En el número 68 de la calle Manso, justo en frente del renovado Mercat de Sant Antoni, se encuentra Casa Gallofré, un comercio fundado en 1914, año de inicio de la Primera Guerra Mundial y que, haciendo honor a este hecho, ha superado todas las batallas con las que se ha topado. Entrar en este establecimiento es como trasladarse al universo de Harry Potter, concretamente a la tienda de varitas de Ollivander. En su interior, paredes forradas de cajas perfectamente dispuestas, que dotan a este local de una atmósfera mágica, a falta de una música acorde con su estética. Algunos detalles delatan su larga trayectoria, como el tablón de nogal marcado por el tiempo y que, como el resto del mobiliario, tiene tantos años como la misma tienda.
En Casa Gallofré se puede encontrar todo tipo de ropa de andar por casa, como pijamas, camisetas de ropa interior, batines, bragas, calzoncillos o medias. En definitiva, una tipología de productos que todas las personas necesitan, antes o después en su vida. Este comercio aguanta estoicamente frente a la irrupción de las grandes firmas de ropa que venden los mismos productos a precios tirados, pero con un trato menos cercano y una calidad inferior.
Cuatro generaciones de resistencia
Este establecimiento lo fundan el 17 de enero de 1914 Miquel y Josep Gallofré, que son el segundo y tercer hijo de una familia de Salomó (Tarragona). La hermana mayor, soltera, se queda con la mayor parte de la herencia y a ellos dos únicamente les corresponde la legítima. Ante esta situación, deciden utilizar los pocos recursos que les tocan para mudarse a Barcelona y probar suerte con una propuesta comercial. Así es como fundan Casa Gallofré, exactamente en el mismo sitio en el que está ahora, en pleno corazón de Sant Antoni, un barrio que ha cambiado tanto como lo ha hecho la sociedad, ahora plenamente multicultural.
En un primer momento, durante los primeros años, buena parte de las cajas que visten las estanterías “estaban vacías”, explica Rosa Maria Gallofré, de la tercera generación, dado que los regentes no tenían tantos recursos “como para disponer de tanto género en la tienda”. A continuación llega el turno de Joan Gallofré y Maria Gallofré, de la segunda generación, y luego de Rosa Maria Gallofré y de su hija Georgina, tercera y cuarta generación, respectivamente. De este hecho se evidencia un elemento interesante, no premeditado, y es que en un primer momento los regentes eran todo hombres, mientras que luego pasaron a ser mujeres, “debido a que todo éramos hijas” las que quedaban para llevar el negocio, explica Rosa Maria.
De barrio, y de Lima
En este comercio conviven todo tipo de clientes, explican las actuales regentes, “aunque predomina la gente del barrio” tanto “jóvenes como más mayores” y de un perfil económico “medio”. Por otra parte, hay otro tipo de cliente “de comarcas”. Se trata de gente que viene, por ejemplo, de “Caldes de Montbui o Vall d’Aran”, pero también de Valencia. Rosa Maria Gallofré explica que también envían productos a Lima, capital de Perú, dado que allí “vive la madre de una chica que era clienta cuando residía en Barcelona”. En general, explican las regentes, se trata de un cliente que valora el “trato cercano” y al que ofrecen un “producto de calidad”.
Por otra parte, en 108 años de historia, numerosas personas ciertamente conocidas en sus respectivos ámbitos se han acercado hasta Casa Gallofré para testar alguno de sus productos. Es el caso del escritor Quim Monzó, del exmeteorólogo de TV3, Alfred Picó o de la segunda vedette del Teatro Victoria, Lita Claver, La Maña.
Cierre tras cierre
Tras la irrupción de la pandemia de coronavirus en 2020 y el consiguiente confinamiento, fueron muchos los comercios que debieron cerrar sus puertas durante varios meses, a la espera de que la situación epidemiológica mejorase. Es el caso de Casa Gallofré, que cerró sus puertas con los batines de invierno en los mostradores y las volvió a reabrir en época de ponerse los bañadores. Esta situación ha impactado directamente en las cuentas de este negocio, que aún no se ha “recuperado del golpe”. Las actuales regentes explican que cuando la gente pudo volver a salir a la calle en junio de 2020 “hubo varias semanas de ventas fuertes” porque la ciudadanía “tenía ganas de comprar” tras varios meses de tiempo, largo y tedioso, para vaciar armarios y ser conscientes de que hacía falta un cambio de vestuario.
Sin embargo, desde ese momento la situación ha ido a peor: “Se resiste como podemos”. Tras el confinamiento total vinieron los cierres todos los sábados durante enero, febrero y marzo de 2021, “en un día que es de ventas fuertes”. A pesar de todo, denuncian: “No hemos recibido ninguna ayuda, está costando mucho remontar”.
Productos que no llegan y precios disparados
Con la más reciente crisis de suministros y de precios, Casa Gallofré se ha tenido que enfrentar a otra contienda, ya que hay “muchos productos que no llegan”, sea porque el “fabricante no los produce” o porque las mercancías “están varadas en un barco en medio del mar”. Esta situación se deriva en que a veces van clientes y no encuentran existencias de los artículos que necesitan”, lo que “supone una pérdida de dinero”, relata Georgina.
El otro frente de batalla es el auge de los precios que, de momento, no se ha trasladado a los clientes. En Casa Gallofré hacen los pedidos de la temporada de invierno en verano y los de verano, en invierno. Por tanto, es ahora cuando han empezado a "recibir las cartas en las que se informa de las subidas de precios” por parte de los fabricantes y distribuidores, explica Rosa Maria Gallofré. A pesar de que las piedras abundan en el camino, Gallofré tiene entre ceja y ceja resistir, caiga quien caiga, pase lo que pase. Todo con el objetivo de contribuir a mantener la esencia de Sant Antoni, como un estandarte más de todos los comercios históricos que pueblan las calles de Barcelona, que luchan en su guerra, la de la supervivencia.