
Eliot Weinberger Barcelona
Eliot Weinberger: "El ensayo es el único género literario que no ha tenido vanguardias"
El escritor norteamericano, que reúne su literatura de ideas en un compendio editado por Anagrama con la traducción de Aurelio Major, reflexiona sobre la condición humana y las formas de experimentación creativa necesarias para renovar la tradición del género del ensayo
Eliot Weinberger es un sabio: traductor de Octavio Paz, Huidobro o Borges; gran conocedor de la cultura china e india; ensayista experimental; apasionado de la antropología y autor de una antología de poesía norteamericana del siglo XX que tuvo una enorme influencia en la poesía en castellano, en la poesía mexicana. Visita Barcelona por sus Ensayos elementales (Anagrama), un libro, traducido por Aurelio Major, en el que encontramos textos en los que Weinberger nos adentra, desde una mirada antropológica, al mundo. Son piezas que no se puede acotar, tienen una pulsión enciclopédica y, al mismo tiempo, aliento poético, esa atmósfera que nace del deseo de conocer y explorarlo todo.
Si pensamos en el ensayo en su forma más tradicional sus textos sorprenden porque escapan de esa forma que todos tenemos en mente por su carácter poético, por su afán enciclopédico y por su espíritu experimental.
Siempre me sorprende, pero a la vez me resulta interesante que, a un ensayista del siglo XXI, se le pregunte sobre Montaigne y el formato clásico del ensayo, mientras que a un poeta del siglo XXI nadie le interrogue, por decir un nombre, por Milton. El problema del ensayo es que ha sido atrapado por los modelos antiguos y todavía sigue así. El ensayismo inglés, por ejemplo, está encerrado en el canon del siglo XVIII, es decir, en la forma de la indagación en primera persona y la reflexión en torno a un solo tema. Esto sucede porque el ensayo como género, especialmente el inglés, nunca tuvo un movimiento literario de vanguardia en el siglo XX, como sí tuvieron la narrativa y la poesía.

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Por esto, como lectores, estamos acostumbrados a distintas variantes de escritura tanto en prosa como en poesía, mientras que, cuando leemos ensayo, esperamos a encontrarnos siempre la misma forma. Sin embargo, para mí el libro es siempre un territorio que tengo que explorar a través de la escritura y esto es lo que intento hacer. De ahí que, ante todo, ninguno de mis textos sea en primera persona, puesto que busco inventar nuevas formas para abordar los temas que me interesan. En ocasiones me acerco más a la poesía y, otras veces, más a la narrativa. Mi única regla es no inventar nada, es decir, que todo lo que aparezca en mis textos tenga una fuente clara y verificable. No soy como Borges o como Nabokov, no tengo una especie de erudición falsa, no me invento cosas que no existen.
Si bien algunos han leído a Borges no precisamente en clave de ficción.
De hecho, Foucault creía que la famosa enciclopedia china de Borges era real, pero no es así. Lo inventó completamente todo. En mi caso todos los libros son reales, todo lo que digo es auténtico.
Y a la hora de juntar todas las referencias…
Para mí la escritura se convierte en una forma de collage. Busco la lógica interna para unir ideas e informaciones, pero no materiales en cuanto todas las palabras de los textos están escritas por mí; obviamente hago a referencias a citas, pero todo el texto es mío. Por tanto, mis ensayos se construyen a partir de informaciones encontradas, no de textos hallados y reproducidos. Se trata, al fin y al cabo, del placer por la escritura.

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El término ensayista, en su caso, se queda corto. Usted es un escritor.
No me gusta esta división de conceptos porque, al final, responden al estereotipo de lo que consideramos que es un escritor. Lo que sí puedo decirte es que pienso en mí mismo como en alguien que no tiene imaginación y que, precisamente por esto, escribo a partir de información y datos. Lo que hago es indagar en formas nuevas para presentarlos, pero ya está. No soy muy bueno a la hora de inventar personajes ficcionales. Para mí, es el mundo el que tiene imaginación y yo simplemente lo replico. No es nada nuevo; en efecto, hay una larga tradición en literatura sobre la posibilidad de contar siempre las mismas historias a través de nuevas formas. Y esto es lo que yo hago.
