Letra Clásica
Santiago Fernández de Caleya: "El mundo editorial está lleno de charcos y precipicios"
El director de la editorial Turner, fundada por Manuel Arroyo Stephens, que ha rebasado el medio siglo, reflexiona sobre la situación del sector de la edición en español
4 enero, 2021 00:10Hace cincuenta años, Manuel Arroyo Stephens abandonaba el mundo de la empresa para fundar Turner, una editorial en la que deseaba publicar aquellos títulos que quería leer, pero que, en la España de entonces, eran imposibles encontrar. Turner se especializó desde el primer momento en los libros sobre arte, si bien en su catálogo también tiene una gran presencia el ensayo. El primer éxito llegó relativamente pronto: la publicación, por vez primera en castellano, de La forja de un rebelde, la trilogía de Arturo Barea. Arroyo Stephens falleció en agosto. Quince años antes dejó la editorial en manos de Santiago Fernández de Caleya, con quien repasamos el medio siglo de vida de Turner.
–En una ocasión, Manuel Arroyo Stephens le comentó a Félix de Azúa, hablando de su profesión como editor: “Leer y leer, sin orden ni concierto, editar por esto y para eso”. ¿Qué queda en Turner de este lema?
–Esta frase que citas resume absolutamente el saber hacer de Manolo en relación con el libro y también con la vida, porque él aplicó el mismo leitmotiv en un ámbito y en el otro. Manolo era una persona muy inteligente, con una capacidad analítica tremenda; muy formado en Humanidades, en el sentido más clásico de la palabra, y a la que le encantaba leer por conocimiento y disfrute. Esto le llevó por meandros insospechados y algo caprichosos. De hecho, podría decirse que publicó por capricho, es decir, publicó aquello que le gustaba leer a él, que, como te decía, era un lector y un relector empedernido.
De esta manera crea Turner un proyecto que tiene su origen en una pequeña librería. Para Manolo implicaba la posibilidad de editar los libros que le hubiera gustado encontrar en el mercado, pero que entonces no existían. Turner conserva algo de ese espíritu, pero no todo, puesto que la realidad económica y las circunstancias actuales te obligan a ser más cuidadoso, selectivo y menos caprichoso. Aunque esta actitud precavida tampoco te asegura que vayas a acertar. De todas formas, más allá del contexto, es indudable que Turner sigue siendo más o menos la misma editorial que dirigió Manolo durante más de treinta años, una editorial que puede publicar casi cualquier tipo de libro. Y, en efecto, en sus cincuenta años ha publicado libros de arte, ensayo, ediciones limitadas, miniaturas, facsímiles, revistas...
–Ahora se cuida mucho la estética y el formato de los libros. ¿Arroyo Stephens concibió el libro como objeto cuando nadie lo hacía?
–Es muy cierto. La atención estética que Manolo prestó a los libros de bibliófilo y a los libros de artista la trasladó a los títulos de gran tirada, a los comerciales, así como a los catálogos de exposiciones. Esta fue su entrada en México, donde la editorial ha tenido una actividad tan intensa en los últimos treinta y cinco años que a veces se la llega a considerar una editorial mexicana o, por lo menos, una editorial que está a ambos lados del océano.
–Arroyo Stephen publicó en su juventud un libelo titulado Contra los franceses. En una España habitualmente francófila, él miró hacia mundo anglosajón y, después, en dirección a América Latina.
–Las raíces familiares de Manolo eran inglesas y la educación que recibió era, por un lado, muy castiza y, por el otro, a través de su madre, una empedernida lectora, muy anglosajona. Siempre me llamó la atención que él estuviera fascinado por América y mirase a los países de habla hispana de igual a igual. Su mirada era horizontal. Al contrario de lo que hacen muchos en España, él nunca miró a América Latina por encima del hombro. Él tenía una enorme admiración por el talento que había al otro lado del Atlántico, tanto en el ámbito literario como en el artístico.
