Letra Clásica
Martín Caparrós: "Es insostenible la beatificación de sociedades precolombinas, de incas o aztecas"
El autor de Ñamérica asegura que la vinculación de España con el continente americano se debe sobre todo a los "migrantes" que viven en las ciudades españolas
20 septiembre, 2021 00:10Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957) representa toda la fuerza narrativa de la crónica, del periodismo, del análisis vivido. Autor de una extensa obra, en la que destaca el ensayo El Hambre, Caparrós se ha preguntado qué se entendía ahora por América Latina, y ha creado un vocablo propio que es el título de su último trabajo: Ñamérica (Random House), un recorrido por el continente que tiene como denominador común la lengua española, la única con la palabra Ñ. Caparrós señala en este entrevista con Letra Global cómo la política de la identidad lleva a una especie de alabanza continua del indigenismo: "Es insostenible la beatificación de sociedades precolombinas, de incas o aztecas", y cómo España ya no es el centro para la mayoría de países del continente. Caparrós, que vive en Madrid, pero ha vivido de forma periódica en Barcelona, ahonda también en la experiencia de Cataluña en los últimos años y se pregunta por los motivos que llevan a un revolucionario como Daniel Ortega a convertirse en un atutócrata.
--Pregunta: En el título de su libro coloca la Ñ, característica de la lengua española, para hablar de Latinoamérica. ¿Quién tiene más interés en esa relación, España o los países latinoamericanos?
--Respuesta: La verdad es que no se prestan mucho interés. Es una cuestión de las dos partes. Sí ocurrió en los años noventa, con las privatizaciones. Fueron empresas españolas que compraron buena parte del ahorro público, porque eso fueron las adquisiciones de empresas de telecomunicaciones, de ferrocarriles y tantas otras. La idea era que las empresas privadas funcionaban mejor, pero lo cierto es que las que compraban ¡eran públicas! Eso creó un resquemor. En todo caso, ahora, teniendo en cuenta que no circula mucho la cultura española, ni la música ni el cine, con excepciones que son fenómenos mundiales como la serie La casa de papel, la mayor fuente de presencia de lo español es el rebote de la migración. Son esos migrantes que se relacionan con sus familiares que reflejan lo español, que hablan de sus experiencias. Me parece que esa es ahora la mayor fuente de relación.
--España ha olvidado Latinoamérica, ¿ya no es referente?
--Hace 200 años que los españoles ya no están. La relación, en todo caso, depende de cada país. España tiene mayor contacto con los que fueron virreinatos, y en otros lugares la relación es más tenue. O existe un rechazo más grande, como ocurre en el Río de la Plata, donde lo español es una síntesis de barbarie y de oscuridad.
--Respecto a la edición de libros, de la difusión de la cultura escrita, el crítico literario Ignacio Echevarría señalaba que para un lector medio español los temas de escritores latinoamericanos parecen distantes, porque hay poco conocimiento mutuo. ¿Lo comparte?
--No lo acabo de compartir, aunque lo pueda sostener mi amigo Echevarría. Creo que la temática de los libros no es decisiva para empatizar o no con los escritores. Nadie lee a Mobby Dick porque tengas una relación con las ballenas, o con ese mundo.
--En todo caso, esa relación no funciona como debería funcionar, según los propios editores.
--Nos pasamos la vida protestando contra lo que debería ser y no es. Y cuando las cosas no son durante mucho tiempo como deberían ser, entonces es que no deben ser de ese modo. Lo que ocurre es que ahora hay mucha más circulación entre los distintos países. Los autores viajan más que sus obras, pero los libros también viajan. Creo que se está bastante al tanto de todo, aunque a veces no sepas lo que sucede a tu lado. Se ha allanado mucho, en todo caso, toda esa circulación.
--Pero se insiste, desde el campo de la crítica literaria, que esa relación es difícil, y que para un autor latinoamericano era mejor pasar por Madrid para poder ser más conocido y leído en otro país latinoamericano. Que para un autor de Lima pasar por Madrid o Barcelona era bueno para ser leído en Bogotá.
