Escenas de matrimonio
'¿Cómo meterse en un jardín?', la nueva serie de Will Sharpe y Ed Sinclair para HBO, reflexiona sobre el poder psicológico de la ficción y las relaciones de pareja
19 enero, 2022 00:00La nueva serie de HBO, Cómo meterse en un jardín, comienza con una advertencia: "esta es una historia real" justo antes de que la palabra real se desvanezca, convirtiendo la afirmación en "esta es una historia". Posteriormente escuchamos una voz que grita: "¡Acción! Lluvia!" e inmediatamente en el plató comienza a llover abriendo paso a la historia de Susan y Chris Edwards, una pareja inglesa que, en 2013, fue detenida por asesinar a los padres de Susan –y enterrar los cuerpos en su patio trasero– quince años antes. En Cómo meterse en un jardín Will Sharpe y, su compañero de creación, Ed Sinclair, quien escribió el guión la serie, integran la ruptura de la cuarta pared en una inquietante reflexión sobre el matrimonio y cómo nuestra psique juega a los roles y al victimismo.
Es imposible saber, a partir de las noticias de la época que se ocupaban de los hechos filtrados por la policía, qué tan cierto es el retrato del drama de los Edwards. ¿Cómo eran? ¿Qué querían? ¿Por qué lo hicieron? Todas esas preguntas nos rondan a los espectadores y fueron las claves fundacionales para los creadores de la serie. Sharpe y Sinclair, de la mano de las excelentes actuaciones de Olivia Colman y David Thewlis, ofrecen la visión de una pareja devota, cuyas necesidades y habilidades encajan a la perfección para convertirse en un todo indivisible, tan desgarrador como convincente. Y, ¿cómo lo logran?, saliéndose de los limites del hecho real que puede ser ya cansino en las series y libros de un afamado género que no deja de crecer en ventas como lo es true crime.
Las parejas siempre crean sus propios ritos íntimos así, que no es de extrañar, que Sharpe y Sinclair imaginasen que para estos personajes las películas serían su salvación. "¿Qué tal una película?" le pregunta Chris (David Thewlis) a Susan (Olivia Colman). El cine se convierte en la excusa que narcotiza a ambos presentándola como realidad sustituta: la narración como un proceso a través del cual los hechos se transforman en grandes verdades emocionales para los protagonistas. Sin embargo, Sharpe y Sinclair encuentran formas deslumbrantes de explorar a nivel estético, brindando un tributo a aquellas películas que la pareja menciona o ve, a su vez, que se hace más apetecible la tensión narrativa sobre la tragedia humana que acecha bajo la superficie de un jardín.
Si hay un control de la realidad ante la imaginación creada por los guionistas para los Edwards, es la perspectiva de los detectives que investigan los asesinatos. Entendiendo el sistema judicial como lenguaje narrativo, el personaje de D.C. Lancing (Kate O' Flynn), una de las detectives del caso, transforma la sala de interrogatorios en la escena del crimen, dirigiendo a los padres de Susan, ahora sus actores, de acuerdo con su comprensión del crimen.Esta detective es quién da con la clave para los interrogatorios y desmontar a así a la pareja. La palabra frágil es la pista inicial. La actitud protectora de Christopher hacia Susan, exhibida por su adjetivo para ella, frágil, subraya su devoción, y Susan se pierde en un mundo imaginario en el que Christopher es el protagonista de los westerns que le gustan.
Chris utiliza un adjetivo por primera vez al hablar con su madrastra, al explicar el estado mental de su esposa. Más tarde, los policías se fijan en la palabra, desgranando sus connotaciones. "Sé lo que significa frágil, joder", dice D.C. Lancing, "significa que estás al mando", explicando de esta forma lo que el guión de Sinclair evita: las contradicciones del personaje de Susan. Sería fácil ser condescendiente con los personajes, hacerlos parecer tontos. Lo que Sharpe hace en cambio es comprometerse plenamente con el reino imaginario de Susan y Chris.
El guión tiene una inclinación al romantizar a Susan, como si la escritura fuese considerada con el abuso que el personaje sufrió de niña, como si se tuviese pavor de explorar la posibilidad de esa violencia. Chris insiste a la policía que su esposa nunca podría haber cometido un asesinato premeditado, porque tiene miedo a las armas, y nosotros, el público, coincidimos, dado lo que nos han contado sobre su fragilidad. En el juicio Susan deja de ser un hazmerreír, ella responde que no es frágil sino que está rota. Es complicado interpretar a la damisela angustiada, al personaje que se cree un personaje, pero en esta escena se abre a la complejidad del personaje, al hacer obvia la autoficción: las tragedias de la vida de Susan le han robado la capacidad de relacionarse auténticamente con otra persona.
La ficción generada por el propio personaje de Susan también devienen de las acciones de Chris, un marido que ha arruinado su masculinidad intentando ser el protector, ese que él se llega a creer bajo los sueños cinéfilos de su esposa. Él ese que es el sustituto de Gary Cooper en las películas que se monta Susan y el que accede a creer a entrar en el pacto, en el juego de ficción una esposa que necesita resguardarse en una imaginación que va más allá de la tierra que pisa.
Cómo meterse en un jardín es una representación digna de la psique de Susan y Chris, mostrando cómo la pareja asesina justifica sus acciones y elige vivir en un mundo definido por fantasías cinéfilas en lugar de los hechos reales, pero qué espectador no podría decir que le ha pasado lo mismo, así como diría la poeta Louise Glück en un poema, “¿cuál es la diferencia? ahora eres una niña de la mano de una adivina. Todo lo demás son hipótesis y sueños”.