Se llama Gary Stevenson. Ha sido trader de Citibank. Fue un chico pobre del este de Londres, su padre trabajó en Correos. Pero es listo, porque el talento aparece en cualquier parte. Y es millonario.

“Tengo un recuerdo que se me ha quedado grabado. Es un recuerdo en el que me muevo muy rápido y el aire frío me atraviesa la cara. En ese recuerdo agarro a un amigo por los hombros. ¡Voy a ser millonario!, le grito a la cara, y él se ríe. ¡Voy a ser millonario!"

Y lo fue. Gary Stevenson, un chico del este de Londres, de familia modesta, sería millonario. Había ganado un juego de cartas, organizado por Citigroup, una fórmula para conseguir traders, y se le presentaba un gran futuro por delante. Stevenson era estudiante de Economía en la London School of Economics, y sería un trader de Citibank. Se emborrachó la noche de su victoria en el juego de las cartas y comunicó a sus amigos que tendría mucho dinero.

Años más tarde abandonaría el banco, entre alucinado y asqueado por todo lo que había hecho, él y sus compañeros. Y lo explica ahora en un libro que hiela la sangre, una especie de thriller que da cuenta de cómo se comportó el sistema financiero y que provocaría, a partir de 2008, uno de los descalabros económicos más serios desde el crack de 1929. Stevenson, en El juego del dinero, un intruso en la cima del mundo (Península) deja al lector sin aliento. El ex trader tiene claro lo que debe hacer ahora, y lo señala en esta entrevista con Letra Global. Llega con una camiseta y un pantalón de chandal. Y habla rápido, con su acento característico del este de Londres. Es empático, le gusta la luz de Barcelona. la que entra en la redacción de Letra Global, en el Eixample de la capital catalana. Su mensaje es contundente: "Un gobierno que no tiene el poder de imponer impuestos no tiene poder".

Esa posición la tiene clara después de haber comprobado que los economistas en los últimos años han sido matemáticos obsesionados con las operaciones financieras en los mercados. La economía es, desde hace muchas décadas, una especie de alquimia que está fuera de las necesidades humanas. Así lo ve Stevenson, que logró salir de Citibank, aunque es ya “millonario de por vida”, y que se ha dedicado a explicar, en su canal de youtube, qué se puede hacer, cómo combatir “la desigualdad”. Lo hace desde la libertad que le brinda su posición, como señalara aquel personaje de Fernando Pessoa, en El banquero anarquista.

Gary Stevenson, en la redacción de 'Letra Global' Luis Miguel Añón

Una de las consideraciones clave en el libro es que una persona como él puede competir en un mundo de privilegiados. Es lo que le da fuerzas para romper con un tópico con el que se da de bruces en la LSE: “Los pobres son tontos, no pueden ser listos”. Con su capucha y su camiseta, con un rinoceronte azul, Gary Stevenson comprobó que en segundo curso comenzó a ser conocido, porque sacaba buenas notas, era muy bueno en matemáticas y tenía una ‘pinta’ de pobre de barrio de Londres. No llevaba trajes, los que lucían el resto de estudiantes y no era una amenaza, hasta que ganó un juego de cartas, aconsejado por un estudiante de un curso superior que se le acercó.

“La escena del inicio del libro es significativa, cuando estoy tratando de salir de ese espacio, (el banco) y mi jefe en la banca básicamente me amenaza de una manera que es como la de un gánster, la mafia. Y para mí, creo que muestra esta hermosa similitud entre el espacio que dejé y el espacio al que llegué”, señala Stevenson, en referencia a su barrio de Londres y Citibank. Y es que le hicieron la vida imposible, como se la habían hecho a otros que querían dejar sus trabajos como traders. Stevenson ganaba dinero, pero hacía ganar mucho dinero a su banco, con las operaciones de compra-venta, sin importar las consecuencias que tenía en toda la economía mundial, y en quién quedaba tirado por el camino”.

