Una imagen que promociona la serie 'La ciudad y la ciudad' (The city and the city, 2018) / FILMIN

Una imagen que promociona la serie 'La ciudad y la ciudad' (The city and the city, 2018) / FILMIN

Cine & Teatro

Historia de las dos ciudades

La serie 'La ciudad y la ciudad' plantea el enfrentamiento entre dos sociedades, una socialdemócrata y otra autoritaria, que recuerda Berlín antes de la caída del muro

27 febrero, 2021 00:00

Aunque el título de esta reseña sea el de una célebre novela de Charles Dickens, la serie de la que se habla no tiene mucho que ver con la obra de ese autor clásico. La ciudad y la ciudad (The city and the city, 2018) es una de esas interesantes rarezas que se permite la televisión británica con cierta frecuencia y constituye una interesante distopía --a medio camino entre la ciencia ficción y el thriller-- que Filmin ha colgado un poco de tapadillo, tal vez porque no tiene mucha madera de éxito comercial. La ciudad y la ciudad está basada en la novela del mismo título que el escritor inglés China Mièville (Norwich, 1972) publicó en 2009 y con la que afianzó su condición de narrador de culto que, sin unas ventas masivas, le garantiza la fidelidad de un público tal vez escaso (sobre todo en España), pero suficiente para seguir adelante con su particular visión del mundo, de la literatura y de la política. Miéville siempre ha estado metido en política: militó en el trotskismo británico hasta 2013, cuando abandonó el partido socialista para fundar su propio club, Left Unity, con el que se presentó a unas elecciones en las que no le votó ni su padre, pero le sirvieron para mostrar una vez más su compromiso con la realidad.

La ciudad y la ciudad está ambientada en dos imaginarias urbes gemelas, casi siamesas --las separa una extraña membrana que impide a los de una ver qué hacen los de la otra--, que recuerdan un tanto al Berlín de antes de la caída del muro. Se llaman Beszel y Ul Qoma. La primera sería Berlín Occidental y la segunda Berlín Oriental. Los de Beszel pueden visitar Ul Qoma y los de Ul Qoma, Beszel, pero las respectivas autoridades lo desaconsejan, aunque hay unos extraños puntos en cada ciudad que sirven para pasar a la otra. Es en uno de esos puntos donde aparece una noche el cuerpo de una mujer asesinada, caso que va a parar al inspector de la policía de Beszel Tyador Borlú (David Morrisey, un habitual de la televisión británica al que hemos visto en infinidad de series y miniseries). Curiosamente, en ese mismo lugar fue vista por última vez la esposa del inspector, Katrynia Perla (Lisa Pulver), cuya ausencia obsesiona a éste de una manera tan enfermiza como angustiosa. Ayudado por una agente con un importante secreto a la espalda, Lizbyet Corwi (Mandeep Dhillon), Borlú se meterá en un fregado de cuidado para resolver el caso, convenientemente entorpecido por la policía fronteriza, conocida como La Brecha, que parece sacada de la famosa novela de George Orwell 1984.

Quiebro poético

La ciudad y la ciudad es una distopía narrada con las tácticas del thriller clásico, y en ella confluyen diversos elementos: el enfrentamiento entre una sociedad, digamos, socialdemócrata y otra autoritaria, una especie de gurú que dice haber descubierto una ciudad secreta entre Beszel y Ul Qoma, un aspirante a dictador en Beszel, un grupo subversivo (los Unionistas) que aspira a la unificación de ambas ciudades y niega la existencia de la tercera, turbios intereses económicos norteamericanos y unos entornos sociales que, cada uno a su manera, resultan igual de opresivos. Hay momentos en que la historia se pierde --y, con ella, el espectador-- por un exceso de ambición, pero hay que reconocerle al señor Mieville (y a su adaptador, Tony Grisoni) una gran habilidad para crear un mundo de pesadilla que el director, Tom Shankland, retrata de forma tan siniestra como eficaz (aunque algo más de presupuesto habría evitado que a veces creamos encontrarnos ante una versión barata de Blade runner).

No estamos ante un producto para todo el mundo. Puede que el público español se reduzca a los lectores de las novelas de China Miéville, pero quien busque algo diferente en las plataformas de streaming puede tragarse los cuatro capítulos de La ciudad y la ciudad con el mismo agrado e interés que un servidor de ustedes. Y la terrible dureza y la implacable frialdad de la propuesta deriva hacia el final --que no desvelaré, tranquilos-- hasta un quiebro poético que es, probablemente, lo más sentimental que puede llegar a ponerse un socialista utópico tan serio y severo como el señor Miéville.