–He leído que el 40% de sus ventas provienen de México. ¿Es cierto?
–Más o menos. En términos generales, las ventas de Turner se dividen casi por igual entre España y México. Varían ligeramente cada año, pero suelen estar entre el 40% y el 60% de un lado o de otro. Luego, evidentemente, están otros mercados: los distintos países latinoamericanos y el mundo anglosajón, puesto que determinados libros de arte los publicamos en inglés. Pero son mercados menores con respecto al mexicano.
–¿Tras la crisis del 2008 el mercado latinoamericano adquirió mayor importancia por permitir compensar las pérdidas producidas en España?
–En parte, sí. A partir del 2010 en América Latina, excluyendo México, donde la actividad ya era intensa, se dispararon las ventas, sobre todo en Argentina, Perú, Chile y Uruguay, donde el consumo de libros de ensayo y no ficción es muy elevado.
–A través de la colección Noema, ustedes siempre han apostado por ensayo. ¿Nota un aumento en este género a partir del 2008?
–Sin lugar a dudas. Hemos visto un resurgir del ensayo. Y te diría aún más: creo que hemos sido benefactores de esto a través del fenómeno de La España vacía de Sergio del Molino. Tanto este libro como su autor han marcado un hito. Es muy curioso que se acuñe una frase para retratar una realidad tan tremenda tomándola del título de un libro. Hay que subrayar que el potencial del libro nace de la extraordinaria capacidad de Sergio para discurrir y reflexionar, convirtiéndose de un día para otro en un líder de opinión. El éxito de Sergio es muy merecido y es un orgullo haber contribuido en parte a conseguirlo. Pero, volviendo a lo que me preguntabas, el éxito de La España vacía se debe en gran medida al interés lector por la no ficción, pues es precisamente en este género de libros donde nos vemos reflejados y vemos descrita nuestra realidad.
–¿Y La forja de un rebelde?
–Sí, lo publicamos en 1977 y fue el primer superventas de Turner. El segundo fue La España vacía y el tercero Historia Mínima de Colombia. Puede sorprender, porque este título no tuvo enormes ventas en España, pero sí marcó un hito hace un par de años en Colombia porque se publicó en un momento muy concreto del país, a las puertas de unas elecciones y con el proceso de paz apenas finalizado.
–Arroyo Stephens decía que él nunca había jugado a la lotería del best seller. Sus best sellers no responden al modelo de superventas que solemos tener en mente.
–Totalmente. Lo que decía Manolo, de todas maneras, no es del todo cierto. Es decir: él nunca hubiera hecho un feo a un superventas. En todo fenómeno de este tipo hay dos elementos en juego: la suerte y la capacidad económica. Por el proceso de concentración editorial y por una especie de crisis permanente, el mercado de los best sellers es accesible solamente para aquellos grandes grupos editoriales que tienen la capacidad económica necesaria para pagar anticipos elevados por los superventas de cierta garantía, si bien el factor suerte juega un papel clave, pues ningún éxito está garantizado. Manolo publicaba lo que quería. Y si quería publicar un libro que era un best seller potencial, lo publicaba. Por esto señalaba antes su carácter algo caprichoso y, que, al mismo tiempo nunca hubiera hecho un feo a priori a un libro comercial.
–Turner la funda un humanista, pero con formación como economista.
–Manolo era un personaje muy complejo, muy inteligente y con muchas capas. No era camaleónico, porque no cambiaba, pero sí tenía un repertorio inmenso de distintos trajes. Él estudió para ser abogado y economista. Y durante muy poco tiempo se movió en el mundo de la empresa de la mano de un personaje, al que no le damos mucha relevancia, pero que fue clave para el desarrollo de Turner y de Manolo. Me refiero a Alfredo Sanjuán: él fue la mano derecha de Manolo en la gestión y administración de la editorial. Se conocieron porque compartieron mesa en el primer trabajo que tuvo Manolo al terminar la carrera en un estudio que gestionaba el patrimonio de una familia adinerada. Tras un año trabajando ahí se fueron y montaron Turner. Digo todo esto para explicar que Manolo era, como él mismo se definía, un tendero, alguien que estaba muy atento a los números. Era un gran gestor, algo imprescindible en el mundo editorial, que está lleno de charcos y de precipicios desde los que caer en el más profundo abismo.
