Cartel luminoso con la palabra 'risa' en inglés / UNSPLASH - TIM MOSSHOLDER

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Ciencia

Cómo el buen humor mejora la mente

El funcionamiento del cerebro, el órgano más complejo que tenemos, y cuya mejor función es permitirnos cambiar el modo de ver las cosas, requiere cierta predisposición a tener buen humor

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En la época esplendorosa e incomparable de la tecnología, estamos seriamente amenazados por la pérdida de un mundo común. Sin ir más lejos, ¿tenemos idea de cuántos estudiantes españoles ignoran quiénes fueron, por ejemplo, Dostoyevski o Unamuno? No ya que no hayan leído ninguna de sus obras, sino que sus nombres ni siquiera les dice nada, nada en absoluto. Son numerosos.No obstante, nada es fatídico, tampoco la ignorancia. Hay que divulgar en sociedad e incrementar la cultura general, una tarea de titanes (y de hormigas con conciencia de lo que hacen).

Sucede que el mundo académico tiene problemas con la divulgación. Quienes deciden en él, acomodados en lo alto, la consideran una actividad menor. A veces se lamentan de que sus libros no sean superventas, pero lo cierto es que sólo escriben para ellos, para su burbuja donde se sienten importantes. Deben demostrar a los suyos, que lo han leído todo, todo lo referente a su especialidad. No tienen más perspectiva que vivir en endogamia. Por esta actitud se pierde la posibilidad de conectar con el público general, con la avanzadilla de intelectuales periféricos interesados por aprender con curiosidad sobre cualquier cosa. Quizá éstos sean inadaptados, pero navegan a su aire y no tienen nada que ver con lo que Ortega llamaba bárbaros modernos; esto es, especialistas que saben muy bien su mínimo rincón del universo, pero que ignoran de raíz todo el resto.

Una excepción a esta triste regla es Ignacio Morgado, catedrático de Psicobiología, científico que valora y persevera por el camino de la divulgación, siempre en su especialidad. Hablemos no ya de sus artículos de prensa o de sus conferencias, sino de sus libros; entre ellos, Aprender, recordar y olvidar, Emociones corrosivas, Deseo y placer. Acaba de publicar El cerebro y la mente humana, donde se pregunta cómo son y cómo funcionan el órgano más complejo que existe y la mente que produce; una colección de sus funciones, interrelacionadas y acopladas. Es un texto para leerlo poco a poco, e irlo así absorbiendo de forma adecuada.

El cerebro y la mente humana, Ignacio Morgado

A mí me interesa saber cosas del cerebro, no ya como profesor de matemática aplicada, sino como alguien a quien le gusta hurgar en los intersticios de los distintos saberes. El cerebro humano pesa casi un kilo y medio, y contiene 85.000 millones de neuronas. ¿Cómo se cuentan? Una buena estimación es investigar las que puede haber en un milímetro cúbico de tejido nervioso y multiplicar el resultado por el volumen del cerebro. En el siglo XIX se descubrió en el lóbulo frontal del hemisferio izquierdo el área del cerebro que nos permite hablar. Tiempo después, se localizó en el lóbulo temporal del mismo hemisferio el área del cerebro que nos permite comprender el habla. Ramón y Cajal relacionó la estructura del sistema nervioso con cadenas de neuronas que se articulan por contactos en las sinapsis (huecos de comunicación observables por microscopio electrónico) y determinó cómo los impulsos neuronales se propagan por el cerebro. Sherrington, también Premio Nobel, descubriría luego cómo los nervios producen los movimientos reflejos.

Hablar, vestirse o ir en bicicleta son rutinas adquiridas con la práctica, como la de hacer todo tipo de cuentas, y que se efectúan con una memoria implícita. Me pregunto cómo cuidarla y alentarla en clase, con mis estudiantes. Sabemos que hay cosas que no están a nuestro alcance, que son irrealizables. La mente tiene todos los límites que le impone el cerebro. Tengo presente, por otro lado, que para G. H. Hardy (tutor del gran Ramanujan): “Cualquier tonto puede plantear problemas sobre los números primos que el más sabio no sabrá responder”.

