La doctora en Filosofía Begoña Román (1965), especializada en bioética Wikimedia Commons
Begoña Román: "La mejor manera de mantener al pueblo en la ignorancia es acabar con sus ganas de conocimiento"
Durante el coloquio 'Verdad y ética: una relación ineludible', la doctora en Filosofía Begoña Román subrayó la necesidad de orientar la búsqueda de la verdad hacia el bienestar del ser humano, un propósito que la posverdad está erosionando al debilitar, con gran peligro, el interés por conocer la verdad misma
La verdad como concepto y su evolución es una de las cuestiones que más ha preocupado al ser humano. La percepción del público general la asocia sin discusiones a la ciencia, a la que considera productora de verdades absolutas. Este pragmatismo radical de las sociedades tecnológicas ha relegado a un segundo plano a la filosofía, y la reflexión que desde el inicio de los tiempos ha dedicado a la verdad. Pero, en tiempos de posverdad, cuando esta ha dejado de ser un asunto relevante, parece todavía más complejo determinar su conexión con la ética.
Y, sin embargo, se trata de un "vínculo ineludible", tal como destaca la doctora en Filosofía Begoña Román (Petrel, 1965).
Presidenta del Comité de Ética de los Servicios Sociales de Cataluña, y vocal, entre otros, del Comité de Bioética, Román impartió la tercera sesión del ciclo 'Pensar y hacer: el problema filosófico de la verdad' el pasado martes en el Centre Cultural El Carme de Badalona. Bajo el título 'Verdad y ética: una relación ineludible', la filósofa y académica incidió en la importancia de recordar por qué el ser humano precisa de la ética y de la verdad, juntas.
Begoña Román Wikimedia Commons
Sobre la verdad
Aunque saber si el ser humano se acerca o no a la realidad tal como es siempre será un problema filosófico, la doctora argumentó durante el coloquio que, dentro de su entorno y de una forma práctica, este aspira a encontrar “una brújula que le ayude a comprender y prevenir los hechos que le afectan”. Es decir, requiere de cierta 'verdad' para orientarse.
La ciencia, en este sentido –aclaró–, busca conocer la res (en latín, “las cosas”, la realidad o los hechos); la filosofía, situándose por encima, se encarga de analizar cómo sucede esta aproximación y se pregunta, por ende, si el ser humano puede ciertamente acercarse a ella. Y, según el idealismo kantiano, el sujeto no puede más que constatar su visión limitada de la realidad, el fenómeno, que no la realidad en sí misma: se non è vero, è ben trovato. Tal como explicó Román, “la verdad se definió a partir de entonces, y hasta nuestros días, como un consenso intersubjetivo”.
Sobre la ética
¿Y la ética? ¿Qué aporta a esta cuestión? Durante su disertación, Román rescató una frase de la filósofa catalana Victoria Camps: "La ética busca la vida buena, y esta búsqueda en sí misma nos hace la vida buena".
En relación a la verdad, es una búsqueda sobre "lo que debería ser, y no lo que es", puntualizó. No sobre la realidad, que a menudo puede ser cruel, sino sobre cuál debería ser la 'mejor' forma de enfrentarse a ella. La que garantice una "vida buena", cierto ideal de "felicidad y justicia". Estas, en palabras de la filósofa, son nociones particulares para cada individuo puesto que, como formuló Kant, "no hay ética sin libertad".
Y por ende, y aunque suene extraño, "la ética está por encima de la verdad", sobre todo cuando ambos conceptos entran en conflicto.
"El científico debe saber si su curiosidad satisfará o no al ser humano. Debe buscar la verdad, para una vida buena", sentenció la doctora que, como miembro de varios comités éticos del Hospital Clínic, quiso recordar cómo Cataluña fue una de las primeras comunidades autónomas en reconocer un derecho que tiene que ver con esta disputa entre verdad y ética. Desde el año 2001, los médicos catalanes no pueden obligar a un paciente a someterse a un tratamiento si este no desea llevarlo a cabo, una medida que reconocía la prevalencia de la libertad de este para decidir lo que es bueno o no para sí mismo. Aunque vaya en contra de lo 'evidente'.
