Una ciudad con calles rebosantes de historia y que, a cada paso, es capaz de sorprender con un monumento. Sí, esa es Tarragona que, sin duda, mantiene a sus visitantes en un estado permanente de admiración, pues desde su origen ha sido bendecida con infinidad de atractivos.

Pero si solo se cuenta con un día para conocerla, se puede tener éxito en esta misión ciñéndose a estas visitas esenciales. Si luego sobra tiempo, siempre se puede añadir extras a esta excursión de tan solo 24 horas. Pero que no falte el núcleo duro de la citada ciudad catalana, ¿qué hay que descubrir en esta zona?

Santa Tecla

La Catedral comenzó a edificarse en el siglo XII en estilo románico, pero su construcción, como suele ocurrir, se alargó tanto que también le llegó la influencia del gótico. Pero lo que más llama la atención del visitante es que se halla ante una obra inacabada, pues la peste negra sobrevino y no se pudo finalizar. ¿Qué es lo que falta exactamente? Cinco pináculos, cuya ausencia no pasa inadvertida.

Otro detalle reside en una de sus paredes, que en su día formó parte de un templo romano, pues en la ciudad vivió el emperador Augusto entre el año 27 y el 25 a. C. No en vano, el emplazamiento ha estado muy disputado en los últimos siglos, pues en esta colina se levantó un templo imperial romano, una construcción de rezo visigótica y una mezquita árabe. Toda una procesión de monumentos que, sin duda, interesará a cualquier persona.

Tarraco y el anfiteatro romano

Tarragona fue una importante provincia romana. Los turistas pueden satisfacer su curiosidad sobre cómo era la ciudad en aquellos tiempos visitando una impresionante maqueta que recrea la Tarraco romana. No le falta detalle y permite indagar cada recodo de la Tarragona del siglo II, cuando estaba en pleno apogeo.

Anfiteatro de Tarragona / Pixabay

Por todos es sabido que la cultura romana era muy hedonista y amante de la diversión. Por supuesto, en Tarraco no faltaba el lugar para aprovechar los momentos de ocio: un anfiteatro con capacidad para unos 14.000 espectadores. En él se celebraban luchas de gladiadores con fieras, pero también ha sido testigo de horrorosas ejecuciones, como la del obispo Fructuoso y sus diáconos Augurio y Eulogio, que murieron quemados en el año 259. En cualquier caso, la belleza de este recinto es incuestionable.

Circo y Torre de Pretorio

Otro buen ejemplo de la impronta romana de la ciudad es esta construcción cuyo cometido también era divertir a los ciudadanos, pero esta vez con carreras de caballos y cuadrigas. El circo data del siglo I y durante 300 años acogió esta clase de eventos, a los que tan aficionados eran los vecinos de Tarraco. Con un aforo para 25.000 personas, es también uno de los circos mejor conservados de Occidente. Sin duda, el hecho de contar con esta construcción demuestra lo próspera que era la ciudad en tiempos de los romanos.

Otro monumento que sale al paso de los turistas es la Torre del Pretorio, también de un inequívoco origen romano. Los reyes de Aragón lo convirtieron en palacio, pero también albergó una cárcel. En definitiva, dos destinos muy dispares para un monumento que merece toda la atención. Lamentablemente, podría conservarse en mejor estado si no fuera porque, durante la ocupación francesa, las tropas galas tuvieron la “gentileza” de destruirla antes de emprender la huida.

Paseo arqueológico y Plaça del Fòrum

Se trata de un paseo peatonal de un kilómetro de extensión que discurre de manera paralela a las antiguas murallas romanas, del s.II, aunque fueron reforzadas durante el Medievo. Caminar por este tramo supone ver en primera persona torres medievales, cañones, diversas esculturas y floridos jardines. Todo un placer que hace sentir a los visitantes en la piel de un ciudadano de antaño, recorriendo los dominios de su ciudad.

Los vestigios romanos también resisten en la plaça del Fórum. En concreto, un muro de época romana que afloró a principios del siglo XX, tras derribar en la zona varios edificios. Actualmente, es una animada plaza donde se puede comer algo mientras se hace un alto en el camino para recuperar fuerzas.