Sandra Ollo (Acantilado, Premio Nacional 2024): “Si no hay rentabilidad, es imposible hacer cultura”
La editorial que dirige Ollo ha sido galardonada con el Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural, correspondiente al año 2024 por su trayectoria sostenida basada en la calidad literaria
2 julio, 2024 12:05Un Premio de enorme prestigio. La editorial Acantilado ha sido galardonada con el Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural, correspondiente al año 2024, a propuesta del jurado, que ha destacado a la editorial “por su impecable labor editorial en la que destaca la excelencia del catálogo con una cuidada selección de títulos, de la edición de los textos, de la gran calidad de las traducciones, de la elaboración material y formal, así como por su labor en la recuperación de clásicos imprescindibles junto a autores contemporáneos. Acantilado ha conseguido atraer un público lector sostenido y ampliado a lo largo del tiempo”.
¿Quién es Sandra Ollo?
En 1979, Jaume Vallcorba fundó Quaderns Crema, una de las editoriales en lengua catalana del nuevo escenario democrático de aquellos años. Clásicos de la literatura en catalán, nombres de la cultura europea y jóvenes escritores que comenzaban su carrera convivían en un único catálogo. Veinte años después, Vallcorba crearía Acantilado, la editorial que ha resucitado en español a Montaigne, Stefan Zweig, Chesterton o Chateaubriand. Sandra Ollo está al frente de ambas editoriales, que gozan de una estupenda salud y celebran un doble aniversario: las cuatro décadas de Quaderns Crema y los veinte años de Acantilado.
Esta es la entrevista con Letra Global, que recuperamos ahora:
–¿Cómo valora el recorrido editorial de Quaderns Crema y Acantilado?
–Puedo analizar estos años basándome en el catálogo de cada una de las editoriales, puesto que, si bien me toca a mí celebrar el aniversario de Quaderns Crema y Acantilado, no estuve ni en su origen ni en sus primeros años de vida. Dicho esto, si repasamos los catálogos, la vigencia y el sentido de los títulos que los componen, y observamos cuál es la situación actual tanto de una editorial como de la otra, creo que la conclusión es más que positiva. Y esto me hace sentir más admiración aún por Jaume Vallcorba, que fue quien tuvo el ingenio, el instinto y las ganas de fundarlas. Y me hace sentir el orgullo de ser la persona a quien le toca celebrar esta larga trayectoria. Espero que, dentro de varias décadas, podamos celebrar más aniversarios: significaría que las editoriales continúan y siguen presentes para los lectores.
–¿Cuál era su relación con las editoriales cuando todavía no trabajaba en ellas?
–Yo conocía bastante bien Acantilado y seguía con atención todo lo que publicaba; de hecho, tenía muchos de sus libros y conocía la figura de Vallcorba, a quien había escuchado en conferencias en más de una ocasión. Por lo que se refiere a Quaderns Crema, fue una editorial que conocí por azar. Entonces yo no vivía en Cataluña. Estaba estudiando literatura norteamericana y trabajando sobre Lowell, uno de mis poetas favoritos. Buscaba traducciones de sus poemarios y encontré por casualidad Mort per la unió. Me quedé sorprendida, no podía creer que a alguien se le hubiera ocurrido la idea de traducir al catalán a un escritor como Lowell. Así fue cómo descubrí Quaderns Crema. Tiempo después conocí a Jaume Vallcorba y terminé trabajando con él en ambas editoriales.
–Quaderns introdujo autores que no estaban traducidos…
–¡Ni en castellano! Date cuenta de que Els morts per la unió es una edición de los años ochenta. Publicarlos traducidos al catalán revela el carácter valiente y audaz de Vallcorba y, por su puesto, de Quaderns Crema, cuyo catálogo es impresionante, heterogéneo y algo loco. Es la mejor representación de esa extraordinaria vocación cultural que tenía Vallcorba.
–En una entrevista, Vallcorba señalaba que, si bien toda editorial debía ser rentable, su objetivo tenía que ser cultural, no económico.