–No hay que olvidar que una editorial es un negocio.
–Efectivamente. En el momento en que se olvida esto se está abocado al fracaso. Nos podemos emborrachar con muchas palabras bonitas en torno al acto de publicar. Pero toda editorial debe tener su sentido comercial o, por lo menos, tiene que ser viable, a menos que tus accionistas sean filántropos o que tu proyecto no tenga ánimo de lucro.
–Antes hablaba de la concentración editorial. Sin embargo, también hay que señalar que editoriales como Acantilado, Anagrama o Turner han demostrado un importante músculo editorial.
–Sin duda. El proceso de concentración es un hecho irrefutable, pero es también cierto que, en paralelo, hay actores secundarios que juegan un papel determinante. Me refiero a estos dos buques insignias de la edición, a los que admiro profundamente, como son Acantilado y Anagrama. Se trata de dos editoriales que son el reflejo de las personas que las fundaron. Acantilado, Anagrama y Turner son casos muy distintos, pero en los tres sus fundadores marcaron una determinada manera de entender la edición y, a pesar de los relevos, existe continuidad entre quienes las crearon y quienes han tomado el testigo. Es importante señalar esta continuidad, que nos dota de identidad, aunque esto no significa que no podamos ser víctimas de ese proceso de concentración, como sucedió con Salamandra, una editorial con un olfato literario impresionante gracias a su fundadora y editora. Lo difícil es mantener ese olfato cuando se entra a formar parte de esos universos concentrados de varios sellos.
–¿La concentración editorial es un riesgo, un temor o una certeza?
–No es cuestión de temor. Lo que digo es que si terminas siendo adquirido por un gran grupo es porque has hecho muy bien tu trabajo durante muchos años, has conseguido construir un sello con carácter propio y has hecho de tu editorial un sello con una cierta gravedad. Cuando un grupo se fija en una editorial mediana o pequeña es por estos factores: sabe que, con su adquisición, llenará un vacío que tiene y le permitirá agrandar su constelación, enriqueciéndola. Por tanto, no hablaría de temor, en todo caso hablaría de rivalidad. Siempre digo que, muy probablemente, no hay espacio más peleado que la mesa de novedades de una librería. Es el centímetro cuadrado más luchado y esto se debe a que el número de libros que se producen anualmente en España es superior a la cantidad de productos que puede tener el almacén de un supermercado cualquiera.
–Al este respecto, pienso en la editorial Errata Naturae, que decidió dejar de publicar libros durante algunos meses al año. ¿Es un ejemplo a seguir?
–A mí la decisión de Errata me parece rarísima y un ejercicio de economía planificada, propia de un ministerio del libro impreso en la Unión Soviética en el que se decide cuántos títulos hay que publicar, si más o menos. Nunca he entendido esto. El proceso de selección de un título está meditado y fragmentado, en cuanto somos muchas las editoriales que tomamos nuestras propias decisiones. Hay que publicar lo que se tiene que publicar. No es cuestión de cifras. Si los editores nos limitamos, le hacemos un flaco favor a la sociedad, puesto que dejaríamos de ofrecer un abanico lo más amplio posible de libros. Tenemos que ser selectivos porque la economía lo requiere. Para sobrevivir hay que publicar libros buenos y bien hechos.¿Se publica muchísimo? Sí, claro, pero no creo que haya que ponerle puertas al campo.
–¿Se trata de publicar más selectivamente?