Preguntado por esa fuerza que le llevaba a competir, una vez ya dentro del sistema, Stevenson insiste en la imagen que se tiene de las finanzas y la real. “Nos gusta pensar que estas personas que trabajan en estos rascacielos son realmente inteligentes, que saben lo que están haciendo. Pero cuando llegó el momento, lo que observé fue que estos tipos estuvieron equivocados sobre la economía durante diez años. Y cuando intenté irme, actuaron exactamente como gánsteres de la calle. Así que creo que es una muy buena oportunidad para mostrar que estos dos mundos están mucho más cerca de lo que parecen”, es decir, entre la calle en la que cada uno se busca la vida, y el banco de inversión no hay tanta diferencia.

Lo aprendido es enorme. Stevenson no discute que ahora pueda decir todo lo que expone con la libertad de quien no depende de nadie. Pero también señala la dificultad de difundir una determinada idea de la economía, que luche por reducir la desigualdad. Ha trabajado en los últimos años en medios de comunicación, en su propio canal de youtube, y en todos los espacios en los que puede. “En todos ellos he encontrado que estaban dominados por personas adineradas y realmente hay una falta de voluntad por cuestionar las normas aceptadas. Creo que eso se debe a la representación de clase realmente terrible en la economía en todo el espacio, no solo en los parqués de operaciones, sino también en las universidades, en los bancos centrales, en el gobierno y en los medios. Es interesante señalar que la economía no es igual que la física. Si dejas caer a una persona rica y a una persona pobre por la ventana, van a caer a la misma velocidad. Pero la economía es totalmente diferente para ricos y los pobres. La conversación está dominada por personas de trasfondos adinerados que cada vez más no entienden cómo es la vida para la gente común”.

¿Stevenson es una persona común? Él trata de serlo, consciente de que tiene dinero, el que ganó como trader, después de dejar el banco, una vez fue enviado a Tokio, y realizó una especie de antihuelga a la japonesa, en la que acabó ganando al banco. Cuando avanzaba en su trabajo, fue aconsejado para que dejara sus ‘formas de pobre’. “La gente te dice que si quieres tener éxito, tienes que cambiar la forma en la que hablas. Pero sentí que si cambiaba la forma en la que hablo, no habría tenido sentido tener éxito”.

¿Un chico pobre, pero con ambición? Stevenson muestra ahora el desencanto, pero lo que quiso lo logró, al margen del dinero logrado. Una de las motivaciones es que quería demostrar su propia valía con otros estudiantes. “Quería ganar dinero, quería ser el mejor, pero también quería mostrar en mi trabajo entonces, en mi trabajo ahora, y también en mi libro, que cuando no somos estúpidos, somos iguales. Y que no importa de qué trasfondo vengas”. Lo que sucedió, en todo caso, es que había estudiantes de pasantía de Citibank que reclutaban a los chicos listos de la LSE, y Stevenson fue uno de ellos, al ser avisado por un tal Luke Blackwood que había un ‘juego del trading’ al que podía presentarse. Si ganaba las distintas finales que se irían presentando, podría hacer prácticas en el banco. Y todo eso pasó.

Gary Stevenson, en la sede de 'Letra Global' Luis Miguel Añón

Lo que pone sobre la mesa Stevenson, sin embargo, va mucho más allá de su crítica a los bancos o a la forma de operar en los mercados, en los que se maximiza el beneficio, y se juega a favor de que determinados países no puedan pagar su deuda, por ejemplo. Más allá de una discusión sobre la moralidad de todo ello, el ex trader se fija en la propia sociedad, en los gobiernos, en el conjunto de las instituciones. “Es fácil señalar a los bancos y criticarlos. Y sé que mucha gente leerá este libro y lo verá como una crítica a las finanzas, y no al mercado. Porque, ¿qué otras opciones les damos como sociedad a los jóvenes? Mi padre trabajaba para la oficina de correos y no ganaba mucho dinero. Pero pudo comprar una casa, criar una familia. Y eso no es posible para los jóvenes. Soy muy reacio a señalar a los bancos cuando nosotros, como sociedad, no estamos proporcionando a los jóvenes una alternativa realista que brinde una seguridad financiera en este momento”.