Sobre la libertad y la posverdad
Pero el progreso no llega solo con el reconocimiento de la libertad como estandarte, advirtió. Estamos en la época del "todo vale". La falta de límites morales y de consenso sobre qué entendemos por el bien y el mal, tiene sus consecuencias para Román. A su juicio, hace falta un equilibrio: "Lo único absoluto es la moral de cada uno... pero lo cierto es que no todo vale, ni todo vale lo mismo".
"La libertad debe ir ligada a la autenticidad, al saber argumentar por qué eliges unas acciones y no otras", aseguró. No se trata de "es mi acción y por eso es buena", sino de "es buena y por eso es mi acción". Para ello, es necesaria cierta "humildad y pretensión de imparcialidad", ganas de aprender, de dialogar, aunque nos quiten la razón, y nos corrijan. Esto último hay que apreciarlo, porque "nos salva de la ignorancia y, por tanto, del dogma".
Sin embargo, en la era de la posverdad no se promueven estos valores, y cada uno dice la suya. "Se habla, por ejemplo, de malos médicos. Pero no se puede decir algo así. Si consideramos que es 'malo', directamente no es un médico. Y punto", aseveró Román, preocupada por el aumento de voces que no tienen reparos en negar incluso los principios científicos. Esas 'verdades' que hasta ahora no encontraban casi oposición entre la opinión pública.
En este sentido, los que se empeñan desde la política y las redes en vilipendiar a la ciencia como si no importara –Trump es el ejemplo paradigmático–, promoviendo un escepticismo injustificado, están consiguiendo algo grave. Así como en discusiones anteriores, a los pensadores la cuestión sobre la verdad les llevó a considerar que no existiera o que fuera relativa, ahora, todos coinciden en que parece que esta ha dejado de importar.
Román, en este punto, fue clara en identificar por qué a los poderosos les interesa defender una libertad sin límites –y sin diálogo, ni interés por la verdad–; que uno pueda decir lo que quiera, incluso contradiciendo a la ciencia. Ya lo dijo Chomsky, y Román rescató parte de su reflexión: "la mejor manera que tiene el poder para mantenerse, es sumir al pueblo en la ignorancia".
"Para ello, no hay nada mejor que acabar con sus ganas de conocimiento".
Sobre la verdad y la ética
"Solo la verdad nos hará libres". La frase es tan célebre como el personaje que la formuló. Para la doctora es fundamental, porque lo contrario de ella es la "servidumbre voluntaria" –término acuñado por Étienne de la Boétie–: aceptar sin más lo que otros me indican que es la felicidad, la vida buena, suspendiendo mi propio juicio. Pero, sin hacer propia la búsqueda, considera Román, nada es realmente voluntario.
Y, con todo, esta tendencia es la tónica del presente. Cualquiera puede decir su 'verdad' en las redes sociales y ser escuchado por miles de personas. Discernir qué es verdad, qué es mentira, qué suscribo como bueno, y qué no, es difícil. Más aún, si no se ha educado el criterio y el espíritu crítico. Peor incluso, si la verdad ya no interesa.
La conclusión de la filósofa fue tajante: "No hemos cuidado la relación ineludible entre verdad y ética". A su parecer, en su lugar está creciendo una técnica desposeída de humanidad, una "involución".
Sin embargo, su concepción no es pesimista. Begoña Román, para cerrar su coloquio, instó a los gobiernos a "invertir en la promoción de una motivación emancipadora" desde la educación, y a la audiencia, a no dejar de tener nunca esperanza. En las capacidades del ser humano y en el progreso, en que tarde o temprano, entienda de nuevo que la ignorancia tiene un precio muy alto. Porque no todo vale, ni todo vale igual.