--Solía decirse eso por una razón económica, porque España ha monopolizado las editoriales. Pero en los últimos diez o quince años se han constituido muchas editoriales independientes, pequeñas, que se han armado en red, y que funcionan muy bien. Y que muestran, además, cierto orgullo. Creo, realmente, que los textos merecen viajar y que están viajando más.
--El editor que más apostó por ello, Claudio López Lamadrid, falleció con ese trabajo a medio camino. ¿Se sigue su apuesta?
--Más allá de la personalidad de Claudio, creo que se mantiene muy bien esa idea, y el catálogo de Random House lo demuesta.
--¿Prevé un cambio en la capital de la edición en lengua española, de Barcelona a México, por ejemplo, teniendo en cuenta la potencia de un país mucho más poblado que España?
--No lo sé. Se puede dar un proceso que, en realidad, es rotativo. En los años 40 se publicaba antes en Buenos Aires que en otras capitales. Y luego pasó a España, en Barcelona. Tal vez México sea el futuro, con una población de 125 millones de habitantes, que van a consumir más cultura, que acceden a más cosas. Pero no es una cuestión que me inquiete.
--En el libro, Ñamérica, usted constata una cuestión que choca teniendo en cuenta las dimensiones de Latinoamérica y la exuberancia de su naturaleza, y que es un territorio urbano. ¿Cómo se explica?
--Sí, es urbana, es la gran constatación. Al escribir y repensar qué era ahora América Latina fue una de las primeras cosas que me llamó la atención. La idea inicial es que es el territorio de la naturaleza apabullante. Era cierto hace 150 años, con una población rural. Pero más del 80% vive en ciudades. Otra cosa es pensar en lo que llamamos ciudades. No son el Eixample de Barcelona. Son caóticas, formadas por aluvión, por millones de personas que dejan sus zonas rurales, con violencia, y que sirven como mano de obra barata.
--¿Es un fracaso de las elites, que han promovido un modelo económico perverso?
--Las elites lo que hacen es aprovechar esos movimientos migratorios internos. Tienen una mano de obra más barata, que, por un lado, supone un menor coste de los servicios, pero por otro crea conflictos sociales muy fuertes.
--En el libro también incide en la idea de las drogas, en las guerras entre bandas, en los Narcos, que, además, ha servido para que Netflix rodara una serie que arroja una imagen negativa del continente.
--Esa imagen se crea por interés, en parte por interés político, pero también por interés comercial, porque la imagen del malo malísimo es atractiva. Pero también se ha producido por un trabajo periodístico que, pese a sus buenas intenciones, ha dejado de lado otras muchas cosas. Los mejores periodistas trabajan sobre temas relacionados con el comercio de las drogas y todos sus conflictos. Y parece que sea lo único que existe. Como miembro del jurado en un premio de textos periodísticos, hace dos años, recuerdo que de los diez finalistas nueve guardaban relación sobre la violencia. Es importante contar todo eso, pero no es lo único que sucede. Incluso en Caracas, con 60 homicidios por cada 100.000 habitantes, cuando en España es de 0,6, se puede explicar qué le pasa a todo el resto que no son asesinados. En eso fallamos, porque damos una imagen de un todo, que no lo es.
--¿Quién falla?
--Los creadores, todos, porque es más fácil levantar cualquier relato a partir de esas historias violentas y relacionadas con la droga.
--Latinoamérica vive, como en otras partes del mundo, un auge de las identidades, y hemos asistido a esas peticiones de López Obrador, en México, para que España pida perdón por sus acciones en el paso en el continente. Pero eso ha provocado un discurso contrario, como el del historiador Marcelo Gullo, que sostiene que los pueblos indígenas no eran angelitos y que España actuó como “liberadora” de esos pueblos.
--Yo no lo cuento como si fueran liberadores, pero lo que digo es que es insostenible la beatificación de las sociedades precolombinas, de incas o aztecas, que se comían, literalmente, a sus prisioneros. Eso explica que unos desarrapados extremeños tuvieran el apoyo de las poblaciones locales para acabar con los gobernantes indígenas. Se unieron a los españoles para romper la tiranía que sufrían, aunque lo que esos españoles crearon después, aunque distinto, fue parejamente cruel a lo que habían derribado. Pero lo que me parece temible es esa conversión de los precolombinos en ovejitas que pasean por los prados a los que el lobo se las comió. La Conquista fue un genocidio, por las terribles enfermedades que se produjeron y por la explotación laboral extrema. Pero lo uno no justifica lo otro.