–Ya lo hacemos. Quien no es selectivo, no sobrevive. Obviamente, nos equivocamos mucho, pero como no aciertes no sigues adelante. En el mundo editorial no tienes muchas oportunidades para equivocarte. Los grandes sellos, que a priori tienen mayor estómago para aguantar los problemas, tampoco disponen de muchas posibilidades: después de cinco catástrofes el editor está abocado a hacer fotocopias. Por tanto, no se trata de limitar el número de libros a priori, sino de hacer una selección meditada, condicionada por el propio mercado.
–¿Entre tanta publicación hay espacio para nichos nuevos?
–Siempre hay puertas abiertas. La industria del libro está enormemente fragmentada y llena de nichos, algunos de ellos todavía por descubrir. Por ejemplo: en España ha habido un despertar de libros sobre la naturaleza, que tienen una estupenda acogida. Nosotros publicamos hace un par de años Jardinosofía: Una historia filosófica de los jardines de Santiago Beruete; un libro de 700 páginas que requiere una cierta concentración en el lector y que, además, no es barato. A pesar de todo esto, hemos superado los 7.000 ejemplares vendidos.
–Turner ha publicado las biografías de Leonora Carrington y Alma Mahler, además de ensayos como Audacias femeninas ¿La recuperación de la obra de determinadas mujeres son un signo distintivo de Turner?
–Efectivamente, Turner siempre ha tenido cierta presencia en este ámbito, en parte gracias a Manolo. Él tenía en altísima estima a la mujer, de ahí su interés por publicar a mujeres o libros sobre ellas. Seguimos con esta línea. Entre Madrid y México somos 18 personas trabajando en Turner, y las mujeres representan el 75%. Que yo recuerde, siempre ha sido así. Llevo veintidós años en la empresa y los equipos fundamentalmente han sido femeninos. Y esto se ve en las distintas colecciones, tanto aquí como en México, donde publicamos obras que no siempre llegan aquí.
–¿Hay libros que solo tienen éxito en un país y no en el otro?
–Es un tema muy complicado. En Latinoamérica, los libros tienden a viajar mal. Dejando de lado Argentina y Uruguay, entre el resto de países –Colombia, México, Perú, Chile– no existe una buena comunicación y, por tanto, los títulos que funcionan en un país no lo hacen en otro. Los autores que triunfan en el conjunto de Latinoamérica son aquellos que han sido publicados por editoriales españolas y han tenido éxito antes en España. Hay títulos que nosotros solo publicamos en México porque no tendría sentido editarlos en España, pues no tienen público. En el caso de traerlos finalmente aquí, somos conscientes que su suerte será distinta a la que tuvieron al otro lado del Atlántico. Y al contrario. La España vacía es un libro que en América Latina tiene un recorrido menor que el que tuvo aquí.
–Quiero preguntarle por la colección Minor, donde están apostando, igual que otras editoriales, por el ensayo breve. ¿Lo que demanda el lector hoy es brevedad?
–En un comité editorial, hace algo más de cuatro años, Pilar Álvarez y otra persona más propusieron la idea de hacer una colección emparejada a Noema, pero cuyos libros fueran más manejables en extensión y funcionaran como llamada de atención. Una forma de decir: “Leed esto o a este autor”. Enfocamos Minor teniendo en cuenta el hecho de que la gente no solo tiene menos tiempo, sino que está inmersa en la cultura del tuit y la inmediatez. Por otro lado, queríamos ofrecer libros a precios más asequibles. Estas dos cuestiones están también detrás de la decisión de Anagrama de impulsar de nuevo su colección de Cuadernos. Otras editoriales también optan por formatos breves. De todas maneras, Turner es una editorial de largo aliento. Está muy bien tener la flexibilidad para aventurarse con nuevos formatos, pero lo que define a la editorial son los libros de peso, superiores a las 10.000 palabras que tienen los ensayos de la colección Minor.