Entrevista del emperador Alejandro con Talleyrand  (1879)

Entrevista del emperador Alejandro con Talleyrand (1879)

Democracias

Talleyrand, reformista conservador

Un ensayo biográfico de Xavier Roca-Ferrer sobre la figura del 'diablo cojuelo', primer obispo constitucional, explica las virtudes de la contención constructiva en política

19 septiembre, 2021 00:10

En todas las palancas de poder, corresponsable de cambios profundos y también defensor de frenos que no fueron escuchados. La figura de Charles Maurice Talleyrand invita a sumergirse en la revolución francesa, pero, principalmente, en la etapa de Napoleón, y lleva a pensar cómo ha podido manejarse la elite política europea en los últimos tres siglos, y qué ha quedado en la diplomacia contemporánea de algunas prácticas de dudosa moralidad. Talleyrand consideraba del todo lógico cobrar “une douceur” por cada gestión que realizaba como ministro de Exteriores de Francia. El escritor, editor y traductor Xavier Roca-Ferrer ha diseccionado al personaje, en Talleyrand, el ‘diablo cojuelo que dirigió dos revoluciones, engañó a veinte reyes y fundó Europa, (Arpa), con una primera lección que cobra ahora toda su vigencia.

Talleyrand (París, 1754-1838), exobispo de Autun, de familia aristocrática, fue consejero de Napoleón, su ministro de Exteriores, pero también contribuyó, y de qué manera, a la propia caída del Emperador, devolviendo el trono de Francia a los Borbones, en la figura de Luix XVIII. Y fue el más revolucionario de todos, con la redacción del Código Civil del Clero, en la revolución francesa, siendo el primer obispo constitucional, con el Papa en contra. Supo ver, y no por un oportunismo, --que sí sería una de sus características para conseguir una fabulosa riqueza personal--, que el pueblo iba a cobrar un papel protagonista.

En los salones de París, en los desayunos maravillosos de la nobleza, Talleyrand justificaba la revolución, señalando, precisamente, aquellos privilegios: “¿No veis como vivimos?”, constataba ante sus interlocutores, bellas e inteligentes mujeres en su mayoría. Es Talleyrand quien observa y señala que lo que viene es la “soberanía del pueblo”, y que es lo que aportará legitimidad al poder político, y que la neutralidad es necesaria para lograr la estabilidad internacional, en una Europa en la que creyó antes que nadie.

Una defensa cerrada de Europa

Pero el obispo de Autun, que fue un amante de primera, --la principal y madre de su único hijo fue Adelaida de Flahaut, pero su gran amor fue la duquea de Curlandia, y su mujer, destestada después, fue Catalina Grand—no podía renunciar a lo que su naturaleza le dictaba. Aristócrata, nunca renunció a la buena vida, y evidenció las grandes contradicciones a la que se somete la política en todo momento: el juicio sobre la moralidad, sobre lo que se puede o no implementar, siguiendo unos determinados valores. Talleyrand lo diferencia: busca una situación buena para Francia, pero también para Inglaterra, a la que siempre defendió, pese al odio que sentía Napoleón hacia los ingleses. Y reiteró su apuesta por una Europa que pudiera vivir en paz y que tuviera una gran obsesión: el crecimiento económico, con políticas comerciales que no fueran hostiles hacia ningún país. Por ello, a Talleyrand hay que verlo como uno de los liberales europeos de primera hora, opuesto al bloqueo comercial que Napoleón dictó contra Inglaterra. El biografiado por Xavier-Roca es el responsable, tal vez el gran responsable, de que Bélgica sea hoy un país independiente, tras un acuerdo con Inglaterra, que salvaba para el comercio británico el puerto de Amberes. Todo se debía sacrificar en beneficio de una paz que posibilitara el comercio. Y por ello se opuso a las guerras continuas del Emperador, a su conquista de España y de Rusia.

Talleyrand

El rechazo a la escasa moralidad de Talleyrand, un obispo que nunca tuvo vocación –como tantos otros en aquel momento, porque el obispado suponía, en realidad, unas grandes rentas y una posición política de primer nivel, sin mayores compromisos—llega más desde el campo de la derecha que de la izquierda. Es el flanco conservador, con Chateaubriand, De Maistre o Taine a la cabeza, el que recrimina al obispo de Autun con acusaciones de sacrílego, de oportunista o de traidor, pero, principalmente, de inmoral por una vida privada sin límites. La izquierda no le perdonaba su origen aristocrático y sus supuestras traiciones con su apego confesado por todo lo inglés. Fue, de hecho, el mayor defensor de una monarquía constitucional a la inglesa, con la idea de prevenir una revolución que acabó llegando. Pese a todo, lograría su propósito con la vuelta de los Borbones.

Ese poso reformador y conservador a un tiempo es que se ha ido perdiendo en una Europa que no sabe ahora cómo atajar los populismos y ese protagonismo de un pueblo que apuesta por las identidades. El poso del conservadurismo inglés y francés, que sabe, al mismo tiempo, implementar reformas de calado.

¿Puede representar esa figura Macron en Francia, como referente para toda Europa? Lo ha hecho la canciller Angela Merkel, con una visión que bien pudiera recoger esa idea de Talleyrand: buscar los equilibrios internacionales, evitar males mayores y lograr, con una buena diplomacia, no agitar las aguas. Lo consiguió Merkel con la crisis de los inmigrantes procedentes de Siria, a pesar del desgaste político que sufrió. Y lo logró también con maniobras discretas con el Banco Central Europeo, dejando hacer a su presidente, Mario Draghi, en la crisis del euro, consciente del rechazo que causaba entre los halcones del Bundesbank. Fue Draghi, con el apoyo ‘invisible’ de Merkel quien pronunció aquella expresión benéfica para todos: “Whatever it takes”, lo que hiciese falta, para atajar una situación que desangraba a países como España con unos intereses de la deuda imposibles de asumir.

Buenos políticos, pero...inmorales

El problema, sin embargo, vuelve sobre sus pasos. ¿Se penaliza la escasa moralidad cuando esa es la característica principal de algunos dirigentes políticos? Talleyrand no tendría cabida ahora, en una sociedad democrática y exigente, pero sus políticas eran cabales y necesarias. Perseguía un bien común, para su país –evidenciado en el buen trato que consigue en el Congreso de Viena sin que nadie repare mucho en su pasado revolucionario ni en el de su propia nación—y para el conjunto de Europa. A diferencia de los ingleses –que siempre han intentado desequilibrar el continente—el obispo francés creía en Europa. Pero, ¿qué pasa con la vida privada, con los excesos y el cobro de comisiones?

La figura de Talleyrand lleva a la del rey emérito Juan Carlos I. Hubo diplomacia, mejoras sustanciales para España, un cambio de régimen, pero…

La figura de Talleyrand, cojo por naturaleza –un tío suyo tuvo el mismo defecto físico—aunque siempre defendió que fue por la negligencia de una de sus cuidadoras, al caer de pequeño desde un mueble alto, es apasionante porque es la historia reciente de Europa. Y esa Europa la han protagonizado revolucionarios, pensadores y agitadores, pero también aristócratas inteligentes, moderados, con estrategia e…inmorales.