Publicada

Carmen Posadas (Montevideo, 1953) reivindica el oficio. Su literatura fluye. El lector se sumerge en la historia y la sensación es que la escritora la ha elaborado como un torrente, con todo entrelazado. Pero hay un trabajo detrás, profundo, producto de la experiencia acumulada. Posadas acaba de publicar El misterioso caso del impostor del Titanic, (Espasa), una historia asombrosa, real, aunque con los elementos necesarios de ficción para que todo funcione como un reloj. El Titanic se hunde. Es abril de 1912. Madrid. Una mujer acaudalada tiene una premonición.

Un moscardón naufraga en su plato de sopa. Y la relación es directa. A su hijo le ha ocurrido una desgracia. Y sí, será uno de los españoles fallecidos en el Titanic. ¿Por qué hoy, de nuevo, un relato sobre aquella pesadilla? “El mundo del Titanic vuelve a nuestros días, con todopoderosos como Ellon Musk o Jeff Bezos, una distancia enorme entre ricos y pobres”, señala Posadas en una entrevista con Letra Global, con la réplica de un dinosaurio de fondo, en un hotel de Barcelona.

La escritora explica que esa anécdota del moscardón es verídica y se la prestó el juez Manuel Marchena. ¿Cómo? ¿Hay una relación de amistad? “No, nos vimos en una cena, coincidimos, y me explicó esa historia sobre uno de los sobrevivientes del Titanic, con moscardón incluido, porque todos sabemos la cantidad de casos que saben los jueces”, sonríe Posadas.

La cuestión es que, a través de una novela bien trazada, de suspense, Carmen Posadas sitúa sobre la mesa todo un mundo particular, el de los que se embarcaron en una nave moderna, que se pensaba que era indestructible. Era el sueño humano hecho realidad, la fe en el progreso, que se vino abajo, justo en su primer viaje.

Carmen Posadas, durante la entrevista con 'Letra Global'

En aquel barco “se puso de manifiesto, como gran metáfora, la división de clases existente, los mundos paralelos, y representó como el fin de una época. Sin embargo, lo que se vivió entonces lo vivimos de nuevo ahora, con una distancia enorme entre ricos y pobres, entre todopoderosos como Elon Musk o Jeff Bezos y millones de personas sin recursos, y con un descenso de las clases medias. Eso es indudable que está sucediendo".

¿Se acabó el progreso?

Posadas reflexiona cuando se le plantea que, tal vez, lo vivido en los últimos 70 años pueda resultar un paréntesis en la Historia. “Es cierto que el progreso fue claro tras la II Guerra Mundial, con organismos internacionales como Naciones Unidas, que tuvieron un papel importante y las distancias económicas entre clases sociales se acortaron, con más servicios públicos. Quisiéramos pensar que no será un paréntesis en la Historia, pero la actual situación puede recordar a lo que se vivió en el Titanic, con zonas separadas, con universos muy distantes”, señala. "No puedo ser muy optimista ahora, porque es lo que estamos viendo todos", añade.

Portada de la novela de Carmen Posadas

La escritora, que acaba de participar como jurado en la entrega del Premio Planeta, recuerda que del total de fallecidos en el Titanic 528 se alojaban en tercera clase y 123 en primera. “La discriminación fue enorme a la hora de salvar pasajeros”, incide.

Y la mayor capacidad económica también posibilitó la "compra de cadáveres" cuando no se podía acreditar la muerte de un familiar. Era necesario para cualquier permiso legal, desde cobrar una herencia o dar fe de la situación de viudedad. "Eso en el trabajo de documentación me chocó mucho, y muestra, también, todo el poder del dinero", señala Posadas, que, en la novela, diez años después del naufragio, hace reaparecer a un pasajero dado por muerto. Será un acaudalado indiano asturiano, el impostor del relato. La viuda acaba agradeciendo esa suerte, pero las sospechas afloran de inmediato. Y se inicia una investigación en la que surge la novelista real Emilia Pardo Bazán

¿Qué es la verdad?

¿Por qué Pardo Bazán? Posadas admira a la autora de Los pazos de Ulloa. “Emilia sentía una gran predilección por la crónica negra, y ella misma iba a los ajusticiamientos, por ejemplo a los realizados por garrote vil. Estuvo en el juicio del crimen de Fuencarral, y ejerció como un Sherlock Holmes en la obra La gota de sangre. Así es que pensé que ligaba de forma perfecta en la novela para investigar ese caso”.

En un momento en el que averiguar la “verdad” es cada vez más complicado, Carmen Posadas indaga en ello con su novela, también muy preocupada por la incidencia que pueda tener la Inteligencia Artificial. Justo ahora Posadas está leyendo Nexus, del pensador Harari, y comenta esa fascinación del ser humano por los relatos, los llamados intersubjetivos, que hacen que millones de personas crean en algo, aunque no se pueda comprobar.

Por ello, reflexiona sobre lo que sucedió con el Titanic. “Pasaron cosas que no se pueden inventar, que fueron reales, pero que no se podían creer. Una de ellas es que las familias con más dinero podían comprar cadáveres sin identificar para poder, así, cobrar las herencias, al quedar viudas de personas que ya no se iban a encontrar, ahogadas en el mar”.

Las personas tímidas

Pero volvamos. ¿Qué tenía doña Emilia que sigue fascinando, con biografías tan completas como la que publicó Isabel Burdiel en 2019 (Taurus)? “Era una mujer valiente, arrojada, no agraciada físicamente, más bien fea, que consiguió lo que deseaba. Tuvo amantes atractivos, que se sintieron muy atraídos por su personalidad, por su inteligencia. Y eso hay que destacarlo. Y tuvo esa relación tan particular con Pérez Galdós, un hombre guapo, escritor genial”.

La trama se desarrolla con un ritmo trepidante. Es una investigación detectivesca, con el Titanic en primer plano. Y con una reflexión que Posadas no plantea de entrada, pero que se destila por todas sus páginas: la fe en el progreso se truncó con aquel hundimiento. El hombre no podía sortearlo todo. ¿Y ahora? “No sabemos que nos deparará la Inteligencia Artificial, pero es posible que no la podamos controlar”, remacha Carmen Posadas.

Lo que sí tiene claro es que la celebración del Premio Planeta en Barcelona, hace quince días, ha actuado de “catarsis, como una especie de reencuentro”. Asegura la escritora que el clima fue de entendimiento, de superación de una etapa confusa y paralizante. Y que el Rey Felipe se lo pasó bien. “Nos pasa a las personas tímidas, yo lo soy, y me parece que el Rey también. Parecemos distantes, pero lo que pasa es que somos tímidas. Y esa noche vi que estaba cómodo y que se expresaba con desparpajo”.