Ahora bien, la moralidad importa, claro. “Lo que quería hacer con este libro es hablar sobre la moralidad sin hablar de forma directa sobre ella. Creo que enseñamos a nuestros jóvenes, especialmente a los varones, para que tengan éxito. Les decimos hazte rico, sé exitoso. Y me encontré en esta situación en la que estoy viviendo el sueño americano. He ganado dinero y estoy en esa situación donde sé casi con certeza que nuestra sociedad colapsará, y estoy apostando por ello, y estoy ganando millones de libras y es fácil decir que eso es inmoral. Tuve una conversación, con un compañero junior, que aparece en el libro ¿Qué deberíamos hacer algo? Y él me dijo que no podíamos hacer nada. Soy alguien que fue uno de los mejores operadores del mundo. Ganaba millones de dólares al año apostando por el colapso de la sociedad. Pero dejé ese trabajo en 2014, y ahora he pasado diez años tratando de decirle gratis a la gente común que la sociedad está colapsando. Y durante la mayor parte de ese tiempo he sido ignorado. ¿Quién es inmoral aquí? ¿Soy yo o son los bancos? ¿O es el problema de nuestra sociedad? Quiero que se pueda sentir lo que yo sentí y que luego cada uno llegue a sus propias conclusiones”.

La conversación gira sobre la responsabilidad individual. Cada uno, desde su responsabilidad, puede hacer algo para contribuir al conjunto de la sociedad. Pero Gary Stevenson recuerda la experiencia muy concreta del Reino Unido. “Tuvimos a Margaret Thatcher. Y ella le dijo a la gente de mi país: no existe tal cosa como la sociedad. Entonces, si no existe tal cosa como la sociedad, ¿cómo solucionamos los problemas sociales? No creo que sea una sorpresa que los individuos más ricos y poderosos ganen, y los individuos pobres y ordinarios pierdan”.

¿Entonces, qué futuro tenemos para buscar soluciones ante la desigualdad? Stevenson mantiene su discurso: “Si actuamos como individuos, los individuos poderosos ganarán, algunos de nosotros ganarán y la mayoría de nosotros perderemos”.

Gary Stevenson, en la entrevista con 'Letra Global' Luis Miguel Añón

Las universidades tienen un papel principal. Stevenson estudió en uno de los centros más prestigiosos, la London School of Economics (LSE), muy admirada en España, y también en Oxford. La pregunta sobré pasaba en esa institución del liberalismo provoca al autor de El juego del dinero. “La gente piensa que estaré enojado con los banqueros. Pero para ser honesto, estoy mucho más enojado con los profesores. Mucho más. Les preguntabas sobre errores, por ejemplo, sobre los tipos de interés y el hecho de que estuvieran tanto tiempo tan bajos. Les demostrabas cosas con datos, y no se daban por aludidos. Estos tipos son tan malos que no son capaces de darse cuenta de que son malos. Este es el nivel en el que estamos”.

Lo que señala Stevenson es que es muy complicado abrirse paso como estudiante, aunque se tenga mucho talento. Se estudia más, se endeuda uno para poder pagar esos estudios, que son caros, y “tal vez, después de 20 o 30 años, ganarás 50.000 o 60.000 euros al año. Yo, en cambio, era multimillonario a los 25. Si este es el sistema que hemos construido, es inevitable lo que ha pasado. Todos nuestros mejores economistas van a ir a los bancos. Por supuesto, habrá algunas personas como yo que elijan irse y compartir nuestro conocimiento”.

Sin embargo, hay un lamento más profundo: “Hemos separado totalmente la economía en dos mundos. Personas que intentan tener razón y personas que tienen una opinión, y personas como yo, que tienen un historial largo de tener razón, no tienen manera de desafiar a los que dirigen la economía”.

