El soldado Dante Aligheri en la batalla de Campaldino / DANIEL ROSELL

El soldado Dante Aligheri en la batalla de Campaldino / DANIEL ROSELL

Ideas

Año Nuevo vidas nuevas. Dante o la fecunda muerte de Beatriz

El autor de la 'Divina Comedia' cobra una energía colosal, que le lleva a participar en la agitación de la vida política y en el estudio sistemático de la sabiduría tras la muerte de su idealizado amor

Año nuevo, vidas nuevas: La iluminación de Koestler en la cárcel

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Dicen que la hora más oscura de la noche es justo antes del amanecer. Una gran desgracia personal puede ser la ocasión del renacimiento. Fue cautivo en la cárcel, adonde llegó después de pasar años dedicados al muy desagradable oficio funcionarial de recaudar impuestos y confiscar cosechas para financiar las guerras imperiales, donde Cervantes “engendró”, quizás escribió, la primera parte del Quijote, su primer y enorme éxito literario.

Dante, en El convite dice que “así como suele suceder que el hombre va en busca de plata, y sin pensarlo, encuentra oro, yo, que buscaba consolarme, encontré no solamente remedio a mis lágrimas, sino palabras de autores, de ciencias y de libros”.

El primero de los que escribió, Vida nueva, escrito en 1293, probablemente quería decir “vida juvenil”. En él quiso reunir muchos de los poemas que había escrito hasta entonces, engarzados y explicados por la temprana, fascinada pasión que sintió por una niña, que se le despertó a los nueve años de edad, cuando ella, Beatrice Portinari, tenía más o menos la misma edad.

Fue a la salida de una iglesia, entre los cánticos y loores a la Virgen María, y el niño se dijo (en latín) “he aquí a un Dios más fuerte que yo que viene a señorearme”. La contemplaba arrobado, como a una presencia angélica, pero también en el interior de su contemplación latía la bestia (nueve años de edad, en el siglo XIII, debía corresponder ya a los inicios de la adolescencia).

Ese “espíritu animal” dentro de él le dijo: “Ya ha aparecido tu felicidad”, a lo que el chico se respondió: “Ay de mí, que ahora seré fuertemente atormentado”. Cualquiera que hay amado sabe de qué hablaba el poeta. Pero el de Dante por Beatriz no era un amor carnal sino platónico, sublimado, que no aspiraba siquiera a la consumación física.

Perturbado para siempre

Dante no volvió a ver a Beatriz, según nos cuenta en la Vida nueva, hasta nueve años después –el número nueve, múltiplo del 3, alusivo a la armonía superior de los astros y a la divinidad “una y trina”, es una referencia recurrente en el relato, para darle resonancias trascendentales--. Ahora tenían ambos dieciocho años (o sea, dos veces 9, o seis veces tres).

Ella pasaba por una calle de Florencia, a las nueve de la mañana, acompañada de dos damas, volvió los ojos hacia él y le saludó afablemente. Este segundo encuentro le perturbó para siempre.

Dante en el Purgatorio

Dante en el Purgatorio WIKIPEDIA

Esa devoción, o manía obsesiva, consumió toda su vida juvenil, no podía pensar más que en ella, aunque cortejase a otras mujeres y les dedicase a ellas los versos que escribía pensando en Beatriz, para disimular ante el mundo ese afecto enajenado. Enterada, por las habladurías, de sus líos de faldas, en su siguiente encuentro casual ella le retiró el saludo: ¡Catástrofe!. Ya que para él “el fin de mi amor era el saludo de esta mujer. En él se cifraba toda la felicidad”.

Estos y otros avatares de su enamoramiento le inspiraban poemas, para cantar de mil maneras sus alabanzas y para hacerse perdonar, versos que reproduce y explica en su Vida nueva, sin duda muy bellos, armoniosos e inspirados. Esta exasperación dura años y años. Es una idea del amor que linda con la locura y con la muerte: “He puesto los pies en aquel límite de la existencia del cual no se puede pasar con la idea de luego volver”.  

No hay mal que por bien no venga

Fue la temprana muerte de Beatriz, en 1290, a los 25 años, el acontecimiento decisivo y redentor. Dante, como es de esperar, derrama mucho llanto, y pide la muerte: E dico –Vieni a me!- con tanto amore/ che son ansioso di chiunque more. [Y digo: ¡ven a mí! , con tanto amor que envidio a cualquiera que muera], pero ahora que ella ya es definitivamente inalcanzable, le parece aún más bella y gloriosa: figura del mismo paraíso.

Esto infunde en él una energía colosal, que le lleva a participar en la agitación de la vida política y en el estudio sistemático de la sabiduría en todos los campos del conocimiento, especialmente la filosofía, para asegurarse de tener la base teoría necesaria para poder hablar de ella en una obra que ha de ser incomparable con la que haya hasta entonces escrito hombre alguno.

Al cabo de diez años publicaba la llamada Divina comedia, donde volvería a encontrarse con Beatrice Portinari, en el tercer tomo, naturalmente, en el “Paraíso”. Como decíamos al principio, una gran desdicha puede ser una bendición disfrazada o, dicho en tono más cínico, que se compadece mal con esta gran historia o ficción de amor, no hay mal que por bien no venga.