Sello de Correos para conmemorar el 450 aniversario de la publicación de la 'Biblia del Oso' de Casiodoro de Reina

Sello de Correos para conmemorar el 450 aniversario de la publicación de la 'Biblia del Oso' de Casiodoro de Reina

Letra Clásica

Casiodoro de Reina o la seriedad de la vida

El religioso de San Isidoro del Campo culminó, en contra de los dogmatismos de su tiempo, la primera traducción de la Biblia hebrea al castellano del siglo XVI

5 diciembre, 2021 00:00

Fui el miércoles por la tarde, ya bien caída la tarde, a la sede de la Real Academia Española para escuchar a Félix de Azúa, que es miembro de la docta institución, y a Andreu Jaume, que yo creo que debería serlo, dado su trabajo tan meritorio como traductor, autor, editor y también como difusor ameno y riguroso (por ejemplo, en Letra Global) de los asuntos más altos y más serios de los libros y la música. Allí presentaban los dos, con la editora Pilar Álvarez, la nueva edición de la Biblia del Oso, la primera en veinte años, de la que tiempo atrás oí hablar con entusiasmo a Rafael Sánchez Ferlosio, elogiando esta primera traducción de las sagradas Escrituras directamente del hebreo y arameo al castellano, un precioso castellano renacentista. Se publicó en 1569, en Basilea, y apenas obtuvo difusión, por culpa de la persecución religiosa que sufrió su autor, Casiodoro de Reina.

A estas alturas quizá sea ocioso explicar por qué se llama “del Oso”: la imagen de un oso comiendo un panal que ilustra la cubierta remite a la imprenta de Samuel Biener, Apiarius, y quizá el carácter profano del motivo contribuiría a disimular el verdadero contenido del libro, en el caso de que se quisiera pasarlo de contrabando a España. Cuando oí a Ferlosio elogiarla la estuve buscando, pero estaba agotada. Ahora vuelve a publicarla Alfaguara, en cuatro tomos, con un estuche de cartón. El miércoles, como la editorial había instalado a la entrada de la RAE un tenderete, compré un ejemplar, que podré cotejar cómodamente con la versión de la Conferencia Episcopal, en un castellano eficiente y despojado, de muy cómoda y clara consulta, además, en la red. Me parece que va a ser la Biblia del Oso una lectura reconfortante para este invierno del que contadas cosas buenas cabe esperar.

AL38818 FRONTAL La biblia del oso TOMO I

Azúa, que es apóstol de esta Biblia, resumió la biografía dramática, la vida asombrosamente aventurera y novelesca del traductor: monje jerónimo de convicción clandestinamente luterana, tuvo que escapar de Sevilla para no arder como maldito hereje en la pira levantada por la Santa Inquisición donde perecieron varios compañeros de su convento. A él sólo pudieron quemarlo en efigie (parece que se vengó --aunque la autoría es incierta-- con Algunas artes de la Santa Inquisición española, libro de amplia circulación y traducido a varias lenguas y que parece que contribuyó no poco a la leyenda negra de Felipe II y la monarquía hispánica) y complicarle la vida mientras andaba por media Europa, escapando de los espías del Rey y de la intolerancia católica o calvinista instalándose y levantando el campo de  distintas ciudades de Flandes, Alemania e Inglaterra, traduciendo la Biblia (una tarea de doce años), ejerciendo el sacerdocio, cuidando de su familia numerosa y del negocio de tejedor y comerciante en telas que les daba sustento. “Un compañero de la RAE y yo estamos hablando de escribir una serie para Netflix”, bromeó Azúa.

En la Europa papista era herejía poner al alcance del vulgo, en traducciones a las lenguas romances, el Antiguo Testamento. Así es como “su obra, por desgracia”, dijo Andreu Jaume, “no ejerció casi ninguna influencia en su país, como hubiera sido su deseo y de acuerdo con su personal concepción de la fe, pero su valor, en cambio, no ha dejado de crecer con el tiempo”. Según Azúa descubrir la Biblia del Oso es tan placentero e interesante como leer una obra ignorada de Cervantes, y Andreu Jaume también sostiene, en el nuevo prólogo a esta edición, que “debería figurar,  junto al Quijote o el Cántico Espiritual, entre las obras más importantes de nuestro canon”. Citando a Steiner, dice que “la biblia hebrea es la que más interroga al hombre. Hay algo en esas obras que no queremos ver, quizá porque nos recuerda la terrible seriedad de la vida.”