Entonces, ¿cuál es el dilema? “Lo que se plantea es exactamente eso, si eres bueno en economía, ¿vas a trabajar en un lugar que te paga dos millones al año y te escucha si tienes razón? ¿O vas a trabajar en un lugar que no te paga nada y no le importa si tienes razón o no? Este es el problema. Nuestra economía necesita ser dirigida por personas que intentan tener razón y tienen la capacidad de tener razón y tienen un historial de tener razón”.

La cuestión es que los cambios son difíciles de alcanzar. Todo depende de quién domine las estructuras de poder, sean académicas, institucionales o en los medios de comunicación. “No creo que vayamos a obtener cambios desde los centros de poder porque los centros de poder están financiados y dominados por los ricos”, sentencia Stevenson, tras añadir que los medios, por lo menos en el Reino Unido, “son propiedad de multimillonarios”. Y lo que propone Stevenson, como una de las medidas clave para paliar la desigualdad, es “gravar más a las rentas más altas”, y eso “no lo van a permitir los más ricos”.

Pero, ¿Ganó usted realmente? La pregunta no coge desprevenido a Stevenson. Sabe a qué nos referimos. Dejó Citibank. Doblegó al banco. “Intenté irme y ellos intentaron detenerme, y pude irme. Así que, en un sentido, gané y dejé Citibank. Dejé Citibank como una persona muy rica, y sigo siendo una persona muy rica. No tengo que trabajar y tengo suficiente dinero para toda mi vida en un mundo que está colapsando, donde personas como yo, como mi madre, como mi padre, como todos con los que crecí, vivirán en una pobreza desesperada y será terrible para la mayoría de las personas. Y esa es la pregunta que quiero hacer a las personas que lean el libro. La gente de España. La gente de Gran Bretaña. ¿Gané? ¿Es eso una victoria? Si vives como una persona rica en un mundo de pobreza desesperada, ¿eres un ganador? ¿Es ese el tipo de vida que quieres?”.

Gary Stevenson, ex trader de Citibank, en la sede de 'Letra Global' Luis Miguel Añón

Stevenson apuesta ahora por otra cosa muy distinta. Defiende una política impositiva más agresiva, sin llegar, claro, a lo que decían los Beatles en su canción Taxman, cuando se quejaban de que los impuestos eran excesivos, porque les cobraban mucho por las fortunas que ganaban. Las cosas han cambiado mucho, y el ex trader admite que los impuestos son hoy impopulares. Pero entiende que no queda otra. “El impuesto es el único poder que tiene la gente común para protegerse de los ricos y poderosos. Si entramos en este espacio donde consideramos que el impuesto es inmoral o inaceptable, entonces estamos indefensos y tendremos que aceptar la pobreza en el futuro”.

¿Hay capacidad hoy para ello? Stevenson vuelve a manifestar su capacidad comunicativa con vehemencia. “Un gobierno que no tiene el poder de imponer impuestos no tiene poder, y en este momento tenemos gobiernos que han sacrificado su poder de imponer impuestos y ahora están básicamente sin poder. Sin impuestos, el gobierno no puede hacer nada, nada. Con impuestos, puedes tener una situación donde personas como mi padre, personas como las personas con las que crecí puedan trabajar en trabajos ordinarios, permitirse casas, permitirse familias, permitirse una calidad de vida decente. El impuesto es la única manera de protegerte. Es la única manera de proteger tu calidad de vida”.

¿Esperanza, o trabajar en vano? ¿Tiene futuro ese discurso, si se piensa ahora en que en el Reino Unido accederá al gobierno el Partido Laborista? “Si no tuviera esperanza, no haría el trabajo que hago. No necesito estar aquí. Puedo estar en una playa en Filipinas bebiendo piña colada”.

Una idea mueve ahora a Stevenson, que lo ha visto todo pese a su juventud. “Hay que reducir la desigualdad, gravar a los ricos, reducir los impuestos a los trabajadores comunes, dar a la gente común una parte más justa. Si podemos poner esa idea sobre la mesa, tenemos una oportunidad. Pero en este momento no es lo suficientemente fuerte y mi voz sola no será lo suficientemente fuerte”.

El libro, una vez comenzado, ya no se puede dejar. El lector lo comprobará.