Jacobo Siruela: "La modernidad actual no ha salido del siglo XIX"
El editor de Atalanta reivindica la imaginación como forma de conocimiento y los libros que permiten a la sociedad hacer un ejercicio de memoria
10 junio, 2019 00:00Dentro del mundo de la edición, Jacobo Siruela no necesita presentación. En 1982 fundó la editorial Siruela y publicó su primer libro, Sir Gawain y el Caballero Verde, con el que inauguró una colección de literatura medieval en la que se publicaron obras hasta entonces inéditas en España. Publicó a Borges, nos descubrió a Robert Walser, recuperó autores como Italo Calvino y Carmen Martín Gaite y divulgó a George Steiner, Cees Nooteboom o Hans Magnus Enzensberger. En 2005 vendió Siruela y, junto a Inka Martí, fundó Atalanta, una editorial dedicada al relato breve y al ensayo, principalmente filosófico. La memoria y la imaginación son dos de los ejes de un catálogo donde conviven autores clásicos de la literatura oriental, fantástica, poetas como Rimbaud o los ensayos de Joseph Campbell o Alain Daniélou.
–En su libro, El mundo bajo los párpados, escribe: “El mundo dejará de ser una gastada lucha de contrarios cuando la física conviva con la metafísica y la biología con la psicología”. Propone que los opuestos se conviertan en complementarios. ¿Esta idea sustenta su catálogo, donde distintas disciplinas conviven juntas?
–No es una cuestión fácil. Evidentemente, como en casi todo, se establece una lucha de contrarios, pero lo que no hay que hacer es suprimir al contrario, que siempre va a existir. Si tienes una tesis, le va a seguir la antítesis y, como decía Hegel, al final una síntesis. La idea de los complementarios es importante para Atalanta, aunque no puedo decir que haya nacido a partir de estos presupuestos. Atalanta nació como una planta, de una manera muy natural, y se ha ido haciendo así. Ahora, después de 120 títulos, se puede decir que el catálogo responde a una forma de pensar orgánica, pero ni predeterminada ni forzada.
–La coherencia del catálogo hace pensar que desde el inicio había un plan.
–Había un plan, pero era un plan por omisión. Nos planteamos que si todo el mundo se dedica a hacer novela y hay muchas editoriales que publican novelas, nosotros debíamos optar por una editorial que no hiciera lo que hacía todo el mundo. Por eso nos dedicamos al cuento y al ensayo. ¿La actualidad es lo que más vende? No. Nuestra cultura necesita hacer un ejercicio de memoria. Y luego nos interesaba la imaginación no en cuanto escapismo, sino como herramienta de conocimiento. Por eso hicimos la colección Imaginatio Vera.
–El mundo bajo los párpados es una reflexión sobre el sueño como origen de ideas políticas, filosóficas y artísticas.
–El libro es un ensayo narrativo en el que se cuentan historias que se van entrelazando. Creo que se trata de un libro muy original, porque nadie ha escrito ninguna historia de los sueños, algo que quería hacer en un primer momento y que implicaba que El mundo bajo los párpados tuviera dos tomos, pero no tuve la fuerza para escribir el segundo. El sueño es una ventana al otro mundo, es decir, al mundo secreto, al inconsciente. A través de esta puerta podemos ir descubriendo cosas que quedan fuera de la cultura, el periodismo y nuestra manera de vivir. Me interesaba investigar esto, lo que está más allá de lo que vemos. Este interés no solo se refleja en El mundo bajo los párpados. Está también en la base de Atalanta, a través de cuyo catálogo investigamos lo que hay más allá de las grietas del edificio de la cultura.
–¿La mitología o la religión, dos disciplinas muy presentes en el catálogo, permiten adentrarse en estas grietas?
–Exacto. La gente tiene una idea muy precaria acerca de lo que es la religión. Cree que consiste en la fe del carbonero e, incluso, hay mucha gente religiosa que tiene una religiosidad ingenua. Pienso en los creacionistas. Como dice Campbell, a quien hemos publicado, las religiones son de alguna manera las máscaras de Dios, nunca el rostro, que es el misterio supremo. En el siglo XX ha habido excelentes historiadores de las religiones que las han explicado. Lo bueno del siglo XX es que tenemos información de todo y personajes interesantísimos. La psicología, la historia de la religión y la filosofía del siglo XX nos acercan a las religiones de una manera nueva y compleja. Y la mitología, disciplina que a mí me gusta mucho, es otra forma de conocimiento. Piensa en la mitología griega que, además de ser una forma de poesía excelsa, es una forma de conocimiento porque es la psicología de la antigüedad. En los mitos está todo el espectro de lo humano. A través de los dioses conocemos la interioridad de los seres humanos.
