Los maestros de 'energía' de Jordi Pujol
Pujol defendió en su libro de juventud, ahora reeditado, la "energía" de autores como Péguy, Steinbeck, D'Annunzio o Hamsun
11 febrero, 2023 20:12Un estudio sobre “los hombres que en la literatura y la filosofía han conducido a la moderna reacción espiritualista y antimediocre”. Una lista, que desea confeccionar el joven Jordi Pujol, formada por Bergson y Péguy, pero también por Boutroux, Antonie de Saint Exupéry, Maxence Van der Meersch, Malraux, Nikos Kazantzakis –primordial para el nacionalismo de Pujol, junto a Péguy—Nâzim Hikmet, Knut Hamsum, Ernst Jünger, Fallada, Brecht y tres norteamericanos: Faulkner, Steinbeck y Hemingway. Se añade, como contrapunto, a Sinclair Lewis. Y otros dos nombres, que en la redacción de definitiva de Pujol desaparecen: Gabriele D’Annunzio y Ezra Pound. Esos dos “pueden sonar mal”, por su connotación claramente fascista, el primero claramente asociado a Mussolini. Son, en todo caso, los maestros de “energía” que un joven Pujol destaca para que sean referentes de una nueva generación de catalanes que puedan reconstruir todo lo que se ha perdido con la Guerra Civil.
Acción, energía, combate, lucha contra la mediocridad. Pueblo, país y comunidad. Son conceptos, verbos, sustantivos que Jordi Pujol ha utilizado de forma constante a lo largo de su carrera política. Pero que forman la base de su pensamiento intelectual, y que definen una forma de entender el mundo, que engarza con el nacionalismo, desde el punto de vista político, pero que va más allá, al entender que el progreso en un territorio sólo se puede producir con la unión, el esfuerzo y la fe por parte de un grupo cohesionado. Y eso sólo lo pueden proporcionar los maestros de “energía”, como él mismo señalaba en su libro de juventud, escrito en prisión, Des dels turons a l’altra banda del riu, reeditado ahora, --se publicó en 1978-- después de haber desaparecido durante décadas de librerías e incluso de librerías de viejo, por Comanegra, convencido el último Pujol, el de 93 años que desea ser redimido por la sociedad catalana, que debía ser recuperado.
“Energía es una palabra importante, fuerte, contundente, que define muchas cosas, es necesaria”, aseguró Pujol esta semana en la presenteción de la reedición del libro, en la librería Ona, con el auditorio lleno hasta la bandera, repleto de ex dirigentes de Convergència, de amigos y familiares, de ciudadanos que no se resignan a perder a quien fue su gran referente durante los últimos 50 años en Cataluña. Aunque se pudieron destacar algunas frases, para buscar la conexión con el presente, Pujol incidió en lo que había escrito en el propio libro, con una idea que machacó, pese a sus dificultades –tras el ictus que sufrió hace unos pocos meses—con fruición.
Contrapuso Pujol una generación que se adaptó en Catalunya, tras la Guerra Civil, y que se acomodó en un oasis particular. Habló de “catalanes franquistas”, de los algodoneros, --con Domingo Valls Taberner a la cabeza—que siguieron adelante, una burguesía que supo aprovechar el régimen franquista. Y reiteró que tampoco a ellos, ni a las generaciones que subían, como la suya –Pujol nació en 1930—la nueva situación surgida tras la Guerra Civil les podía satisfacer. “Todos perdimos, no fue bien para nadie”, señaló.
Y la reacción ante aquel desastre, ante una sociedad –la que estaba más arriba, y la que se arrogaba ser la clase media—que no pretendía cambiar nada, o muy poca cosa, Pujol reclama que se tenga en cuenta a los maestros de “energía”, escritores e intelectuales que, en su mayoría, se pueden encuadrar en un nacionalismo conservador, cercanos al autoritarismo, o, directamente, fascistas.
Pujol lo explica, en el escrito Carta al senyor X. El ensayista y crítico literario Joan Safont ha escrito un profundo y clarificador prólogo –además de ser el cuidador del libro de Pujol recuperado ahora—que da cuenta del contexto. Ese senyor X es Ramon Fuster i Rabés, pedagogo, que en 1956 había fundado con Maria Rosa Fàbregas la escuela Tagore y que sería uno de los impulsores de Cavall Fort, apoyado por Pujol desde el primer momento. Era el corrector de los textos de Pujol y el hombre, como apunta Safont, que “sabía quién había escrito el texto “Us presentem el general Franco”, motivo por el que Pujol fue detenido, juzgado y condenado a prisión.
