La neurobiología del amor
La ciencia vincula el éxito o el fracaso en las relaciones de pareja, amistosas y de afinidad entre las personas a los efectos derivados de la coincidencia olfativa
10 marzo, 2022 00:00En La fábrica de ilusiones, un libro de divulgación científica, el neurobiólogo Ignacio Morgado subraya que el olfato es el único sentido para cuyas experiencias no tenemos nombres específicos, como sí existen para distinguir colores (rojo, amarillo y azul son los primarios), gustos (salado o dulce, por ejemplo) o las notas de la escala musical. La mayoría de los olores que percibimos no son simples, sino mezclas de otros muchos. Y con la práctica, podemos mejorar nuestro olfato, como les sucede –subraya el profesor Morgado– a los dependientes de perfumería o a los catadores de vino.Para los profanos resulta llamativo este párrafo suyo: “Si una mujer huele las camisetas que han llevado varios hombres puede resultarle más agradable la del que, en caso de copular con él y resultar fecundada, habría menos probabilidad de tener un descendiente con alguna enfermedad por razones de incompatibilidad genética”.
La también neurobióloga y divulgadora científica Lucy Vincent incide asimismo en los hechos biológicos, al destacar que la sensibilidad femenina (especialmente en el período reproductivo) al olor de ciertas moléculas vinculadas a las hormonas sexuales se multiplica por cinco. Afirma que el principal objetivo biológico de nuestras vidas es la reproducción, y se necesitan dos para conseguirla; dos sexos, dos estrategias. Destaca la importancia del olor para que el amor a primera vista se desencadene, pues gran parte de la comunicación no consciente se realiza a través del sistema olfativo (por éste pasan a los genes del sistema inmunitario señales químicas, percibidas de forma inconsciente).
En su libro Los secretos del enamoramiento y la bioquímica del amor (Gedisa), Lucy Vincent alude a los Antígenos Leucocitarios Humanos –los HLA (Human Leukocyte Antigen)–, que aseguran una respuesta inmune ante posibles infecciones. Hay experimentos, dice, que demuestran que tanto hombres como mujeres, inhalan con voluptuosidad los olores de las camisetas de personas más alejadas de ellos en cuanto a los genes HLA.
Enfoquemos las feromonas, sustancias químicas producidas por glándulas del cuerpo y expelidas a través de la piel, el sudor o la orina, cuando las capta otro cuerpo de la misma especie animal producen en él cambios fisiológicos y de conducta. Pueden aumentar el potencial erótico y sexual. Existe una comunicación química entre los humanos. Al igual que los perros, nos olfateamos de forma automática y traducimos el olor ajeno. Nuestro cerebro está pendiente de ciertas moléculas odoríferas que actúan como código de reconocimiento de una posible similitud genética y de semejanzas en hábitos. El olor se refuerza con rituales de comportamiento, caricias, palabras, melodías, sonrisas, besos. Cuenta Vincent que “la saliva contiene proteínas que se unen a las feromonas de otras especies, lo que explicaría por qué los besos son una verdadera perforación del otro que busca llegar a sus depósitos emocionales”. Hay que distinguir, sin duda, entre sexo, amor y apego.
Hay vínculos de especial relieve por filiación, paternidad y sexualidad. En todo caso, el apego se basa en un estado de bienestar que se experimenta en presencia de otra persona Y su fuerza depende de la capacidad de desarrollar una relación íntima. Nuestro cerebro necesita funcionar en simbiosis con los demás. De nuevo hay que distinguir, tal como escribe la científica francesa, entre amor carnal y amor sabio, específicamente humano.
Por su parte, la excitación del estado de enamoramiento libera endorfinas, las cuales, al igual que la dopamina, son neurotransmisores y hacen funcionar circuitos de recompensa que generan adicción al amor y una fiebre de felicidad. Nos sitúan en un umbral superior para recibir mensajes de otros. Cabría decir, no obstante, que la oxitocina no sólo facilita relaciones sociales positivas, como se insiste en el texto de Lucy Vincent, sino también negativas; basta con mencionar el altruismo parroquial (una combinación de altruismo de camarilla y de hostilidad a los de fuera de ella).
La cara, vista como una página publicitaria del cuerpo, produce gestos. Entre ellos, la sonrisa proporciona un movimiento adecuado para oler mejor a los demás. De manera prosaica, se puede decir que las feromonas, captadas en el líquido mucoso, entran en el órgano vomeronasal por la contracción de los vasos sanguíneos. El sentido del humor que se tenga, llega a hechizar sin pócimas. El deseo de promover el bienestar de la otra persona reconforta y alivia. Hay que contar, por supuesto, con el parámetro de la conversación, que puede provocar asombro y alegría como sucede con el canto de los pájaros o el croar de las ranas. Otros aspectos que preocupan, también de forma inconsciente, varían según los diferentes sexos. Así, la capacidad de trabajo y los recursos para defender una casa y a sus ocupantes, el estatus social que produce respeto social, la belleza y las proporciones físicas.
El éxito de una convivencia tiene como clave el modo de gestionar los inevitables conflictos y desacuerdos. No permitir que sean demasiado repetitivos y violentos, y nos lleven a bloquear la evolución natural de la pareja, que nunca está concluida del todo y que siempre es dinámica. La pareja es vista por Lucy Vincent como una tercera entidad que resulta de los intercambios entre los dos individuos. Empezar la vida en común de pareja reclama conciencia de lo que se espera obtener, habilidades para pedir ayuda y saber darla, negociar y saber ser autónomo. El buen resultado de estas operaciones repercute en nuestra salud; el nivel de las hormonas del estrés está directamente relacionado con la presión arterial y la frecuencia cardíaca. En cuanto al amor, se distingue el que es vacío (compromiso sin pasión), el tonto (compromiso con pasión) y el completo (compasión con pasión y con intimidad).
Cierra el libro un cuestionario sobre la calidad de la amistad en la pareja, que sigue el guión del doctor John Gottman; un matemático convertido en psicólogo, especializado en las relaciones de pareja. Se pregunta si sabes los nombres de los mejores amigos de tu pareja, o de quienes le molestan. Si puedes contar sus sueños o describir su proyecto de vida. Si tienes la impresión de que te conoce bastante bien. Si piensas con cariño en tu pareja cuando no estás junto a ella. Si te respeta, si la tocas a menudo de forma cariñosa. Si le gusta tu personalidad y es uno de tus mejores amigos, si os gusta hablar entre vosotros. Si os escucháis con atención y os ayudáis a resolver problemas. Si compartís en líneas generales valores y objetivos.
Más allá de la distinción entre infidelidad sexual e infidelidad emocional, está el llamado efecto Coolidge sobre la disposición a las relaciones sexuales ante múltiples compañeros receptivos. Es el apellido de quien fue presidente de Estados Unidos entre 1923 y 1929, austero y con fino sentido del humor. Una leyenda urbana refiere que, al visitar con su esposa, una explotación ganadera, le impresionó un toro del que le dijeron que inseminaba hasta diecisiete vacas al día. "¿Ves? 17 veces al día", le dijo ella a su marido. "Sí, querida, pero no con la misma…". Es célebre también el cortejo que se dice que Dalí le hizo a Gala, casada por entonces con el poeta Paul Éluard. Fue surrealista, se untó con heces de cabra para atraerla con esos olores. ¿Era química o risa?