–La mitología es uno de los relatos fundacionales de la cultura occidental.
–Evidentemente. Se piensa que no vivimos sujetos a mitos y, sin embargo, no es así. Claro que vivimos sujetos a los mitos, solo que los de hoy en día tienen un fuerte contenido emocional, pero muy poco contenido interior. El mito de la tecnología: hay gente que se cree a pies juntillas que vamos a vivir 130 años, que todo va a ser automático, que vamos a ir a Marte… Todo esto es un mito. Recuerdo que tenía 15 años cuando vi 2001, Odisea en el espacio, una película en la que nos pintaban el 2001 de una manera que poco tiene que ver con lo que fue y con lo que es el mundo de hoy.
–En torno a la tecnología, hay todo un imaginario literario y cinematográfico que muestra las grietas de la tecnología como mito.
–Vamos a hacer una antología de ciencia ficción que se titulará Machina Mundi y que girará en torno a este imaginario tecnológico que los escritores han sabido ver muy bien. Volviendo a lo que comentaba antes: los mitos siguen existiendo. Actualmente hay dos principales, uno es el de la tecnología y el otro es el de la naturaleza. Yo ahora estoy interesado en la naturaleza, es uno de los grandes temas de nuestro siglo y nos obliga a redescubrir qué es la vida. La naturaleza es la vida auténtica y no tiene nada que ver con la idea mecanicista que hemos heredado de filósofos como Newton o con la idea de Descartes de una vida desprovista de alma. No, la vida no es esto. Los biólogos, los botánicos, los geólogos… todos saben que, como decía la mitología griega, todo es natural y todo es divino. Todo está lleno de dioses. ¿Qué quiere decir esto?
–Imagino que es un lenguaje metafórico.
–Claro, no se puede considerar literalmente esta afirmación. No se trata de que haya un Dios en cada flor. Decir que todo está lleno de dioses es un símbolo y alude a que, de alguna manera, las flores, como las células, como los árboles, piensan y sienten. Esto lo ha descubierto la biología, por mucho que los neodarwinianos quieran seguir con la idea determinista según la cual todo es ciego. En absoluto. La vida decide y toma decisiones. Hay que comprender la naturaleza para luego imitarla.
–El elemento simbólico está muy presente en la literatura fantástica, un género que usted ha trabajado mucho y el título de la antología publicada por Atalanta, A través del espejo, que remite no solo a la idea de máscara –el reflejo como visualización de otro– sino a la idea de penetrar en ese más allá de lo materialmente perceptible.
–El símbolo del espejo es muy complejo y no es el caso de analizarlo aquí, pero sí es cierto que la literatura fantástica permite indagar en ese más allá. Yo he sido siempre muy aficionado a la literatura fantástica. Empecé editando literatura medieval, que nadie editaba. Me interesa la Edad Media desde un punto de vista histórico y cultural. Al contrario de lo que se dice, no es una época oscura. No hay más que ver una catedral gótica. En todo caso, era una época ingenua, en la que se olvidó todo lo que se sabía, pero fue un periodo simbólico. A partir de aquí empecé a interesarme por la literatura fantástica. Edité la biblioteca de Borges, que para mí fue mi maestro en literatura. A través de Borges conocí la literatura fantástica y, a lo largo de los años, he ido investigando dentro del género hasta que, ya en mi madurez, publiqué en Atalanta esta antología a la que te referías, A través del espejo.
–El fantástico es un género que indaga en lo que está más allá de lo cognoscible o de lo sensible y en la relación entre lo real y nuestra percepción subjetiva del mundo.
–Cuando yo empecé con la literatura fantástica en los ochenta, el mundo intelectual la despreciaba, considerándola literatura de segundo orden. Se pensaba que la gran literatura era la realista, la literatura seria. A partir de Borges, y durante esta última década, se ha visto que este desprecio no tenía sentido. Stevenson es uno de los mejores escritores del XIX, tan bueno como Dickens. Hablemos, por ejemplo, de El Aleph o de La metamorfosis, ¿hay unos relatos mejores en el siglo XX? No. Y resulta que tanto el texto de Borges como el de Kafka pertenecen a lo fantástico, donde se establece una relación entre el mundo interior y el mundo exterior. El mundo exterior es el que percibimos con los sentidos, pero lo auténtico sucede en el mundo de la experiencia interior, donde reside nuestra verdadera realidad.
–En la obra de Borges convive la literatura con la filosofía, la religión, las matemáticas…
–Casi todas las lecturas de Borges eran de filosofía metafísica. Borges es el mejor maestro de literatura. Al vivir en un país que es como un exilio transoceánico, se interesa por todas las culturas y por todos los tiempos: la literatura americana, la asiática, la europea…Todas. Vivimos en un mundo global y debemos ver las cosas desde una perspectiva global aunque, desgraciadamente, la única globalización que se ha conseguido es la del capitalismo económico.
