En el número 2 de la calle del Call y a escasos tres minutos de la plaza Sant Jaume se encuentra la Sombrerería Obach, un establecimiento centenario que es un paraíso para aquellos que entienden el arte de cubrirse la cabeza de forma estilosa. Al entrar en este comercio, uno se traslada directamente al año 1924, momento en el que abrió sus puertas, dado que el decorado se mantiene prácticamente intacto. El elemento más antiguo, más incluso que la propia tienda, es la mesa de nogal ubicada en el centro del local, y en la que los clientes y el vendedor intercambian criterios sobre los productos: "Tendrá cerca de 200 años", explica Toni Obach, la tercer generación de regentes.
La riqueza de Obach se encuentra en que ha sobrevivido todas las épocas en las que su principal valedor, el sombrero, ha caído en desgracia, o, por el contrario, ha tenido mayor éxito. Toni Obach explica como en los años 60 ganó peso el sinsombrerismo, una moda en la que la gente dejó de portar estos complementos. La razón, explica, era porque esta prenda “se asociaba con las derechas y el Franquismo”, mientras que el gorro era un “emblema de la clase obrera”. A pesar de todo, y de la renovación constante que ha sido necesaria para adaptarse a los nuevos tiempos, la Sombrerería Obach sigue en plena forma, con clientes que no paran de entrar y llevarse algún producto.
Por ser cabezón
La historia de este negocio se remonta a 1924, en el municipio de Tiurana, donde vivía Josep Obach, el fundador. Este señor tenía el problema de que “al parecer tenía la cabeza muy grande”, explica Toni, que es su nieto. Ante esta situación y por la imposibilidad de encontrar un producto que se adaptara a él, decide mudarse a Barcelona y abrir su propia tienda de sombreros, en un momento en el que esta pieza estaba en pleno apogeo. Un ejemplo claro de ello es que “para ir al Liceu era necesario portarlo” y además se asociaba con una clase social distinguida. Tras el retiro del primer Obach, la tienda pasará de generación en generación, hasta llegar a la actualidad.
Durante la Guerra Civil, la tienda funciona de forma más o menos normal hasta que ya se produce la entrada de las tropas franquistas en el año 1939. En este contexto bélico, la familia Obach decide refugiarse en Tiurana, para huir de los bombardeos sobre Barcelona, de forma que se queda al mando del negocio un único dependiente. Toni Obach explica que el empleado dormía dentro del local, “debajo de la mesa central, por si debido a los bombardeos caía algún mueble o restos de paredes”. Sin embargo, sentencia, “si se hubiera caído el edificio, de poco habría servido esta estrategia”. Durante la posguerra todo funciona de una forma “más o menos normal”. No es hasta el año 1985 cuando el riesgo de derrumbe del edificio obliga a trasladar la tienda al número 49 de la calle Ferran. Tras hacer obras de calado, la Sombrerería vuelve a su emplazamiento original, donde sigue hoy.
Rótulos en apuros
La Guerra Civil no pudo con la Sombrerería Obach, tampoco lo hicieron las sucesivas crisis económicas que han tenido lugar en cerca de un siglo. Sin embargo, este negocio si que tiene un rival de altura, que son los camiones de la basura del Ayuntamiento de Barcelona, dado que al pasar por esta calle tan estrecha "rozan con los rótulos de madera originales, y los rascan”. Se trata de un hecho que sucede de forma asidua, dado que la última vez “fue hace unas semanas”, explica Toni Obach. Ya son tantas las ocasiones en que se ha tenido que llamar al carpintero especializado que cuando viene a reconstruir el rótulo ya le dice “Toni, ¿no te cansas de que venga tanto?”. De hecho, aún se pueden ver claramente las últimas consecuencias del último ataque, que lucen como los disparos en la bóveda del Congreso de los Diputados.
Toni Obach explica que su hermano Ramon, cansado de que cada dos por tres les rompieran parte de su tesoro, cuando oía que llegaba el camión, salía a la calle y, con señas y gritos, “les indicaba que se alejaran de nuestra pared”. Sin embargo, algunos operarios ya conocen esta situación “y ya pasan por la calle con precaución”. Toni confirma que ahora mismo tiene puesta una reclamación ante el consistorio para que les repare los “rasguños del último incidente”.
Fellini o Ventura Pons
Los 98 años de historia que tiene este templo de los sombreros dan para muchas anécdotas que contar. Una de ellas es que Federico Fellini, director de cine con cuatros premios Óscar en su haber, “entró para comprarse una barretina”. No ha sido la única persona conocida que se ha acercado hasta la calle del Call. También lo hizo Ventura Pons, que en 1992 grabó la película Aquesta nit o mai, inspirada en el El Sueño de una noche de verano de Shakespeare. Durante el rodaje se tomaron imágenes desde el piso superior, en el que “vivía mi tía, aunque con los muebles originales que compraron mis abuelos en su día” y también de la fachada del edificio.
En cuanto al resto de clientes, Toni detalla que tienen un perfil muy trasversal, “de todas las edades y perfiles económicos, turistas y nacionales”. Por otra parte, hay un tipo de cliente que viene porque su “su abuelo compraba aquí sus sombreros, pero ellos no habían entrado nunca y finalmente se deciden”. Se trata de un perfil profundamente apelado por los sentimientos y la emotividad.
Falta de tejidos
Como todos los comercios, Obach nota la crisis de suministros, dado que “hay fabricantes a los que les faltan tejidos”, por lo que “no pueden producir todo tipo de sombreros”. En una situación normal, explica Toni, ya tendría hecho todo el pedido para la temporada de verano, "pero no es así”. En cuanto al aumento de precios generalizado, el actual tendero no ha tenido que trasladarlo a los clientes. Además, “tenemos la suerte de que contamos con productos de todos tipo de forma que, al final, el comprador elige el que mejor le convenga a su bolsillo”.
Durante el confinamiento de marzo de 2020, el negocio cerró sus puertas y no fue hasta que se permitió “mínimamente” salir a la calle “que yo vine a limpiar y a mirar que no nos hubieran okupado el local”. Cuando ya se pudo reabrir al público, "lo hicimos", detalla Toni. La situación, a pesar de que se pudo llevar “más o menos bien” le obligó a poner a Pol, "mi hijo, el futuro del negocio, en un ERTE”. Superadas todas las eventualidades, la Sombrerería Obach sigue abierta, recibiendo a los clientes que entran sin parar, a los que ofrece sombreros y gorros para todos los gustos y, lo más importante, fieles a las modas imperantes.