Gatopardo publica 'Quien tiene miedo muere a diario'
El libro con los recuerdos del juez Ayala, sobre el grupo de jueces en el que estaba integrado junto con Falcone y Borsellino, que lucharon contra la Mafia, plasma el valor y el trabajo que honra a la condición humana
“El testimonio de Ayala, que aún vive, merecería desde luego ser editado en España. Para mí, siempre ha sido un misterio que no se haya traducido”, escribí hace ocho años en esta misma página. Quería yo llamar la atención sobre un libro extraordinario: Chi ha paura muore ogni giorno. Son los recuerdos, la “memoria”, por usar el término anglosajón, del fiscal Giuseppe Ayala de la lucha contra la mafia en Sicilia, donde a principios de los años noventa estaba integrado en el llamado “pool antimafia” dirigido por los jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, que, por serlo, fueron asesinados en 1992 por orden de “Totó” Riína, el “capo di tutti i capi” de la Cosa Nostra (que moriría años después en prisión).
Aquellos dos atentados, ambos con coche bomba, pereciendo en el primero Falcone, su esposa y tres de sus escoltas, y en el segundo, dos meses después, Borsellino y cinco miembros de su escolta, se cometieron cuando Barcelona estaba alegremente celebrando sus olimpiadas.
Treinta y dos años después ese libro va a ser publicado, el mes próximo, en español, por la estupenda editorial barcelonesa Gatopardo, bajo el título Quien tiene miedo muere a diario.
Los magistrados Falcone y Borsellino eran no sólo dos hombres cabales, abnegados servidores de la Justicia, sino también verdaderos personajes trágicos. Se dice que el héroe trágico es el que sabe que, ante un desafío, tiene que actuar en un sentido u otro, y que, haga lo que haga, lo lamentará.
Ética sublime
Ambos jueces, gracias a sus propias investigaciones y a las revelaciones de los primeros “pentitti” (criminales arrepentidos) habían organizado el “maxiproceso” de Palermo de 1987 que llevó a la cárcel a cientos de mafiosos. También habían perdido ya a algunos de sus colaboradores más leales en otros atentados. Falcone y Borsellino podían haber escarmentado en ellos, podían “haber aprendido la lección”, podrían haber mirado a otra parte, escuchado las amenazas de muerte que les llegaban con frecuencia, y desistido de su lucha contra el crimen organizado; pero cediendo al miedo, se hubieran perdido el respeto a sí mismos y hubieran fallado a su deber cívico.
También podían –y es lo que hicieron—perseverar en sus actuaciones, seguir combatiendo al crimen organizado, a sabiendas de que la mafia tiene muchos tentáculos, incluso infiltrados y chivatos dentro de los mismos juzgados de Palermo, y que si seguían por ese camino les costaría la vida. Borsellino es el autor de la frase que da título al libro de Ayala: “quien no tiene miedo muere una vez, pero quien tiene miedo muere cada día”. En determinado pasaje del libro, cuenta Ayala que un amigo, preocupado, tratando de convencer a Falcone de que desista, de que pida el traslado, porque el ángel de la muerte ya revolotea sobre su cabeza, le pregunta:
--Pero ¿quién te lo hace hacer?
--No lo sé, te lo juro –respondió el juez.
Pero sí lo sabía, desde luego: obedecía a unos principios, a una idea de la ética literalmente sublime, aunque era también una ética sacrificial. Esa actitud no se le puede exigir a cualquiera. Sólo se adhieren a ella los hombres de una madera especial: madera de héroe.
Aunque supongo que a los lectores de las nuevas generaciones les sonarán muy vagamente, sobre aquellos asesinatos que conmovieron e indignaron a toda Europa se han gastado ríos de tinta. A recordarlos ha venido, hace muy poco, el último libro de Roberto Saviano, recientemente publicado por Anagrama, Los valientes están solos.
Los traidores que se chivaban
Saviano, el autor de Gomorra, y él mismo perseguido de por vida por la mafia, es un excelente escritor, y un hombre muy bien informado sobre el tema, pero Los valientes están solos es, al fin y al cabo, una novela, y está en la naturaleza de la novela tomarse licencias con la realidad de los hechos, mientras que el libro de Ayala es un testimonio sin fabulaciones ni suposiciones, una crónica viva de los acontecimientos escrita desde primera línea.
Ayala, Falcone y Borsellino no sólo eran colegas y héroes en la lucha contra la mafia y sus ramificaciones en el entramado industrial y político italiano, eran también amigos, como es lógico dadas las circunstancias y los peligros que compartían a diario.
En las fotografías que acompañan la edición italiana (Mondadori) y que también vienen en la edición que Gatopardo saca dentro de unos días, viene un cuadernillo de imágenes tanto de los compañeros que iban a ser asesinados como de los traidores que se chivaban a los pistoleros de todos los movimientos de los jueces… y de los pocos días de vacaciones que éstos y Ayala se tomaban a veces, lejos de Sicilia, en la playa de una isla griega, donde podían sentirse excepcionalmente seguros.
“Quien tiene miedo…” se anuncia en España con un “blur” de una frase mía de hace ocho años, diciendo que es un libro política y éticamente admirable. Ahora subscribo mis propias palabras, y añadiría que se lee como una fiebre, y que es tristísimo y también exaltante, pues nos hace ver que hay en este mundo, que tan bajo nos parece a menudo, personas que no desmerecen las más altas aspiraciones a la dignidad, el valor y el trabajo que honran a la condición humana.