Pilar Eyre y la denuncia sobre todo lo que ‘en realidad’ no ha cambiado
La escritora aborda en ‘Cuando éramos ayer’ los años del tardofranquismo con una crítica velada a los burgueses que quisieron hacer la revolución
17 abril, 2022 19:47--Lo que más me ha atraído de Israel es la relación hombre-mujer, aun sabiendo que hay otros asuntos más perentorios…Quizás porque mi madre es feminista.
Silvia había preguntado con ingenuidad:
--¿Qué quiere decir “feminista”? ¿Es de la Sección Femenina?
¡Boom! Los dos mundos en contacto, el choque entre dos realidades en la Barcelona del tardofranquismo, que podía dejar entrever que las cosas serían muy complicadas, que el trabajo sería árduo para lograr una nueva convivencia en un sistema político diferente, democrático, que llegaría, sí, pero con dificultades y con muchas renuncias de unos, y adaptaciones apresuradas de otros.
Ese choque es el que plantea la escritora Pilar Eyre, que maneja los diálogos con gran destreza para sumergir al lector en una época concreta, con todas las cuestiones que necesita saber y siempre con una sutileza que encubre una gran crítica social. ¿Lo hace de forma llevadera? Sí, Pilar Eyre no busca el artificio. En Cuando éramos ayer (Planeta), su última novela, ya en los primeros podios de los libros más vendidos, señala a los hijos de una burguesía que tomaron decisiones propias, hartos de un régimen político que había resistido gracias a la habilidad del dictador Franco para presentarse tras la II Guera Mundial como un bastión frente al comunismo que compró sin aspavientos Estados Unidos. Pero unos ‘burgueses’ revolucionarios que, en realidad, no lo fueron en absoluto, y que con ellos se logró una nueva convivencia social que, sin embargo, no ha borrado las enormes barreras sociales.
Eyre lo señala a través del personaje de Silvia, que no sabe nada de ese nuevo caldo intelectual y social que emerge desde las universidades. Ella es universitaria y ha podido entrar en un círculo de jóvenes, la mayoría hijos también de la burguesía, que son el núcleo de las cédulas del PSUC.
Silvia, hija de Tomás Muntaner, un industrial textil que se ve perjudicado porque el Papa Juan XXIII dicta que ya no será necesario que las mujeres lleven mantilla a misa, va descubriendo ese nuevo mundo a partir de su enamoramiento con Norman Doménech. ¿Y quién es él? “Había nacido en México, hijo de un catedrático de Literatura que había sido conseller de la Generalitat y se había exiliado después de la guerra civil”. Vive en un viejo piso de la familia en la calle Balmes, con criada, mientras se dedica a conspirar desde los jardines de la Universidad de Barcelona.
La evolución existe, la reivindicación también de los derechos de las mujeres, que permanecían a la sombra de sus ‘hombres’. Pero queda un regusto agridulce que el lector aprecia. Eyre sigue esos años, del tardofranquismo a la democracia ya asentada al final de los años ochenta. Los personajes se adaptan a las nuevas circunstancias. Es ilustrativo lo que pasa por la cabeza de Carmen, la madre de Silvia, que comienza a interiorizar que vive en una especie de vacío. ¿Qué le han enseñado, qué vida puede comenzar de nuevo? Sigue siendo joven, y sabe que su hiija tiene razón en muchos de sus planteamientos, los que va aprendiendo de esos jóvenes universitarios, del ‘partido’, el omnipresente PSUC. Entiende la farsa en la que vivieron muchas de esas familias burguesas que no tuvieron ningún reparo en aceptar el régimen franquista. Es más, se aprovecharon sin tapujos de las nuevas condiciones que planteó la dictadura. Y se beneficiaron sin pensárselo dos veces.
El comentario del padre de Silvia, Tomás Muntaner, cuando los policías llaman a su casa, porque sospechan que se organizan reuniones clandestinas –su hija, con Norman y el resto de amigos universitarios del PSUC—es muy ilustrativo de lo que ha buscado Eyre con su novela.
--¿No se habrán equivocado? Porque ese tal Juan Raventós (Joan Reventós), al que nosotros no conocemos, vive ahí en la calle Anglí, a cincuenta metros, en una torre como esta.
Y la narradora prosigue en la novela:
Durante varios años las detenciones del líder de los socialistas catalanes, que incluso había pasado varios meses en prisión, habían sido la comidilla del barrio. Decían que la madre de Juan Raventós no quería que lo metieran en los coches de policía para que no cogiera piojos, y el chófer lo llevaba con su Mercedes a la comisaría de Via Layetana con la maternal advertencia:
--No lo torturen ustedes mucho.
Podría resultar una anécdota, para constatar que la familia de Silvia era de las importantes en la ciudad. Pero la crítica es precisa. ¿El partido de los socialistas, el que está a punto de ganar las primeras elecciones a la Generalitat recuperada en 1980, el que había ganado en las grandes ciudades en las elecciones municipales en 1979 lo debía dirigir un burgués de la categoría de Reventós? Formaba parte de una clase social que tuvo un “imperativo moral”, que quiso un cambio real tras comprobar la enorme desigualdad social que había generado y fomentado el franquismo.
Esa desigualdad, claro, disminuyó. Hubo unas bases materiales distintas, derechos sociales y apoyos públicos que se generalizaron y se asentaron con los años de la democracia. Pero Eyre constata que las barreras sociales se han mantenido, que esa burguesía y su descendencia, con otros ropajes, mantiene las distancias, con hábitos particulares, con la elección de colegios para sus vástagos, con clubes sociales propios.
¿Ha cambiado tanto todo desde ese tardofranquismo? Esa pregunta queda en el aire. Con un acento más claro en cuanto a la situación de las mujeres. Los cambios permitieron a los hombres mostrar ya sin rubor a sus queridas, más jóvenes, y dejar a sus mujeres. ¿Pero pudieron ellas hacer lo mismo? Más tarde, con más obstáculos.
Preguntas oportunas que plantea Pilar Eyre, con el convencimiento que todos esos años merecen ser mejor atendidos por la ficción, una ficción que deja entrever muchos datos biográficos, en un proceso continuo de la escritora en los últimos años, que la lleva a desnudarse frente al lector, como ya hizo con su extraordinaria novela Un perfecto caballero. Y que reflejó, de otra forma, en la biografía sobre el rey emérito Juan Carlos, en Yo, el Rey.