En el escrito, Pujol cuenta a Ramon Fuster su voluntad de relacionar una serie de nombres que deben servir como palanca para el cambio. Y no duda en aceptar los inconvenientes que presentan. Desde Péguy, recomendado desde el primer momento por su maestro Raimon Galí, nacionalista con espíritu militar, hasta D’Annunzio.
Pero, ¿por qué? Pujol discrepa, aunque sabe que lo podrán acusar de fascista, --no es algo nuevo para él, formado en la Escuela alemana en Barcelona—porque lo que quiere destacar es una especie de optimismo de la voluntad que sirva para recuperar lo perdido. Eso explica, en gran medida, su animadversión histórica hacia los intelectuales de izquierda. En un momento de su escrito, señala que quiere ser “un hombre, no un intelectual”. Y eso, en todo caso, enlaza con autores que piden coraje, actitud, acción, en el contexto de la Europa del primer tercio del siglo XX.
Una de las corrientes más atacadas es el Malthusiansimo, porque propone algo “triste”, “pesimista”, de alguna forma determinista, al señalar que el aumento de población no se podrá cubrir con la producción, y que habrá que reducir las posibilidaes, entre ellas resignarse a tener menos hijos. Como reacción personal, Pujol se propuso tener una familia numerosa, con sus siete hijos. En prisión, ya tenía los dos mayores, Jordi y Marta.
Safont recupera textos y cartas que permiten leer la totalidad del libro primigenio de Pujol. Porque lo que no quiso explicar al pedagogo Ramon Fuster, ese señor X, se ha podido cotejar posteriormente. En el prólogo de la edición de 1978, el mismo Pujol señalaba que el libro estaba “desfasado” y que por “prudencia”, tal vez, no lo debía publicar. El hecho es que, tras salir de la cárcel de Torrero, en Zaragoza, en noviembre de 1962, y del confinamiento en Girona, en agosto de 1963, Pujol envió copias de sus escritos a diversas personas, como Josep Benet. También a Maurici Serrahima. Pujol recuerda que las envió también a su amigo Joan Reventós –su adversario político al frente del PSC en las primeras elecciones autonómicas en 1980—y que éste sentenció: “Debes de estar muy mal para escribir una cosa así”.
Ahora, con la intención –por parte de sus hijos y de sus más estrechos colaboradores—de que Pujol recupere una cierta imagen pública, la publicación del libro constata lo que ha movido siempre al ex presidente de la Generalitat y padre espiritual del moderno nacionalismo catalán.
Ecos en las mentes catalanas
Toma de todos esos autores lo que le interesa, a pesar de los prejuicios, o de las claras posiciones políticas que tomaron algunos de ellos. De Steinbeck le gusta la fuerza de Tom Joad, del protagonista de Las uvas de la ira, de alguien que, pese a todas las contrariedades, sigue adelante. De Faulkner, del universo del condado de Yorknapatawpha le apasiona la fuerza del sur de Estados Unidos:
“Ningú que conegui una mica de prop el que fou la guerra de Seccessió no podrà deixar de treure’s el barret davant la gesta del Sud, davant l’heroisme del Sud –encara més davant la grandesa moral del Sud. (…) “Davant l’espectacle de la derrota d’un gran poble. D’un poble que fou gran en la derrota. D’una derrota sota el signe de la grandesa. I sota el signe, també, de l’honor”. Pujol sabe –y él se pronuncia en contra—qué supone ese ‘Sud’, la forma de vivir y la producción esclavista. Pero reclama “el honor” y la fuerza.
Al margen de los años transcurridos, de las críticas recibidas, de que esos autores han estado siempre en la mesita de noche de Pujol, su pensamiento ha quedado instalado. Es el terreno de juego donde siempre se juega el partido en Cataluña. El libro refleja ahora de forma directa el comunitarismo personalista de Pujol, su nacionalismo dirán otros, un nacionalismo contundente, sin medias tintas, la voluntad de que Catalunya obtenga la máxima categoría posible como sujeto político.
La fuerza de las ideas es notoria, y se puede imponer a hechos y al contrastre con otras alternativas. En las mentes de una parte importante de la sociedad catalana se escuchan los ecos de Péguy, de Hamsun, del Tom Joad de Steinbeck, de D’Annunzio, conocido como Il Vate, aunque no se hayan leído sus escritos.