Lutero
García Cárcel analiza la repercusión en España del quinto centenario de la Reforma protestante
21 agosto, 2017 00:00El 31 de octubre de 1517 el fraile agustino Martín Lutero expuso sus famosas 95 tesis en la puerta de la Iglesia-castillo de Wittemberg. Se cumple, pues, ahora, el quinto centenario de los orígenes de la Reforma protestante y Lutero se ha convertido, este año 2017, en objeto de infinidad de encuentros, coloquios, y conferencias sobre su figura. El último gran congreso previsto en nuestro país es el de Burgos, que organizará esta universidad, bajo la dirección de Cristina Borreguero, en el mes de noviembre, con el valor añadido de conmemorar también el nacimiento de Francisco de Enzinas, un gran humanista luterano burgalés, autor de la primera traducción castellana impresa del Nuevo Testamento. Ciertamente, es curiosa tanta atención en España a la figura de Lutero cuando el luteranismo desde mediados del siglo XVI hasta la democracia actual ha estado estigmatizado en nuestro país con tan solo un período (1837-1874) en que el luteranismo se desperezó con la venta de Biblias por George Borrow, la edición de textos protestantes que llevaron a cabo Luis Usoz del Río y Benjamín Wiffen o el libro del liberal Adolfo de Castro (Historia de los protestantes españoles y su persecución por Felipe II), de clara tendencia proprotestante. El franquismo persiguió duramente las comunidades protestantes y el luteranismo español ha sido hasta el momento presente un fenómeno minoritario en el marco del nacionalcatolicismo hegemónico.
La pregunta que cabe hacerse es ¿por qué esta demanda en el mercado español de Lutero actualmente? ¿Por qué se le da tanta trascendencia a su centenario? Digamos, de entrada, que, afortunadamente, parece superada la polarización ideológica que ha sufrido históricamente Lutero por parte de católicos y protestantes. El catolicismo militante del siglo XVI hasta el siglo XX hizo estragos del personaje calificándolo de infame y diabólico. El papa León X lo excomulgó en 1521. Johann Cochlaeus llevó a cabo su primera gran biografía publicada en 1546 en que se tildaba al fraile agustino de “archihereje” cuyo nombre “es más odioso que el del traidor Judas o el del mismo diablo”. En España, Tomás Maluenda, Domingo de Valtanás, Gonzalo de Yllescas... reiterarán imágenes siniestras de Lutero (rebelde, libidinoso...) que, muchas veces. se acompañan de contraimágenes (antítesis barrocas) del mismo, contraponiéndolo a Hernán Cortés, Ignacio de Loyola o Teresa de Jesús. En el siglo XIX, la historiografía católica con el dominico Denifle a la cabeza relanzó la ofensiva descalificadora del fraile mezclándola con una singular psicohistoria que le adjudicaba a Lutero todos los complejos de las obras completas de Freud. Obviamente, el luteranismo confesional, desde la otra orilla, ha glosado al personaje como el nuevo Elías, el profeta Daniel, el nuevo Juan Bautista, el hombre de Dios, el apóstol Pablo, David contra Goliat, Moisés... desde sus primeros seguidores hasta la historiografía protestante del siglo XX.
Polarización superada
Hoy esta polarización parece superada. La voluntad de aproximación y entendimiento de ambas partes es muy explícita. Algunos la han atribuido al papa Francisco. No es cierto. El fenómeno tiene mucho más recorrido, aunque haya encontrado su símbolo expresivo en este centenario. El ecumenismo se abrió con el Concilio Vaticano II. Pablo VI se llegó a plantear la revocación de la excomunión de Lutero que propusieron cardenales como Michaelis o Willebrands. El papa Juan Pablo II visitó Maguncia en 1980 con un Encuentro con el Consejo de la Iglesia Evangélica luterana en el que lamentó que en 1530 en la llamada Confessio Augustana no hubiera podido llegarse a una síntesis teológica. En la década de los ochenta y a caballo del centenario del nacimiento de Lutero hubo una nueva ofensiva de reencuentro católico-protestante (congresos de Nuremberg y Leipzig). La unificación alemana fue, un buen telón de fondo al abrazo del Berlín protestante y de la Viena de los Habsburgo católicos.
La excelente edición que llevó a cabo Teófanes Egido, catedrático de historia moderna y carmelita, de las obras de Lutero en España (Sígueme, Salamanca, 1977) es un buen ejemplo de la ya lejana voluntad de apertura por parte de la Iglesia católica. En este momento histórico que vivimos de diálogo ecuménico y vocación de reconciliación, conviene, en cualquier caso, tener bien presente aspectos que no pueden olvidarse como el profundo antisemitismo de Lutero, que, significativamente, fue considerado por el nazismo como referente fundamental o las heridas sangrantes que la Contrarreforma católica, con el aparato inquisitorial a la cabeza, causaron en el movimiento luterano. Hasta que murió Lutero en 1546 hubo intentos esperanzados de reencuentro de católicos y protestantes. La irrupción de Calvino en el lado protestante y del Concilio de Trento en el lado católico ahogaron todos los intentos de entendimiento. Hoy, la necesidad de un frente común cristiano frente al desbocado Islam y la propia crisis del ámbito católico que obliga a replantearse alternativas de acercamiento al protestantismo (la frontera principal la sigue marcando el celibato eclesiástico), abre nuevos horizontes de imprevisible futuro.