Milan Kundera

Milan Kundera DANIEL ROSELL

Letras

Milan Kundera, los lienzos de una vida secreta

Florence Noiville reconstruye a través de un original ensayo biográfico escrito al modo de un diario los silencios voluntarios de la vida íntima del escritor checo afincado en París, antirromántico de carácter y burlón de espíritu

19 julio, 2024 09:12

La vida parece un boceto. Pero boceto no es la palabra precisa, porque un boceto es siempre un borrador de algo, la preparación para un cuadro, mientras que el boceto que es nuestra vida es un boceto para la nada, un borrador sin cuadro”. Milan Kundera (1929-2023) escribió estas palabras, por la persona interpuesta de un personaje de ficción, en La insoportable levedad del ser (1984), su novela más conocida y, probablemente, la que lo consagró como novelista internacional. En el libro, cuyo título nunca gustó a Gallimard, su editor francés, Kundera reflexiona sobre las dudas existenciales en el seno de una relación de pareja, inmersa en una atmósfera generosa en digresiones y con vocación trascendente. 

En el libro, sin embargo, no queda del todo claro, como suele suceder casi siempre en el caso de los buenos novelistas, que trabajan desde el espacio indefinido de la ambigüedad, si se trata de una historia triste o cómica. Igual que el Quijote, puede leerse de forma agónica, como un drama existencial; o irónica, a la manera una de comedia sobre el exceso de trascendencia. Y de ambas maneras. Para Kundera, que disfraza sus experiencias vitales en sus libros, los dos registros son perfectamente compatibles: la diferencia entre una tragedia y una comedia depende del punto de vista. Es pues una consecuencia de la perspectiva. 

Milan Kundera en Praga (1973)

Milan Kundera en Praga (1973)

Sus palabras –que tampoco son exactamente suyas, sino del narrador del libro– definen su espíritu como escritor: “Olvidad mi vida, abrid mis libros”. El escritor checo, sobre todo después de exiliarse en Francia en 1975, cuando su vida en Praga se había convertido en una pesadilla tras su desengaño del comunismo, cubrió su intimidad con duradero manto de misterio. No disfrutaba con la vida pública, odiaba a la prensa y sabía, cosa que no siempre tienen claro muchos escritores, que lo que lo convierte a uno en un autor no es la vida literaria ni la celebridad social, sino saber lidiar con la soledad (inmensa) de quien ha decidido escribir en serio. Aunque si hiciéramos caso a sus instrucciones –despreciar al hombre y apreciar al escritor– perderíamos una de las claves esenciales para interpretar sus libros. 

La biografía que acaba de publicar Florence Noiville, periodista de Le Monde des Livres, sobre su avatar vital –cuya edición en español acoge en su catálogo Tusquets, propietaria de los derechos del resto de sus títulos en lengua castellana, editados de nuevo con las cubiertas dibujadas por el escritor checo– permite dotar de sentido parte de estos silencios que tanto Kundera como su esposa, Vera, acordaron mantener sobre su vida. El libro de Noiville, que tuvo acceso al escritor checo durante años, es una suerte de biografía autorizada: no compromete la intimidad del escritor, al que retrata desde una evidente admiración, pero sí aporta datos, situaciones y contexto a una carrera literaria marcada primero por el desgarro y después por un éxito sobrevenido y gestionado con una notable sabiduría y humildad. 

'Milan Kundera', Florence Noiville

'Milan Kundera', Florence Noiville TUSQUETS

Kundera practicó el misterio no tanto como una pose cuanto como actitud. Sus años checos, marcados por la decepción con el comunismo, en el que militó desde joven, le condujeron a la conclusión de que mostrar información personal es una imperdonable debilidad narcisista –y una actitud, por otra parte, cargada de peligros– y, en cierto sentido, como sostenía Kafka, contamina la valoración y la lectura de sus novelas. Noiville ha concebido su biografía como una narración en proceso: su libro, que permite entender mejor el misterio Kundera cuenta, al mismo tiempo, la vida del escritor de Brno y la pesquisa de la propia biógrafa, alternando los hechos vitales con pasajes de investigación, encajando sus vivencias dentro de su obra y aportando detalles sobre el contexto cultural e ideológic en el que fue concebida. 

El resultado es un libro dinámico donde el análisis literario se entrevera con naturalidad con el relato histórico. El retrato del escritor, sin dejar de ser admirativo, tiene una voluntad poliédrica. Repudiado por parte de la élite de su país –desde la nomenclatura comunista a la disidencia democrática– y malentendido desde el principio en la propia Francia, donde se le consideró sobre todo como un mero disidente político, Kundera combatió con decisión ambas etiquetas. No quería ser tomado por un simple autor anticomunista –su desengaño nunca llegó al punto de renunciar a su vieja (e ingenua) idea de que era posible un socialismo con rostro humano– ni deseaba quedar tampoco encajonado en el arquetipo del intelectual que huye de su patria. Él era otra cosa distinta: un artista. Un novelista.