–Desde Atalanta han recuperado obras provenientes de la cultura oriental.
–Sí, hemos publicado el Yijing, La historia del Genji, El erudito de las carcajadas y ahora vamos a publicar las Upanishads.
–La cultura oriental se conoce muy poco por parte del gran público.
–Un día un librero me dijo que los cuentos no se vendían porque requieren mayor esfuerzo que una novela: cuando tú lees una novela, haces el esfuerzo las 15 primeras páginas; luego ya estás metido en la historia. Sin embargo, lo cuentos requieren una atención continua, cuando terminas un relato debes esforzarte con el siguiente. Estadificultad la volvemos a encontrar en textos procedentes de otras culturas o de otro tiempo. Para adentrarse en un texto de otra cultura es necesario leer textos complementarios que te ayuden a entenderlo. Este esfuerzo se compensa con el placer que termina aportándote la lectura.
–Ahora existe la tendencia a pensar que la cultura debe ser fácil.
–Sí, esta es la idea que predomina. La cultura como consumo, pero, en realidad, no tiene nada que ver con el consumo. Lo que pasa es se quiere consumir cultura como se consume cualquier otra cosa.
–¿Cómo pensó el catálogo de Atalanta en relación a sus lectores, a los que se les presupone una formación y un interés cultural elevado?
–Nos lanzamos un poco a lo loco, pensando que si a nadie le iba a interesar lo que queríamos hacer cerraríamos el tenderete y punto. Es muy interesante encontrarse con los lectores. Nos hemos dado cuenta de que tenemos muchos jóvenes. Esto nos indica que vamos por un camino apropiado, con futuro. Tenemos lectores no solo en España, sino en México, Colombia, Argentina…La editorial nunca ha pretendido hacer grandes números ni publicar muchas cosas.
–Creo que no le interesaba el ebook, que prefiere hacer libros que perduren.
–Cuando salió el ebook nos posicionamos en contra porque lo que nos interesa es hacer libros reales y sensuales. Nos tacharon de retrógrados y de nostálgicos. Un libro es actual o no dependiendo de su contenido, no de su continente. El ebook ha fracasado, lo cual no solo me alegra, sino que, como digo en tono de broma, refuerza mi idea de que el libro es un arquetipo platónico y, por tanto, es eterno. Estamos habituados al libro. Y la pantalla no es buena para el desarrollo cognitivo. Los ejecutivos de Sillicon Valley envían a sus hijos a colegios donde no hay ordenadores. La tecnología tiene cosas buenísimas y Atalanta, que es la única editorial en la que se trabaja desde el campo, no hubiera existido sin los ordenadores, pero, por otro lado, ya conocemos todos los lados negativos de la tecnología.
–¿Tacharle de retrógrado tiene que ver con su mirada crítica hacia la modernidad?
–De lo que estoy convencido, después de años de lecturas, es que la actual modernidad no ha salido del siglo XIX. Seguimos con las premisas decimonónicas. El materialismo o los nacionalismos son buenos ejemplos, pero no los únicos. Seguimos teniendo los mismos esquemas mentales de entonces. No hemos asimilado la física cuántica ni nos hemos dado cuenta de que ya no hay vanguardias. Desde hace cincuenta años hay manierismo, aunque lo llamen vanguardia. Todo se inventó entre 1890 y 1920. En arte podemos decir que la vanguardia llegó hasta los años sesenta, pero a partir de entonces todo ha sido repetición. No hay ningún shock of the new. Seguimos con muchos tics del siglo XIX, no hemos cambiado las estructuras antropológicas de la mente.
–¿Por qué?
–En parte se debe a la especialización. Ortega y Gasset decía que la especialización era la barbarie del especialismo. La especialización es necesaria, pero que hayan eliminado de las escuelas la filosofía es algo dramático, sobre todo en un continente como Europa, que tiene un pasado tan rico. Nos estamos volviendo ignorantes. Es mucho más fácil comprender la actualidad que un cuadro del Renacimiento o una escultura barroca. La imaginación es fundamental: convierte la imagen exterior en símbolo. Es decir, una imagen que solo se puede percibir exteriormente empieza a tener un contenido interior gracias a la imaginación. El símbolo, por tanto, es una imagen que significa otra cosa y es muy importante recuperar esta otra cosa que hay en la realidad, en la experiencia, en el arte. En caso contrario, viviremos en un mundo vacío, donde la lectura excesivamente literal de las cosas se convierte en idolatría.
–Esta lectura literal fue ya puesta en duda por la Fenomenología o por la Teoría literaria.
