Desde que se inició la pandemia de covid-19, el mundo se ha trastocado y parecen haberse puesto en duda las verdades más incontestables y los mismos cimientos de nuestra sociedad. La información, mezclada con los bulos, las mentiras y los insultos corren velozmente por las venas del sistema circulatorio de nuestra sociedad, lo mismo que lo hace el virus por nuestro cuerpo, mezclado con los anticuerpos que luchan contra él.
En estas circunstancias, nunca había habido tantos científicos, técnicos, ciudadanos y políticos trabajando en torno a la misma causa (algunos intentando resolver el problema y otros para coger ventaja ante los que toman las decisiones). A pesar de esto, día a día se hace necesaria la improvisación o mejor dicho la corrección de rumbo por parte del timonel. Bienvenidos los que intentan sacar conclusiones con los datos que tenemos y bienvenidos los que estudian cada día la mejor decisión que tomar, basándose en los conocimientos que diariamente se añaden a esta situación tan imprevista. Pero, cuidadito con las ideas geniales sin conocimiento de causa o las recetas maravillosas, porque como cualquier problema complejo esto tendrá una solución compleja en la que se tengan en cuenta la multiplicidad de actores y opiniones, porque cada opinión está influida por multiplicidad de variables y situaciones, muchas de ellas aún desconocidas. Los anticuerpos de larga duración, no se fabrican al inicio del contagio.
En este ruido, todos quieren ser los primeros en darnos la respuesta adecuada o evaluar la situación: ¿Quién sacará la nueva vacuna, si es que puede existir? ¿Qué tratamiento puede ser más adecuado? ¿Quién fabricará el respirador más eficiente y barato? ¿Qué políticos gestionan mejor la crisis? ¿De qué mecanismos tiene que proveerse lo público para dar respuesta adecuada a eventualidades como esta? ¿El modelo industrial está en crisis? ¿Es nuestro sistema de organización territorial, mejorable? ¿Qué organización del estado es más eficiente, una centralizada o una federal?
Algunos ya intentan sacar conclusiones adelantándose a los demás, pero al igual que pasa con el covid-19, la sobrerreacción inmunitaria mata. Aún es pronto para las conclusiones, ante una situación que aún no ha terminado y puede tomar aún muchas derivaciones, y ante la que inciden una multiplicidad de variables aún desconocidas.
¿China y Corea, dos países asiáticos, pero uno totalitario enorme y uno más pequeño democrático tienen buenos resultados? ¿Son comparables? Alemania y Francia, federal la primera y centralista la segunda están gestionando la crisis de forma muy diferente y con resultados, también diferentes. ¿Puede deducirse de ello que el federalismo es la ventaja de Alemania? ¿Y si introducimos a EEUU, federal y lo comparamos con Alemania, también federal? ¿No será que los políticos también importan? ¿No será que tener camas de UCI preparadas, ser capaz de fabricar los test para el diagnóstico y no tenerlos que comprar en el mercado global, junto a tomar las decisiones de forma colegiada, suma? ¿No será que el azar también juega? ¿Y si en un país, como España, con una esperanza de vida más alta, también hubiéramos tenido más personas asintomáticas circulantes y se hubiera tardado más en detectar el virus que en un país con más personas inmunodeprimidas? ¿Qué pasa si el clima influye y eso podría explicar que en Andalucía y Murcia la pandemia no haya sido tan virulenta como en las zonas más frías y secas? ¿La genética puede ser un factor determinante?
La respuesta a todo esto vendrá al final y quizás, mediante un análisis multifactorial, seremos capaces de detectar aquellas variables más influyentes sobre el resultado global. Tampoco hay que descartar que a pesar de los esfuerzos, nos queden muchas preguntas sin responder.
No hay duda que la pandemia es una prueba de estrés para todos y nadie sabe cómo y cuándo saldremos de esto, ni quien saldrá mejor parado. Lo cierto es que los políticos que pretenden avanzarse a la situación, simplificando, someten a sus sociedades a situaciones de mayor vulnerabilidad. Trump, Johnson, Bolsonaro, o Torra, todos nacionalistas populistas, tienen en común la capacidad para banalizar las situaciones. De estos, excepto el primero, los demás han dado positivo en las prueba de covid-19 y uno de ellos estuvo en la UCI, contradiciendo sus afirmaciones al inicio de la crisis. Por cierto, ¿Qué hubiera hecho Rajoy al frente del gobierno, si ahora, en pleno confinamiento, lo vemos salir de su casa para hacer deporte?
Ante una situación incierta de esta envergadura, cada uno tiene lo que tiene y hay que decidir sobre nuestras propias realidades y recursos. En esta carrera contra reloj tiene sentido decir que cuantos más niveles administrativos se involucren en las decisiones, cuantas más visiones científicas se tengan en cuenta, cuanta más confluencia de recursos se ponga en marcha y cuantos más visiones políticas y sectores sociales se escuchen, mejores serán las decisiones que se tomen y más fácilmente y con menos daños, saldremos de esto. Y esto vale para todos. En este sentido, parece adecuado que los decisores políticos se rodeen de los mejores técnicos y científicos en equipos multidisciplinares en los que intervengan los diferentes puntos de vista. También lo es que el gobierno intente involucrar a todos los niveles administrativos y a las diferentes sensibilidades políticas y sociales, en las decisiones de calado. Lo que no parecería de recibo es continuar con una descentralización en la que cada uno vaya a lo suyo, ni ejercer un centralismo personalista del ordeno y mando, ni tratar esto como si de un problema estrictamente sanitario se tratase.
A pesar de lo grave de la situación, vemos a los oportunistas de la extrema derecha y del independentismo, crecerse día a día y retroalimentarse durante el viaje, o enredar para forzar el “cuanto peor, mejor” o “dar una de cal y una de arena”, como han hecho siempre. Sin embargo, cuando todo esto pase, habremos hecho pasos de gigante en la evaluación de nuestro sistema. Miraremos atrás y veremos lo que nos ayudó a salir adelante y lo que significó un escollo a resolver. Si somos inteligentes y honrados, nos tendremos que mirar a los ojos y tener la valentía de tomar las decisiones colegiadas, necesarias para coger nuevo rumbo. Decisiones que tendremos que tomar con la información disponible, pero con solidaridad, lealtad y respeto: sin sectarismo, sin personalismos ni tactismo de corto alcance, porque es mucho lo que nos jugamos todos.