Usted habla de experimentación, pero estamos en un momento en el que, al menos en español, abunda la uniformidad y la reiteración de formas.
¿Es así en español? Me sorprende, porque en Estados Unidos, si bien hay una parte de producción bastante uniforme, también encontramos mucha experimentación. El tema de la uniformidad y de la reiteración de formas se debe, al menos en Estados Unidos, al hecho de que muchos escritores de las nuevas generaciones proceden de escuelas de escritura o de doctorados en escritura, y esto hace que todo lo que producen sea bastante homogéneo. Sin embargo, también hay gran interés por las escrituras experimentales. Mi editorial en América es New Directions, que desde 1936 ha estado exclusivamente publicando escritores experimentales. Han publicado a Neruda y a Bolaño, a Nabokov y a Camus. Si bien, supuestamente, vivimos en un momento en el que la gente lee cada vez menos, cada año las ventas de New Directions aumentan y, además, ha impulsado en Estados Unidos carreras como la de Yoko Tawada o dado a conocer autores en castellano de carácter experimental, como son Enrique Vila-Matas o César Aira. Por tanto, diría que sí que existe un interés por esa literatura que experimenta y crea algo nuevo.
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¿Qué autores le influyeron a usted?
Está bien que me lo preguntes, si bien tengo que decir que no creo mucho en las influencias. Es decir, a menudo los escritores favoritos son gente cuyo trabajo es completamente diferente al tuyo. Por ejemplo, a mí me encanta Henry James, pero no tengo nada en común con él. Diría que la única influencia que he recibido de James es el punto y coma: leyéndole aprendí a utilizarlo. Si rescato las primeras cosas que escribí a los doce años me doy cuenta de que, en realidad, no he cambiado mucho. El estilo es más o menos el mismo, lo único que ha cambiado es mi vocabulario, que se ha hecho un poco más grande. Dicho esto, es cierto que hay ciertos escritores que están influenciados por otros escritores hasta el punto de que, a veces, se convierten en imitadores de sus referentes. A mí me gusta pensar en autores que te abren puertas y te dicen con sus textos que puedes hacer lo que estás haciendo y que te ayudan a explorar. En este sentido, los dos autores que me abrieron las puertas del ensayo fueron Artaud y D. H. Lawrence, en concreto su libro La literatura clásica en América. D. H. Lawrence me enseñó una manera completamente diferente de hacer crítica.
¿Y Artaud?
Su texto El teatro y su doble tuvo una gran influencia. Es un libro sobre teatro, pero que empieza con una plaga. Además, en él hay una escena muy famosa en torno al arte en la que se ve una mujer que se está quemando y, entre las llamas, apunta con el dedo. La poesía también ha sido muy importante, sobre todo a la hora de describir escenarios, contextos. Intento construir los contextos como si fueran poemas, evitando caer en la retórica. Busco tener imágenes claras y, al mismo tiempo, presto mucha atención a cómo suenas las frases.
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Antes decía que sus ensayos tienen una voluntad enciclopédica en el sentido de que nos llevan de una cultura a otra, de una disciplina a otra. ¿Cree que la especialización a la que se están abocando los estudios reduce el conocimiento?
En mi caso lo que puedo decir es que sigo mis intereses, que, afortunadamente, son muy amplios. El tema de la especialización es complejo. Lo vemos mucho en los departamentos de traducción: tenemos buenos traductores en los departamentos de idiomas que lo saben todo de la lengua que traducen, pero no dan contexto, no el de literatura contemporánea en el que serán leídos esos textos. Te pongo un ejemplo: quizás tengas un buen traductor del sánscrito al español, pero muy probablemente desconocerá el contexto poético actual.