El propio Ignacio Morgado reconoce: “Aunque no podamos entenderlo todo, lo mejor es que la mente que poseemos nos permite cambiar nuestro modo de ver y valorar las cosas”, conscientes de que la inteligencia radica en el cerebro y presenta diferentes clases: analítica, práctica, creativa, emocional. En cualquier caso, veo imprescindible infundir confianza alrededor y, en la medida de lo posible, apoyo emocional con una comunicación que busque mejorarse y atienda a las inflexiones de voz, al ritmo y al tono. Expresar un saber sintetizado, lo que se llama ir al grano, que integre contenidos coherentes. Cuando aprendemos, el cerebro modifica su química, su morfología y su funcionamiento. Pero, lejos de las sustancias químicas que son los neurotransmisores, que facilitan y refuerzan las conexiones de las neuronas, hay factores que ayudan a mejorar nuestra disposición y a vivir con ganas y placer.

Aprender, Ignacio Morgado

No somos robots, pero tenemos un servomecanismo complejo; esto es, un sistema electromecánico que se regula por sí mismo al detectar un error o una diferencia entre lo deseado y la propia actuación real. Hay que lubricarlo con buen humor (lo que incrementa la flexibilidad mental), dando ánimos y motivos para esforzarse, y dar recompensas emotivas a los estudiantes. Debilitar los sentimientos negativos que retraen la confianza para salir adelante y la voluntad de superarse, ambas absolutamente necesarias. Y el hábito de ajustar nuestro comportamiento a cada situación que afrontemos.

En el siglo XVI, Juan Huarte de San Juan escribió en su Examen de ingenios para las ciencias una magnífica propuesta: “Mejorar la sociedad seleccionando la instrucción adecuada a cada persona según las aptitudes físicas e intelectuales derivadas de la constitución física y neurológica específicas de cada uno”. ¿Cómo despertar en nuestros estudiantes emociones que faciliten su razonamiento y su capacidad de decidir entre distintas opciones? De algún modo, hay que considerarlos como si fueran hijos nuestros y dedicarles la mejor atención.

Hay que repetir y repetir, con paciencia y tenacidad, deben aprender también de memoria, acostumbrarse a relacionar y comparar, analizar coincidencias y diferencias, valorar datos, resumir y saborear todo lo que se pueda. Nuestra mente se abre mejor cuanto más contentos podamos estar. El razonamiento siempre está impregnado de emociones que proveen de forma continua nuevas reflexiones. Como enseña Ignacio Morgado, para que la razón sea eficaz necesita tener un fuerte ejército de emociones. “Emoción y sentimiento son fenómenos fisiológicamente diferentes, aunque ligados, como las dos caras de una misma moneda”.

Los sentimientos serían así el modo consciente con que el cerebro percibe reacciones fisiológicas diferentes que le ocurren a alguien emocionado. Siempre dispuestos a no equivocarnos por las apariencias, les propongo esta pregunta: supongamos una comunidad donde el 60 por ciento de las familias tienen un solo hijo, ¿puede ser que un 60 por ciento de esos niños tengan hermanos? ¿Les parece que no, por qué? 

Aguardemos un momento. Para simplificar, supondremos que ese grupo está formado por 20 familias. El 60% de 20 es 12, así pues 12 de cada 20 familias tienen un solo hijo. Si de las 8 familias restantes, siete tuviesen 2 hijos y una tuviera 3 hijos, habría un total de 29 niños: 12x1=12; 7x2=14; 1x3=3; 17 de los cuales tienen hermanos. Resultaría, pues, que el 58% de los niños tienen hermanos.

Concluyamos. El genial matemático alemán David Hilbert decía: “Uno debería ser capaz de decir siempre, en lugar de puntos, rectas y planos, mesas, sillas y jarras de cerveza”. Una frase para saborear y con la que brindar alegres y risueños.