–Si no hay rentabilidad, es imposible hacer cultura. Vallcorba sostenía que una editorial es una cuestión de equilibrios muy sutiles. Si la parte empresarial no funciona, es inviable el proyecto intelectual que puede existir detrás. Si el proyecto intelectual no existe porque solo prima la parte empresarial, la editorial queda indudablemente desvirtuada.
–La traducción de la Comedia de Dante por parte de Micó y su éxito entre los lectores demuestra que la cultura vende.
–Claro. La cultura vende y la cultura interesa, pero para que venda e interese hay que esforzarse mucho y acercarla al lector. Acercar la literatura a la gente no significa desvirtuarla, en absoluto. Lo que sucede es que muchas veces la alta cultura se presenta de tal manera que asusta a los lectores y esto no puede suceder. Es imprescindible borrar los vestigios de exclusividad. En el caso concreto de la Comedia, queríamos que el lector entendiese lo fascinante y lo actual que es el texto de Dante. La Comedia no es un libro que ofrecemos como una reliquia que vale la pena recuperar; lo proponemos a los lectores porque está vigente, es divertido y se puede leer sin problema. Eso sí, para que el lector encuentre accesible un texto así necesitas de una buena traducción como la de Micó y presentar el texto en una edición que no apabulle con una excesiva erudición. La edición debe acompañar al lector, no dejarlo solo ante la enorme cantidad de referencias y alusiones. Pero nunca debe hacerle sentir que el texto no es para él.
–Otro de los grandes nombres que han publicado es Montaigne.
–Los ensayos de Montaigne son, ante todo, un libro extraordinariamente bien escrito; Montaigne es rebueno y, además, aunque está mal que yo lo diga, nuestra edición es soberbia. Es imposible que los ensayos te dejen frío. No hay ni una sola circunstancia de la condición humana sobre la que Montaigne no haya reflexionado. Sus ensayos son un libro de vida y de enseñanza, en el que te puedes ver reflejado y encontrar consuelo y guía. Es un libro de mesita de noche, para leerlo habitualmente.
–Si hablamos de la condición humana debemos mencionar a Balzac, uno de los primeros autores que se tradujeron en Quaderns Crema.
–Sí, fue una de las primeras traducciones. Posteriormente Vallcorba lo editó en castellano en Sirmio, la editorial que precedió a Acantilado. Balzac es otro de los grandes faros de la literatura. Me gustan los autores que te orientan en la vida. Balzac, Montaigne o Dante lo son.
–¿El éxito de Stefan Zweig era previsible?
–No lo creo, pero, de lo que no hay duda es que, previsible o no, Vallcorba supo ver la calidad de este autor. Se atrevió a publicarlo y supo explicarle a los lectores porque valía la pena leer a Zweig. Esto es algo esencial que debemos que hacer los editores. Eso sí, explicar al lector el porqué de un libro o de un autor no significa menospreciarlo o minusvalorarlo. Significa transmitirle el interés que tú tienes por lo que estás publicando y convencerle de que a él también le va a interesar.
–¿Queda mucho por publicar de Zweig?
–No mucho, pero todavía quedan algunos textos, que tenemos bien guardados en la despensa.
–Zweig resume uno de los intereses de Acantilado: la cultura centroeuropea.
–Yo hablaría de un interés por la idea de una Europa que no entiende ni de fronteras ni de lenguas. Tiene que ver con entender todo lo que nos rodea y con una manera de entender la cultura. De hecho, diría que tiene que ver con una manera de mirar que no se circunscribe solamente a autores europeos; la podemos encontrar en América, del Norte y del Sur, y en Oriente… No hemos explorado todos los continentes, pero sí hemos tratado de encontrar en todo el mundo las voces que se sitúan dentro de esta idea de cultura.
–¿Marc Fumaroli y su ensayo La república de las letras es representativo de esta idea de la cultura?
–No sé si Fumaroli suscribiría esta idea de Europa, pero sí que creo que el ensayo que citas, La república de las letras, representa el espíritu de nuestro catálogo. Fumaroli es uno de los grandes intelectuales de nuestro tiempo.
