La traducción en las revistas literarias
La disciplina que nos permite descubrir autores y obras escritas en otras lenguas cuenta con su propio espacio (aunque sea irregular) en las revistas literarias en español
16 enero, 2020 00:00Las medicinas surten su efecto en dosis pequeñas, ajustadas en ligeras tomas. Un exceso no solo sería perjudicial, sino nocivo. Es lo que sucede con las revistas literarias, que presentan en muestras breves, sometidas a la limitación de espacio, la obra de sus colaboradores. Bien seleccionados, los relatos o poemas que se publican en cada número dan una imagen más favorable que un centón: poco atractivo es un volumen de obras completas, acaso de un desconocido; ahora bien, a modo no de ración sino de canapé; no para el hartazgo sino para el estímulo y aperitivo, un vislumbre atrae.
Existen revistas dedicadas íntegramente a la traducción, como la británica Modern Poetry in Translation, que junto a un buen plantel de poetas individuales en cada número ofrece monográficos de diferentes países y lenguas. En España, las traducciones, sobre todo de poesía, hallan también su hueco en las publicaciones periódicas. Así sucede con la asturiana Anáfora, que siempre incluye una sección dedicada a ellas. En el último número, el 17, comparte tres rubaiyat de Omar Jayam a partir de la célebre versión de Edward Fitzgerald a cargo de Victoria León, traductora que siempre ha sido muy laboriosa y que ahora, además, se ha estrenado como poeta ella misma con Secreta luz (Premio Hermanos Machado). De Heinrich Heine se proporcionan los versos de “Hubo una vez en que tuve una patria muy hermosa”, traducidos por Daniel Fernández Rodríguez.
En Valencia se edita Crátera. En el número 5 se pueden leer en el tramo titulado “Traducción”, frutos de la rumana Nora Iuga, la iraní Soodabeth Saeidnia, el italiano Milo de Angelis, la búlgara María Lipískova, y el francés de origen vasco Jean-Claude Goiri, respectivamente traducidos por Elisabeta Botan, Antonio Martínez-Arboleda, Andrés Navarro, Margarita Todorova y Miguel Ángel Real. Estos poemas se brindan solo en español, sin posibilidad, aunque fuera a pie de página, de consultar los originales. Sin embargo, en el grupo de páginas dedicadas a la poesía otros autores en diferentes lenguas se codean con los que escriben en castellano. No parece el más práctico de los criterios maquetar primero el original y a continuación la traducción, en vez de hacerlo en páginas enfrentadas: esto, en poemas de mediana extensión, como algunos de los publicados, resulta incómodo para el lector comparativista o que puede seguir más o menos el original a falta de algunas palabras que se le escapen.
Nayagua, de la Fundación Centro de Poesía José Hierro, ha alcanzado su número 30. Aquí (la edición es solo digital) se hallan colaboraciones, traducidas, de la gallega Olalla Cociña, del maltés Antoine Cassar y de la estadounidense Martha Rhodes. Traducen Gonzalo Hermo y Luz Pichel, Carmen Herrera Castillo y Teresa Soto. La presentación es bilingüe. La veterana Barcarola no incluye en su último número (90) traducciones, pero no faltan en los anteriores. En el 89, “Recorrido por la poesía irlandesa del siglo XX. Introducción, selección y traducción: José Manuel Correoso Rodenas”. Los originales de W. B. Yeats, Thomas Kinsella, Seamus Heaney y Nuala Ní Dhomhnaill comparecen a pie de página, aunque en el caso de la última hay que decir que se ha perdido la primera estrofa y que la traducción, aunque sea el original en gaélico irlandés el que se transcriba, ha sido realizada a partir de la hecha al inglés por Michael Hartnett: lo delata, por ejemplo, ese is a bhíos is mé i mo leanbh traducido “tan sana como cuando era joven” (en inglés, “as I was when young”) cuando en realidad leanbh no es el adjetivo “joven” sino el sustantivo “niño/a”.
La no menos veterana Turia, ya en su número 131, ofrece la traducción de ocho poemas (alguno muy breve) de la neerlandesa Judith Herzberg, adelanto de su libro Todo lo que es pensable, que verá la luz en Pre-Textos, una de las editoriales que más cuida la traducción, en este caso a cargo de Ronald Brouwer. No se incluye el original, como es costumbre en esta revista. También lo es la prepublicación: en el número 129-130 se ofrecían sendos fragmentos de novelas inéditas de Peter Handke (traducción de Anna Montané Forasté) y de Allan Hollinghurst (Gemma Rovira).
Otra revista que no olvida las traducciones es la ya también longeva Clarín, que lo hace bajo en muy pertinente título de “Metamorfosis”. Su número 141 permite leer a Ingeborg Bachmann gracias a Andrés Catalán y Lucía Martínez, y a Kostas Vrachnos merced a Fruela Fernández. Los escoltan el texto alemán y el griego.
La traducción es como el resto de la literatura: un juego de exigencias. Lo declara, respecto de la segunda, el narrador de una novela breve de César Aira: “En literatura, lo que cuenta es el detalle, y la atmósfera, y el equilibrio justo entre ambos. El detalle preciso, que cree visibilidad, y la atmósfera evocadora y abarcadora, sin la cual los detalles serían un catálogo desarticulado”. Ambas cosas las hay en la mayoría de estas traducciones vertidas con cuentagotas en estas revistas con las que estamos en deuda.