Retrato de Valle Inclán / GOOGLE

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Letras

Valle-Inclán, personajes y argumentos

El ciclo literario de las 'Sonatas', escritas con una prosa expresionista y visionaria, sensorial y plástica, muestra cómo el escritor gallego sacrifica las tramas en beneficio de los escenarios

1 mayo, 2023 18:15

El Valle-Inclán que afronta la escritura de la primera de sus sonatas tiene dos problemas a punto de convertirse en dolores de cabeza. No es un narrador bisoño, viene de escribir un puñado de soberbias narraciones perversas donde ha desarrollado y sofisticado los recursos de una prosa sensorial y plástica, muy sensible al paisaje (que puede absorber por cualquiera de sus sentidos) y que le permite también desplazarse con autoridad por las emociones interiores y cómo se reflejan en la piel, la respiración y los ojos.Y es ya, por supuesto, un maestro del diálogo.

Pero las dos dificultades están ahí, visibles para cualquiera que no entre en la novela con fervor creyente: Valle no sabe qué muy bien qué hacer con el personaje y se enreda con el argumento.Cuando arranca la Sonata de Primavera el marqués de Bradomín es menos un personaje que la prolongación de un estereotipo: el del seductor. Aunque con el paso de las sonatas Valle aprenderá a herirle con la edad, el remordimiento y el deber, en la primavera de su vida el marqués está más cerca del ideal que de la carne y el hueso. Valle sitúa a Bradomín en un escenario italiano, eclesiástico, previsible y artificioso, que le permite soltar ráfagas de elegante y cuidada prosa, que se inclina hacia lo lánguido, una belleza macerada.

Un escenario donde Bradomín, seamos serios, anda un poco perdido, exhibiendo y escondiendo su fama, y jugando a seducir a una bella joven cuya envidiosa madre quiere desterrar a un convento. Las transiciones de la joven de la piedad a la pasión contenida, extravagantes de por sí, quedan rematadas por la sorpresiva truculencia final. Todo esté aparatoso despliegue obedece a una imaginación inmadura (en su precipitación y en sus crestas melodramáticas) que deja al lector un poco apurado.

Valle Inclán, sonata de primavera

Cuando la primavera da paso al verano nos encontramos a un marqués que parece rejuvenecido en relación al que conocimos en el decadente escenario italiano. Herido por una pérdida de amor de una manera que el Don Juan de Byron nunca se hubiese permitido, Bradomín parece haber desarrollado dimensiones interiores más complejas. La acción empieza en un barco de camino a México, y durante la travesía asoman salientes de introspección, el marqués ya no es un vampiro de presente

En cuanto el marqués pisa el suelo de México la prosa de Valle, que ya era viva, alcanza una calidad visionaria única. El paisaje, el calor abrasador, la selva, la humedad, los caballos, la languidez y la brutalidad, la presencia de algo antiguo en un continente nuevo se combinan en un aguafuerte casi lisérgico inédito en la prosa castellana. En el contexto de la literatura universal el único que se me ocurre capaz de medirse con el expresionismo preciso de esta sonata es el McCarthy de Meridiano de sangre.

La calidad de la prosa descriptiva de Valle se sostiene durante toda la sonata, pero el desarrollo de la acción no tarda en volver a darle problemas. La niña chole y su trama de incesto, pasión, devoción interracial y lomos sudorosos (de caballos y de esclavos negros) parece el reflejo desatado de una imaginación inmadura. Las aventuras y desplantes del marqués parecen escritas por el mismo Valle que se divertía escandalizando a los periodistas con fábulas bizarras sobre sus aventuras como miliciano y la pérdida de su brazo.

Valle Inclán, sonata de estío

La desbocada acción es divertida por exagerada pero es imposible convencerse por completo de que el propósito de Valle fuese paródico. Más bien parece que está escribiendo en serio, perdido en una trama desbocada que se precipita hacia un fantasía oriental (mexicana) que Edward Said hubiese aceptado destripar.

El Valle que nos encontramos en Sonata de Otoño es un escritor cambiado. Nada nos lleva a desconfiar que el cambio refleje un plan de composición previsto de antemano para el ciclo. Valle habría dispuesto que el avance de las estaciones (del despertar de la vegetación a la llegada del frío) vehiculase el progreso vital de Bradomín hacia la serenidad, la resignación y la decadencia. Ya hemos señalado la curiosa disonancia por la que el marqués primaveral parece más cansado y viejo que el veraniego, arrastrado por un poder del que Valle será cada vez más consciente: la fuerza del escenario.

No se puede ser más joven en un palacio italiano anciano como la historia que entre loscómo ardores juveniles de un pueblo en plena revolución. Pero en Sonata de Otoño todo ha vuelto a su sitio, el plan vuelve a encajar. Bradomín se pasea sereno y paciente por un escenario casi estático: el palacio (rico en fuentes que hablan solas y setos que forman laberintos) donde acude para cuidar a una antigua amante que lo rechazó por cuidar de un marido al que nunca quiso y que ahora se muere. Valle retiene el brío de su prosa en una sucesión de escenas lentas, propias de una despedida de la vida y de sus cuidados, que resuelven sus problemas con el argumento.

Valle Inclán, sonata de otoño e invierno

El libro progresa entre silencios, conversaciones pausadas, desplazamientos lentos del clima, visitas y recuerdos. Nada interfiere en el despliegue de la prosa, incluso los momentos más dramáticos (la aparición de las hijas de Concha, el reanimar de la pasión y los remordimientos) se encadenan sin estridencias. En buena medida porque la carga de escándalo que le suponía Valle está por completo desactivada.

El equilibrio perfecto que alcanza Sonata de Otoño vuelve a desbaratarse en Sonata de Invierno. Pero esta vez el desequilibro no se debe a la inmadurez imaginativa ni a un personaje demasiado obediente al ideal. Al contrario, Bradomín alcanza un toque de patetismo humano que le beneficia. Con la cabeza inundada de canas, con el mínimo de intentonas seductoras para no desmentir lo que el lector espera del personaje y decidido a cumplir con sus deberes aristocráticos hacia el rey... la única recompensa que obtiene es la amputación del brazo izquierdo. El casi incorpóreo seductor se ha degradado (o elevado) a una masa de carne que enferma y envejece; si el marqués invernal es símbolo de algo será del paso del tiempo sobre el cuerpo y la conciencia.

Lo que desestabiliza Sonata de Invierno es que detrás del personaje se está organizando una trama política, relacionada con el futuro del rey al que el marqués ofrece una lealtad sin cinismo. Las fuerzas se posicionan y las intrigas se multiplican. Y si no terminamos de ver con claridad los movimientos es porque Bradomín ocupa el primer plano del escenario.Valle cumple con los propósitos del ciclo (la agitación de fondo no es imprescindible para contar la caída del marqués en la edad) pero en varias ocasiones casi sentimos el esfuerzo por retener su curiosidad por lo que se mueve en segundo plano y que pide a gritos más desarrollo. El ciclo de las guerras carlistas está llamando a las puertas de la imaginación de Valle, proponiendo nuevas soluciones para los problemas del personaje y el argumento.