–En Acantilado han publicado ensayos de intelectuales y profesores universitarios, como Martí de Riquer, Esquirol, Compagnon, que trascienden el ámbito académico.
–Sí, hay muchos ensayistas de este tipo en el catálogo y más que habrá en el futuro. Muchos intelectuales y profesores universitarios se han dado cuenta de que una escritura enrevesada no es equivalente a tener un pensamiento más sofisticado o profundo. Es simplemente un pensamiento enrevesado. Se puede ser muy profundo y presentar una idea muy elaborada escribiendo de forma comprensible. Esto es lo que queremos: grandes ideas presentadas de manera cercana. Ya hay editoriales especializadas en ámbito universitario, nosotros buscamos otra cosa. Esto no significa que el lector no deba hacer un esfuerzo a la hora de enfrentarse a determinados autores, pero debe ser un esfuerzo grato y nutritivo. El lector no debe sentirse un inepto ante un galimatías incomprensible.
–Hablando de dificultad, Quaderns Crema editó el Parménides de Heidegger.
–No sé si yo me atrevería a publicar hoy a Heidegger, un filósofo que, por otra parte, me fascina, al que he estudiado y al que sigo leyendo.
–Ahora vivimos la cultura de lo fácil.
–En mi opinión, eso de que todo debe ser fácil es una idea equivocada. Cuando se habla de igualdad e igualitarismo se termina por igualar por abajo. Quiero pensar que todo el mundo puede aspirar a la cultura más elevada. Esta es la voluntad de Acantilado. No es fácil, pero se puede.
–Quaderns Crema ha publicado clásicos catalanes como Bernat Metge y otros autores contemporáneos, algo que también hace Acantilado.
–El diálogo entre clásicos y contemporáneos es muy importante para nosotros porque resume nuestra concepción de la literatura: no como una línea segmentada, o como algo se puede lonchear, sino como un río en el que los afluentes alimentan el caudal principal. En literatura todo está relacionado: la literatura medieval ilumina aspectos del Romanticismo que, a su vez, es imprescindible para comprender aspectos de la estética de la Generación del 27. Si concibes de esta manera la literatura, toda creación está interconectada y tiene sentido en su interconexión. Por eso en Acantilado no tenemos colecciones. Separamos sólo entre ficción y no ficción. Concebimos la cultura como algo que aglutina, incluso disciplinas distintas; no contemplamos la división entre ciencias y letras. Para nosotros todo se retroalimenta.
–Es destacable la presencia de libros sobre música. Si no me equivoco, es usted una gran melómana.
–No sé si soy una gran melómana, pero no podría vivir sin música, que es uno de los amores de mi vida. Ya con Jaume [Vallcorba], Acantilado publicó ensayos en torno a la música, pero es cierto que conmigo se han ido incrementando los títulos sobre este tema. Me interesa publicar libros de música que tengan enfoques distintos: unos son de carácter biográfico, otros tienden hacia la historiografía o analizan aspectos del fenómeno musical o la composición. La presencia de estos libros responde a mi gusto personal. No tengo formación musical y busco libros que me acerquen al conocimiento de la música para disfrutar más de lo que escucho. Me gustaría pensar que estos libros acompañan a los lectores durante la escucha de música, haciéndola más plena y consciente.
–¿A la hora de publicar, qué equilibrio establece entre su gusto y las tendencias?
–Huyo de las modas, los estudios de mercado y de lo que se supone que hay que hacer. ¿En qué me baso? En mi gusto. Por lo que se refiere a los libros de música, cuento con la colaboración de Benet Casablanca y Marius Bernadó. Ellos me proponen títulos que de otra manera yo no conocería. Benet es compositor y un hombre de una cultura vastísima. Marius no compone, pero es un gran especialista en música. No solo me sugieren títulos, sino que me explican la conveniencia de publicarlos. Evidentemente, hay libros que escojo yo por mi cuenta. La mayoría de las veces tengo claras mis elecciones, pero si tengo dudas las consulto con ellos para no tener ningún tropiezo. Puesto que no soy una especialista, puedo leer un libro sobre Wagner que me parece fascinante, pero a lo mejor lo que cuenta ya se ha dicho. De cosas así me alertan Benet, Marius, Ramón Andrés o Luis Gago. Todos tienen un bagaje que yo no tengo.