--Lo que señala es que tras esos 200 años, no se puede responsabilizar más a los españoles.
--Son 200 años de estados nacionales. Es como si en España se dijera que todo es culpa de Fernando VII.
--¿Considera que ha hay un exceso de individualismo en América Latina, que falta una mayor implicación en lo público?
--No me lo parece. En el caso de Argentina, que conozco bien, hay una gran implicación en lo público, muy fuerte. Y de eso provienen muchos males, de hecho. Pero es cierto que es una implicación que no da los resultados buscados, y termina con el abandono. Es decir, América Latina es la región que más migrantes por habitante produce en el mundo. Y es un fenómeno muy nuevo, porque fue una región que se formó a través de cuatro grandes migraciones: hace 20.000 años, procedentes de Asia oriental, cruzaron por el estrecho de Bering; luego los españoles, en el siglo XVI; africanos forzados, como esclavos, en el XVI y XVII y europeos pobres a finales del XIX y principios del XX, que fue la emigración más numerosa. Se armó una mezcla única, una amalgama interesante. Pero en los últimos 40 años, la migración ha sido hacia fuera y es la constatación del fracaso colectivo. No se confía en solucionar las cosas con los más próximos y supone perder la confianza en lo colectivo. Desde México o desde Venezuela, por pura desesperación. Es un fracaso, pero no tanto por una idiosincrasia como pueblo, como porque no se ha conseguido lo que se intenta.
--'Ñamérica' muestra que, pese a todo, hay un denominador común
--Lo hay. Para empezar, el idioma es muy significativo. Hay 20 países con una misma lengua, con una historia, con una religión común. Eso produce efectos. Es la región con mayor proporción de católicos, aunque existe una guerra soterrada, entre católicos y evangélicos. Éstos últimos han conseguido progresos enormes. Por eso el Vaticano eligió a un Papa argentino, para intentar paliar ese fenómeno. El catolicismo se desplaza cada vez zonas más pobres, abandonada la religión por los más ricos.
--Tal vez ese auge de los evangélicos guarde relación con esa batalla entre lo colectivo y lo individual
--El evangelismo transformó la salvación del otro mundo en este mundo. Es la teología de la prosperidad. Si Dios te puede ayudar después, perfecto, pero te puede ayudar también ahora, para conseguir un trabajo, para que tus hijos estudien. Y no está intermediado por siglos de rituales y por la cercanía con el poder, algo que sí ha tenido la iglesia católica.
--El libro de Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina, ¿hasta qué punto ha distorsionado la visión del continente, hasta qué punto contentó a una izquierda que no ha sido exigente con los gobernantes de todos esos países?
--Si lo dice por situar en el exterior al culpable, fuera la Conquista de España o la influencia de Estados Unidos, está claro que se trata de lo que yo llamo la trampa nacionalista. La culpa de los males de uno la tienen los de fuera. El libro es un aparato muy eficiente para lograr ese efecto. Cuenta una región que ya no es como la explicaba Galeano. Es un memorial de agravios para lograr una reacción. Lo hizo muy bien en ese sentido, pero hay que pensar más cosas.
--El auge del indigenismo, lo vemos en México, en Brasil o en Bolivia, ¿puede diluir esos valores compartidos?
--A mí, en general, las políticas de la identidad me ponen triste. Hay que pensar en políticas para caminar hacia el futuro, no para saber de dónde venimos. Lo identitario es pensar en ese pasado. En el caso del indigenismo me inquieta que se pueda premiar lo más puro. A mí me gusta la mezcla y decir que éste o éste otro no es mezcla me molesta. Porque, además, supone privilegiar a unos sobre otros. Si eres un boliviano pobre, de origen indígena, ¿debes recibir más consideración que otros? Y eso está sucediendo.