'El arte de la novela'

'El arte de la novela' TUSQUETS

Noiville configura en su ensayo un marco para encuadrar el borrador que fue la vida de Kundera. Gracias a ella conocemos los motivos de su aversión a la sensiblería o su alergia a la sentimentalidad –ambos, legados de su padre, de profesión pianista–, cuál fue su concepción de la literatura –condensada en el que sin duda es su mejor ensayo –El arte de la novela–, la raíz musical (también herencia paterna) que late en el corazón de sus libros y su idea de que la existencia es una suma de azares ante la cual no cabe otra actitud que la resignación y el humor.

Las novelas de Kundera tienden a ocultar o diluir el vínculo de sus personajes con su biografía. El escritor está en todos sus libros, pero escondido. Parte de la labor que ha hecho su biógrafa, que ha concebido su libro como un gran friso documental, consiste en volver a conectar ambos mundos, sin traicionar la confianza depositada por Kundera. Es una interpretación biográfica lícita: Noiville no se dedica a husmear donde no debe, sino a desenterrar las experiencias vitales que dieron lugar a sus personajes, explican el ánimo de sus narraciones y otorga sentido a sus ensayos. 

Kundera junto a su esposa, Vera

Kundera junto a su esposa, Vera

“Kundera no creía en el hombre ni en su futuro, pero eso no le impidió amar la vida. Reír y reírse”. Su imagen como novelista posmoderno queda así enmendada por la original interpretación de Noiville, que describe la profundidad de sus libros a partir de su peculiar concepción del humor. Su primera novela –La broma (1948)– es un relato de aires kakfianos situado en el contexto de la Checoslovaquia comunista, donde una carta burlesca, redactada para expresar la necesidad de guardar una sana distancia con respecto a los dogmas políticos, arruina la vida de su personaje principal. Noiville recorre un itinerario de ida y vuelta entre los libros y la vida de Kundera: la segunda está enterrada en sus novelas y éstas, a su vez, anticipan sucesos que acabarían ocurriéndole al novelista, al que en su país no le perdonaron durante muchísimo tiempo que sustituyera su idioma natal por el francés. 

Kundera enfrentó este rechazo entre sus conciudadanos la misma con la actitud que tuvo en Francia cuando quisieron encasillarlo como anticomunista: la reivindicación de su condición de novelista. A secas. Sin adjetivos políticos ni filiaciones nacionalistas. Es indudable que la primera etapa de su vida –su infancia, juventud y temprana madurez– condicionó no sólo su personalidad, sino el fondo existencial que late en su mirada sobre el mundo, pero Kundera se resistió siempre a quedar encerrado en este pasado biográfico. Se sentía heredero de un pretérito –acerca de él habla en Un Occidente secuestrado, su libro sobre el legado cultural de Europa central– en el que Chequia no formaba parte del Este, sino de Occidente. Kundera sintió el dominio soviético de su país como un hecho ajeno a su cultura secular, una especie de borrado que incluía la persecución personal –Elistista I fue el nombre que usaba la policía comunista para espiar sus actividades– y el ejercicio de la censura. 

'La insoportable levedad del ser'

'La insoportable levedad del ser' TUSQUETS

Noiville dedica una parte de su libro, concebido como un aparente bloc de notas, compuesto a partir de distintas entradas temporales, a analizar las críticas que Kundera recibió de algunos colectivos femenistas, a los que la biógrafa llega a responsabilizar (en parte) de que no ganara el Nobel. Se trata de un análisis innecesario, toda vez que un escritor –y mucho menos Kundera– no tiene que someterse al diktat de la corrección política. La defensa que hace Noiville para desmontar esta tesis nos parece un estéril intento de justificar –ante un público presuntamente hostil– la caracterización de los personajes femeninos de sus libros. Una tarea absurda pues –como concluye la biógrafa– “algunas feministas no le han perdonado el retrato sarcástico que hace de algunas mujeres porque ellas quieren una especie de versión feminista del realismo socialista”.

Demasiados indeterminados para certificar una evidencia: nada diferencia a la totalitaria y maniquea propaganda soviética de la pretensión woke en su afán por concebir la literatura igual que una sesión de catequesis doctrinal, en lugar de como lo que es: una expresión artística y libérrima que ni da respuestas ni tiene como cometido hascer proclamas, sino que introduce formula interrogantes. Ningún novelista, por otra parte, está obligado a hacer retratos positivos de sus personajes. La literatura nada tiene que ver con las relaciones públicas.

Milan Kundera, fumando

Milan Kundera, fumando

Kundera, devoto temprano de Voltaire y lector de los grandes escritores moralistas de la Ilustración, sostenía que cualquier biografía es veneno y que los verdaderos héroes son los hombres que saben desprenderse de sí mismos. La vida –a su juicio– era un epifenómeno, la consecuencia última de la música del azar. Sus novelas, sin embargo, son artefactos literarios concebidos igual que un reloj suizo, frente al lirismo de los escritores barroquizantes. Fue su manera de enmendar a la Fortuna y, como prescribía Flaubert, llegar a la esencia de las cosas.

'Un Occidente secuestrado'

'Un Occidente secuestrado' TUSQUETS