–Cierto, pero la ciencia académica sigue apegada a ella. Actualmente la única disciplina que tiene prestigio es la ciencia, si bien solo habla del mundo material. Sin embargo, existe algo más que el mundo material. La ciencia nos habla solo de una parte del mundo. Cuando hablamos de materia tenemos que pensar que este concepto no tiene nada que ver con la idea del XIX. Si unimos todo lo que ha pasado en el siglo XX, desde la psicología hasta la física cuántica, pasando por la teoría de las cuerdas, pondríamos en duda la mentalidad decimonónica y materialista que tenemos. No lo hacemos porque existen intereses creados. El poder, incluso el académico, está a favor de conservar esta mirada materialista. Cuando empecé a publicar determinados títulos me decían que eran un esotérico y un romántico. ¿Por qué? Porque la ortodoxia del pensamiento materialista se está comportando como se comportaba antes la iglesia.
–Usted se define como platónico, pero yo diría que es fenomenológico.
–Sobre todo, soy fenomenológico. Soy platónico en cuanto a los arquetipos, pero también soy fenomenológico porque la realidad está compuesta por fenómenos. Con el tiempo me ha ido interesando cada vez más la fenomenología interna, es decir, la Psicología y el Psicoanálisis
–No sé si Freud aceptaría que el Psicoanálisis fuera definido como Fenomenología.
–Freud puso el dedo en la llaga: descubrió el inconsciente, pero quien nos lo hizo comprender fue Jung. Obviamente, hablo desde mi punto de vista, habrá muchos que dirán que esto no es así…
–Opiniones dispares siempre las hay. Piense en las interpretaciones que suscita la obra de Lacan.
–Para mí Lacan es demasiado intelectualismo francés, mientras que Jung es quien estuvo realmente en la punta: estudió todos los fenómenos psíquicos de la historia, tuvo experiencias de todo tipo, desde depresiones hasta episodios parasicológicos. La experiencia de Jung es total. Es tan grande que al mundo académico le genera reservas, puesto que rompe estructuras. El problema de Jung es que es muy complejo de leer, mientras que Freud era un gran escritor. Jung no lo era; pero sus textos son fascinantes.
–¿La poesía de Rimbaud o Blake es una forma de explorar, desde otro punto de vista, lo simbólico?
–Exacto. En general, los poetas son visionarios, personas que a través del arte logran simbolizar cuestiones muy profundas. Blake es un poeta que resulta más complicado que Rimbaud. Blake es un místico que lleva la imaginación hasta los puntos más profundos. Y luego está Octavio Paz, que es una maravilla como poeta y como ensayista.
–Paz es uno de los mejores lectores de poesía del siglo XX.
–Sin duda. Yo lo conocí y fue un privilegio. Tuve una relación de amistad muy estrecha con Álvaro Mutis y la tengo con Lobo Antunes. Con Paz no tuve tanta, solamente le publiqué un texto en El Paseante. No era una un hombre fácil, pero le adoro y suscribo la mayoría de las cosas que dijo. Y después está Borges… era muy joven cuando le conocí y él era muy mayor, así que, desgraciadamente, le conocí poco. Con Italo Calvino sí tuve mayor relación.
–Calvino es otro de los grandes lectores del XX.
–Es un autor que poco a poco se ha ido revelando con un gran escritor. Se parece a Stevenson: cuando Calvino hace la trilogía con El barón rampante, El vizconde demediado y El caballero inexistente se piensa que es un autor de literatura fantástica, fácil. Con Seis propuestas para el próximo milenio y con sus novelas Palomar o Si una noche de invierno… se revela como un autor experimental que creaba algo nuevo en cada novela.
–Usted publicó a Robert Walser en Siruela, ¿qué importancia tiene la figura del editor como descubridor de nuevas voces literarias?
–Yo no le doy mucha importancia a esto: los descubrimientos son azarosos y tampoco esconden ningún secreto, y menos ahora, cuando todo se ha profesionalizado. Un editor puede tener buenos contactos y fuentes de información. Lo importante no es el descubrimiento, sino la coherencia del catálogo. Los descubrimientos son fruto de fuentes de información, pero lo que hace sólido un catálogo es que no sea un cajón de sastre.
–Atalanta está en el Ampurdán. ¿Por qué esta lejanía de los circuitos culturales?
–Fue mi propia experiencia personal la que me llevó a alejarme de Madrid, donde paso temporadas, igual que en Salamanca, porque, además de la literatura, me dedico a la agricultura. Hay una voluntad de alejamiento para poder ver las cosas más claras. En el mundo deberían crearse pequeños grupúsculos civilizados fuera de las grandes ciudades, que son carísimas y están contaminadas. Atalanta sigue su propio camino.