El peligro de la Alemania funcional post-Merkel
La jueza y escritora Juli Zeh denuncia el abandono de la política en su novela 'Corazones vacíos', una distopía en la Alemania dominada por la ultraderecha
9 junio, 2021 00:10Un mundo sin la bronca política, ¡qué bien podría funcionar! ¿Seguro? La falta de política, el consenso sobre unas pocas ideas que permitan a cada uno vivir su vida sin pensar en lo que existe alrededor puede ser terrible. Todo muy limpio, muy funcional, pero, ¿a qué conduce? La escritora alemana Juli Zeh, (Bonn, 1974), jueza honoraria en el Tribunal Constitucional del Estado de Brandeburgo, ha causado una revolución en Alemania, con su novela Corazones vacíos (Vegueta Ediciones), un puñetazo directo al lector, al plantear un enorme dilema que atenaza a las sociedades contemporáneas occidentales.
Lo que plantea Zeh, una de las autoras más comprometidas de su generación, que ha alzado su voz durante el último año de pandemia para que no se limitaran los derechos fundamentales de los ciudadanos con la excusa de controlar el virus, habla de los Ciudadanos Preocupados, los que “eliminan una conquista democrática detrás de otra”, una clara referencia a la ultraderecha del AfD. Pero ese proyecto es aceptado por los ciudadanos, a cambio de ciudades limpias, de una organización funcional, para que cada uno se pueda centrar en sus cosas.
Es una Alemania post-Merkel, con el dominio de la ultraderecha, con la previsión de que la Afd (Alternativa por Alemania) acabe controlando los principales gobiernos regionales o el federal. De hecho, en las últimas elecciones regionales, en Sajonia-Anhalt, que pueden ser un buen observatorio de cara a las elecciones federales, que ya no tendrán a Merkel como candidata de la CDU, Alternativa para Alemania (AfD) ha obtenido el 20,9% de los votos, por detrás de la CDU que ganó los comicios con el 37,1%. El resultado de la ultraderecha, sin embargo, dificultará mucho la formación del gobierno, dado que en Alemania –y tras diferentes crisis de la propia CDU—se ha optado por no pactar en ningún caso con esa fuerza política.
Zeh se sitúa en un escenario en el que no se quiere pensar en la política, en el que lo mejor es dedicarse al negocio de cada uno. Los gobiernos impulsan y aprueban “paquetes de eficiencia”, cuyos anuncios se pueden leer en las pantallas que penden de los mástiles del sistema de control de tráfico: “Continúa el buen tiempo—El quinto paquete de eficiencia camino del Reichstag—la pieza de espelta y sésamo se convierte en el pan del año—Regula Freyer visita China”. Esa es la información.
La protagonista es Britta, eficiente, limpia, madre, esposa y empresaria, que da cuenta de la transformación del país. Los profesionales liberales abandonan las grandes ciudades, los barrios de moda de hace unos años de Berlín, para trasladarse a “ciudades medianas destruidas por la guerra que han sido reconstruidas de acuerdo con las ideas del racionalismo: función, construcción y forma”.
El populismo que deteriora las democracias
Lo que plantea Zeh, a través de Britta, es una organización perfecta también de algo que ha impactado en todas las sociedades occidentales desde los años 2000, el terrorismo islámico. La idea es rompedora y, al mismo tiempo, trágica. La empresa que pone en marcha Britta, junto con un informático de origen iraquí, Babak, se llama El Puente, y consiste en reclutar a población con problemas de depresión, con tendencias al suicidio, para que le den un sentido final a su muerte. Es decir, que lo hagan ayudando a otras organizaciones que tienen motivos para llevar a cabo actos terroristas contra otros. La empresa, con ese nombre ilustrativo de El Puente, tendrá competencia y el lector tendrá un buen motivo para pasar las páginas con avidez y conocer cómo Britta puede salir a flote.
Lo que plasma Zeh es una falta de conciencia de sociedades que han perdido el sentido de la política, que no la necesitan, que consideran que se ha convertido en un estorbo. Y eso enlaza a la perfección con lo que señala Anne Applebaum, en El ocaso de la democracia (Debate), donde, a partir de entrevistas, de sus viajes y recuerdos, repasa la transformación de países como Polonia, Hungría, Estados Unidos, pero también España, con el auge de partidos populistas y de extrema derecha que han decidido que las instituciones democráticas ya no sirven.
Sin embargo, la novela de Zeh engarza con la pasividad de esa ciudadanía que ha establecido parámetros muy distintos en pocos años respecto a anteriores generaciones. “Britta desea una existencia apacible para ella y para su familia, quiere hacer su trabajo, asumir responsabilidades, pero solo en cosas que dependan de ella. ¿Por qué debería sentirse responsable del resto? Si hoy en día nadie sabe ya a favor o en contra de qué debe estar”, escribe la abogada y escritora Juli Zeh. Su reflexión es constante: “Entretanto la gente ha renunciado a la especulación política. Vive su vida y esconde la cabeza bajo tierra porque no sabe hacer nada mejor con ella, en un mundo en el que ya no se puede considerar simplemente una mierda a alguien como Trump”.
Sin Merkel, sin vocación de servicio público
La constatación de que la intervención pública, a través del poder político, no tiene mucha incidencia, lleva a esa posición. Zeh, comprometida con el SPD en Alemania, narra el estado de ánimo y la posición en el mundo de Britta, que la lleva a organizar algo tan descabellado como El Puente: “Britta no se engaña a sí misma. No cree entender la evolución ni intenta dárselas de lista. Vive en una casa limpia en una ciudad limpia y dirige una empresa limpia. Esa es su aportación. Hace mucho tiempo, antes de fundar El Puente, leyó una frase que se le quedó grabada: la moral es una obligación para los débiles, los fuertes hacen lo que les da la gana”.
Esa aseveración final es la clave de bóveda de una novela, Los corazones vacíos, que, formalmente, es un thriller en el que el lector disfruta, pero aderezado de toda una construcción teórica sobre una Alemania en la que ya no estará la canciller Angela Merkel, representante, todavía, de una forma de entender la política como servicio público. Corazones vacíos bien podría formar parte de una selección de buenos libros de ciencia política. Es lo que viene. Todavía se podría modificar el curso de los tiempos, pero esa funcionalidad alemana, blanca, dirigista, pero sin molestar, se va abriendo paso.