Usted conoce muy bien Oriente. Al leerle pensaba en Edward Said que, en Orientalismo, sostenía que desde Occidente en realidad no conocemos Oriente, sino que lo hemos construido a partir de una serie de ideas y prejuicios.
Me encanta Said, pero tengo un problema con muchos de sus seguidores. Es como Marx: una cosa es Karl Marx y otra cosa distinta los marxistas. Said hablaba del Medio Oriente y no se pueden aplicar sus reflexiones a culturas como la china o la india, que son las que yo más conozco. El Oeste no ha tenido la misma mirada sobre Medio Oriente que sobre China e India, sobre todo a partir del siglo XVIII, cuando estos dos países se convirtieron una de las mayores fuentes de sabiduría del mundo. La filosofías china, india y japonesa han sido extremadamente importantes en el Oeste y, concretamente, la poesía china ha sido muy influyente para la poesía americana en el siglo XX.

Anna María Iglesia y Eliot Weinberger Barcelona
Prueba de ello es que el primer libro de poesía moderna en inglés es Cathay, una colección de poemas chinos clásicos traducidos por Ezra Pound, que tuvo mucha influencia en los poetas norteamericanos del XX. En 1915 Pound publica su Manifiesto imaginista, que, años más tarde, lee el poeta chino Hu Shih, que entonces estudiaba en Chicago. A partir de esa lectura, Hu Shih redacta su propio manifiesto proponiendo escribir en chino vernáculo y no es chino clásico y, de esta manera transforma la poesía de su país. Lo interesante es que Pound encuentra en la poesía china lo que Hu Shih encuentra en la poesía americana. La literatura se retroalimenta a través de estos canales subterráneos, de ahí que no deba sorprender que alguien como Murakami esté influido por la ficción norteamericana e, incluso, llegue a traducir a Raymond Chandler.
Hablando de influencias, su Antología de literatura americana del siglo XX marcó la poesía latinoamericana, sobre todo la mexicana.
Esta antología se publicó en 1990. Hasta entonces no se había publicado ninguna antología de poesía norteamericana en México. De ahí que me pidieran una. Yo seleccioné 30 poetas norteamericanos que fueron traducidos al español por otros 30 poetas mexicanos que desconocían a los autores que tenían que traducir. Hasta entonces los poetas mexicanos no sabían mucho sobre poesía americana, conocían sobre todo la francesa. Octavio Paz era una excepción. Lo curioso es que, sin embargo, en Estados Unidos, poetas como Nicanor Parra o César Vallejo habían sido muy influyentes por entonces. Y aquí está lo llamativo: a raíz de esta antología encontramos por poetas mexicanos influidos por poetas norteamericanos que, en su día, habían sido influidos por poetas latinoamericanos.

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Dejemos un momento la literatura porque usted escribe también de política. En los tiempos que corren y, como diría Bartleby, ¿preferiría no hacerlo?
De hecho, lo he dejado. No he escrito nada sobre política actual porque pasan demasiadas cosas cada día, puesto que el estilo de la administración Trump es hacer quince cosas desastrosas cada día. También tengo la sensación de que todos saben demasiado de Trump. Así que no he encontrado la manera para escribir sobre lo que está pasando en América, donde nunca habíamos vivido algo así. Es demasiado para mí.
Hace un par de años escribió La mirada de Estados Unidos sobre Gaza, un texto que publicamos en Letra Global.
No escribí este texto para publicarlo. De hecho, este texto es un largo mail que, como en anteriores circunstancias, envié a muchos conocidos y que acabó publicándose. Mientras lo escribía pensé que era demasiado largo para publicar en una revista, así que lo envié a mis amigos, entre ellos a Aurelio Major, mi traductor, quien os lo remitió a vosotros. Me gusta la inmediatez que da el mail: escribir y enviar. En ese momento necesitaba escribir sobre Gaza y lo hice. Pero también necesitaba compartirlo de inmediato, por esto recurrí al mail.