--¿Puede España ir más allá de lo que hace, como voz de Latinoamérica en el seno de la Unión Europea?
--Ese planteamiento está cojo si se dice España y Latinoamérica. Existe una relación de España con Chile, o de España con México, pero no hay una unidad. Es un continente, que es más grande que España. Es lo que ocurre con el Premio Cervantes: un año es para un autor español, otro para un autor de Latinoamérica. Si empezamos con esa idea, no va a funcionar.
--Lo que usted plantea se deberá intentar, un cambio en esa mentalidad, por parte de España, principalmente.
--Sí, lo señala el mexicano Jordi Soler, que vive en Barcelona. Dice que si Latinoamérica no existiera, España sería como Polonia, un país de cerca de 50 millones de habitantes con un idioma que no habla nadie.
--Porque, ¿qué lengua tendremos en común en el futuro? ¿Qué idioma hablaremos la comunidad que habla hoy en español?
--No lo sé, se va mezclando en todo caso. Hace 25 años, con la irrupción de Internet, pensé que se produciría un big bang, que con las redes se unificaría el idioma de forma rápida. Y no pasó. Se seguía diciendo ‘ordenador, computador, computadora’….Pero lo pensé muy rápido. Porque ese proceso se ha ido produciendo. Hay chicos jóvenes en Madrid que utilizan palabras que las escucho en Buenos Aires, o en Bogotá. Son argentinas, colombianas, mexicanas. Y eso tiene que ver con la circulación de la cultura globalizada, con los youtubers, con la música, las series…Estos días pensaba, porque he tenido que decir en varias ocasiones mi DNI, que acaba en Z, que yo lo pronuncio con S. Y que, de hecho, de todos los hispanohablantes, sólo unos 25 o 30 millones pronuncian la Z. Ni el conjunto de los españoles lo hace. Y hay unos 500 millones de hispanohablantes. Lo curioso es que existe un canon, que te dice que la forma correcta es la Zeta. Espero que se produzca una mezcla.
--Usted, que ha vivido en Barcelona, ¿entiende lo que ha pasado en Cataluña en los últimos años, precisamente cuando se piensa que Cataluña ha estado muy ligada a los países latinoamericanos, a Cuba, por ejemplo.
--Desconfío mucho de los nacionalismos, porque se utilizan para disimular otras realidades. Y aquí una elite del Gobierno, que protagonizó los recortes sociales, se dio cuenta de que una forma de exculparse era avivar el nacionalismo. Y se han cumplido esas sospechas. Lo que no significa que cada pueblo quiera mantener su cultura y utilizarla. Como habitante esporádico de Barcelona lo lamento un poco, porque hubo épocas en las que había una mayor permeabilidad en el uso de las dos lenguas. No había el privilegio de una sobre otra. No entendí nunca que me hablaran en catalán, porque pensaba que si me hubieran hablado en español eso hubiera supuesto la superiodad del interlocutor, que podía hablar las dos lenguas. Y hubiera estado bien, porque yo no hablo catalán. Persistir en el catalán, en esas conversaciones, me parece un poco primario.
--Hay muchas historias en Ñamérica, pero hay una ahora que impacta mucho en países como España, y en una izquierda que se implicó mucho: el caso de Nicaragua y Daniel Ortega. ¿Cómo se pasa de la revolución sandinista al autoritarismo?
--Es la tentación de sí mismo, de los que no pueden imaginar que las cosas funcionen sin él. Su idea del mundo, de que hay que hacerlo todo entre todos, ha derivado en una autocracia. Me impresiona mucho. Es como escupir para arriba, porque si esos dirigentes carismáticos se hubieran retirado a su tiempo, serían respectados por sus pueblos. Pero son sujetos cada vez más oscuros. Lo que me contó mi amigo Sergio Ramírez, con quien colaboro en la fundación García Márquez, es que a Daniel Ortega sólo le interesa el poder. No le puedes ofrecer nada, porque sólo está obsesionado con el poder. Es patético y horrible, y no se sabe qué hacer en Nicaragua. Es inmune a la presión internacional.