–¿Cuán presente tiene al lector a la hora de decidir qué títulos publicar?
–Al lector lo tengo presente siempre: sin ellos, no existimos, pero no pienso en qué les gusta para dárselo, sino en aquello que les puede llegar a gustar. Trato de encontrar la manera de seducirlo. Busco despertar nuevos intereses.
–¿Quaderns Crema y Acantilado tienen lectores distintos?
–Efectivamente. El lector de Quaderns Crema y el de Acantilado son diferentes. Y no es por la lengua, sino por el aroma de cada uno de los sellos. Quaderns Crema se permite cosas más audaces que responden al carácter más canalla y transgresor del sello. Ahora estamos encartelando Barcelona para celebrar sus cuarenta años. Es una manera un poco gamberra de hacer las cosas. Una forma, no nostálgica, pero sí amorosa, de volver a ese espíritu de los años setenta y ochenta. Cuando Quaderns Crema celebró sus primeros quince años ya lo hicimos. Hoy nadie cuelga carteles. Vamos en contra de la moda, pero es yendo contra lo moderno que uno termina siéndolo.
–La traducción es una pieza clave en ambas editoriales.
–El sesenta o setenta por ciento del catálogo de Acantilado –algo menos el de Quaderns Crema– son traducciones. Esto supone tener una nómina de traductores de confianza, con mucho músculo. Como ya hacía Jaume, pionero en esto, siempre traducimos directamente de la lengua original, no utilizamos una lengua interpuesta. Hemos tenido que buscar traductores de lenguas como el yiddish, el serbio o el ucraniano.
–En Quaderns Crema empezaron a publicar Monzó o Pàmies.
–Esto siempre ha sido así, pero hace dos años reafirmamos nuestra voluntad de incorporar nuevos autores y, de hecho, nuestro propósito es intentar tener cada año una nueva voz en catalán. No es fácil, cuesta encontrar nuevos autores, pero hay que tratar de conseguirlo. En Acantilado no publicamos tantísimos libros escritos en castellano, pero obviamente hay que ir renovando la savia. Como te decía, no es fácil: cuesta encontrar un texto que se adapte a tus gustos y a tu concepto de novela o de ensayo.
–¿Cuántas veces le han preguntado si Acantilado dejará de ser independiente?
–Muchas…
–¿Se siente remando a contracorriente?
–No sé si a contracorriente, pero sí remando con marejada. La situación cada vez es más compleja, pero también es cierto que mantenerte en una posición genera las simpatías de mucha gente. No me preocupa ir a contracorriente, sino que ser independiente no suponga más problemas, que no son pocos a la hora de comprar determinados derechos de autor. No podemos competir económicamente con un gran conglomerado editorial, así que tratamos de darle a los lectores algo distinto.
–El capital económico es una cosa; el capital cultural, otra.
–Como en la vida. Tú tienes unas características físicas e intelectuales y aprendes a sacarles partido. Con la editorial ocurre lo mismo: tienes que sacarle partido a lo que posees, competir y saber dónde puedes competir. El sello cultural, el trato personal y la manera de trabajar son unas virtudes que tú puedes ofrecer a un autor para que confíe en tu editorial.
–¿La crítica ha perdido el poder de prescripción que poseen los libreros?
–Los libreros siempre han sido los grandes prescriptores. Lo eran antes y lo son ahora incluso más todavía, porque la prescripción ya no está en los canales habituales, como la prensa o las revistas especializadas. Los canales se han diversificado, pero los libreros siguen siendo una pieza clave. Son nuestros primeros lectores. Si a un librero le gusta un libro tuyo lo va a recomendar. Todas las librerías que han surgido en los últimos años, que son independientes y tienen una vocación cultural clara, hacen un trabajo esencial de propagación cultural. Son mucho más que un lugar donde comprar libros. Son centros de cultura.