrera ha tomado una importante ventaja el Teatro Real de Madrid, cuya plataforma online (www.myoperaplayer.com) puede competir abiertamente con las iniciativas similares propulsadas por la Metropolitan de Nueva York y la Ópera Estatal de Viena. En pleno auge del consumo en streaming, el canal My Opera Player ofrece una oferta con más de 40 títulos representados en el espacio lírico madrileño, junto a otros del Gran Teatro Nacional de China, en Beijing; el Teatro Colón de Buenos Aires, el Teatro Municipal de Santiago de Chile y el Liceo de Barcelona. 

Precisamente, el teatro lírico de la capital catalana ha apoyado buena parte de su actividad durante el periodo de confinamiento (#ElLiceuEnCasa) en la plataforma digital gestionada por el Teatro Real, donde podía accederse de forma gratuita a las funciones más exitosas de los últimos años. Como complemento, el Liceo también ha estado presente en el canal ARTE, en el servicio a la carta de TV3 –con la primera ópera de Benet Casablancas L’enigma di Lea– y en la cuenta de Youtube, que ofreció algunos títulos del ciclo El Petit Liceu.

No es extraño este dominio del canal de streaming del Teatro Real. Juega a su favor su carácter pionero. My Opera Player nació en noviembre de 2011 con el nombre comercial de Palco Digital y, muy oportunamente, se renovó en los meses finales de 2019 para dar cabida a un catálogo mayor, tanto de producciones propias como de otras instituciones asociadas. Asimismo, la firma de un acuerdo con RTVE permitió el acceso a su archivo musical, incluidas todas las óperas grabadas y retransmitidas desde la reapertura del espacio lírico madrileño en 1997. 

Este músculo permitió, además, a la plataforma liderada por el Teatro Real abrir sus contenidos en los días más duros la crisis sanitaria. Del 18 de marzo al 9 de mayo, My Opera Player sumó más de 52.000 usuarios registrados y más de cuatro millones de visualizaciones. De vuelta a la fórmula de pago, el canal incorporó producciones procedentes de la Ópera de París, la Royal Opera House, el Teatro Bolshoi, la Staatsoper Berlin, la Ópera de Zúrich y la Ópera de Baviera. Los precios oscilan entre el alquiler de un título, por 3,99 euros, y la suscripción anual, que alcanza los 79,99 euros.

Ese liderazgo del canal bajo demanda My Opera Player es, posiblemente, uno de los síntomas del vuelco sufrido en el panorama de los espacios líricos en España a partir de la irrupción en 1997 del Teatro Real, con un potente apoyo público –el Ministerio de Cultura, la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento de Madrid aportaron 14,6 millones en 2019 bajo la fórmula de fundación pública– pero, sobre todo, un fuerte círculo de mecenas y patrocinadores, que agrupa a casi cinco mil amigos y 110 empresas, siendo la institución cultural con más patrocinadores en España. Así, las ventas y los patrocinios casi cubren el 75% de su presupuesto, que ronda los 55,2 millones.

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Visión general del patio de butacas del Gran Teatro Liceo. PACO AMATE / GTL

En paralelo, los últimos años no han sido fáciles para el Liceo. La institución –de titularidad pública desde su reapertura en 1999, tras el incendio ocurrido cinco años antes–, acumuló una deuda cercana a los 16 millones, motivada por la caída en la venta de entradas y abonos y la retirada de las aportaciones públicas, especialmente de la Generalitat, que recortó las ayudas al teatro lírico en un 15% en el primer mandato de Artur Mas. A esta situación se le encontró salida con un préstamo por casi 12 millones que ha condicionado severamente en estos años el funcionamiento interno del teatro, incluidos despidos e importantes ajustes laborales.

Ese sorpasso quedó abrochado simbólicamente en 2013, cuando el Teatro Real contrató al entonces director artístico del Liceo, Joan Matabosch, para cubrir la vacante que había dejado Gérard Mortier. En Barcelona aterrizó Christina Scheppelmann, hasta ese momento responsable de programación de la ópera de Omán, quien encarriló unas programaciones que combinaban algunos títulos del gusto de los melómanos más exigentes con otros que sólo se justificaban por la necesidad de llenar el aforo y lograr el retorno a la normalidad financiera. 

En los últimos años, la salud económica del Liceo ha mejorado, a expensas de las consecuencias del estado de alarma y del impacto ocasionado por la cancelación de casi media temporada. Este agujero en la programación supone un duro golpe en su estrategia de equilibrar los ingresos propios y disminuir –al igual que el Teatro Real– la dependencia del dinero público que, en el último ejercicio, representó casi el 49% de un presupuesto de 45 millones, con todo muy por encima de otros espacios como Les Arts de Valencia, con 29 millones, y el Teatro de la Maestranza de Sevilla, con 8,6.

 

Opera4Un momento de la Carmen de Calixto Bieito, una de las óperas canceladas en el Liceu. A. BOFILL / GTL

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Como posible foco de atracción de ingresos privados aparece en el horizonte próximo del Liceo la declaración de acontecimiento de especial interés público por los 175 años de la inauguración del teatro barcelonés. Este beneficio excepcional, que celebra la apertura del espacio lírico el 4 de abril de 1847, será válido desde diciembre de 2020 hasta noviembre de 2023, y prevé incentivar más fuentes con desgravaciones que pueden llegar hasta el 90% de las aportaciones. Otro tanto sucede con el Teatro Real, que ha logrado las mismas ventajas fiscales para su programa de difusión. 

Por lo demás, las previsiones del Liceo señalan que los actuales ingresos por actividades artísticas llegarán a los 10,5 millones, lejos de los casi 17 logrados en la temporada 2018-2019 y de los 18 previstos para la actual 2019-2020. Todo ha ocurrido, además, en un momento en el que el número de abonados había logrado acercarse al nivel previo a la crisis de 2008, con un total de 17.220 fieles. No extraña, pues, la campaña iniciada por el teatro catalán para convertir a los abonados en mecenas, bien con la donación directa del importe no disfrutado, bien como pago a cuenta del abono de la 2020-2021. Como tercera y última opción, el reintegro del dinero. 

A la espera de la evolución de la crisis sanitaria, los teatros líricos comienzan a mover ficha. De forma tímida, el Liceo ya trabaja en la vuelta a la actividad con el programa estival y algunos avances para la temporada 2020-2021, como la elección de Don Giovanni de Mozart para abrir el nuevo ciclo operístico encargado a Víctor García Gomar. Más arrojado, el Teatro Real ha apostado por representar varias funciones de La Traviata desde el 1 de julio, al tiempo que desvelaba la nueva campaña al completo, con siete nuevas producciones y dos estrenos absolutos. Eso sí, el título inaugural, Un ballo in maschera, de Verdi, no era el que estaba previsto en un primer momento.