La conquista de América y la leyenda negra
El cine español y el estadounidense difieren en la manera de abordar el conflicto: entre la nostalgia de unos y la propaganda antihispánica de otros
17 octubre, 2021 00:00Hoy vivimos más intensamente que nunca el debate sobre la valoración de la conquista española de América. Las declaraciones de López Obrador, el presidente de México, exigiendo perdón al Rey de España por la conquista y la colonización española han vuelto a desatar viejas polémicas. La historiografía parece muy polarizada entre los historiadores revisionistas que hablan de genocidio (Noah Harari) y que subrayan la violencia catastrófica de los españoles sobre los indígenas, apelando a fuentes indígenas (Townsend), y los que reafirman el discurso oficial de la leyenda negra, eso sí, aportando matices (Tamames). Afortunadamente, se abren interpretaciones lúcidas y honestas con menos ideología a cuestas (Mira, Martínez Shaw). La bibliografía sobre el tema, especialmente sobre la conquista de México, ha sido abrumadora desde las clásicas obras de Madariaga y Pereyra (1941), con voluntad de llegar a consensos interpretativos ya desde el lado mexicano (Martínez, Miralles), ya desde el lado europeo o español (Thomas, Fernández Armesto, Restall) a lo que parece no culminados felizmente. Demasiados bandazos.
El cine sobre este problema también ha sido fluctuante. En los años 40 y 50, desde el cine español se produjeron algunas películas de talante nostálgico colonial como Los últimos de Filipinas (1945), de Antonio Román (de la que se haría una nueva versión en 2016 con Luis Tosar como protagonista), y Las últimas banderas (1957) de Luis Marquina. También se produjeron películas de clara voluntad propagandística de la colonización española. Ejemplos son: La nao capitana (1947), de Florián Rey, y La manigua sin Dios (1949), de Arturo Ruiz Castillo.
El cine estadounidense, con las miradas muy puestas en la guerra de Cuba, no fue nada prohispánico. La guerra de Cuba fue vivero de las primeras películas norteamericanas antihispánicas. La primera realizada en Hollywood fue Desgarrando la bandera española, rodada en 1897, y se inserta en la campaña mediática norteamericana contra España. Hollywood tiñó de color rosa la proyección colonial inglesa entre la población india de Virginia. El gobernador inglés Ratcliffe es transformado en un conquistador español ávido de oro. Hasta en Bailando con lobos (1990) sale un sioux aludiendo a su lucha contra los conquistadores españoles. La saga de Piratas del Caribe supone una glosa de los piratas frente a los villanos españoles. La única cinta relativamente proespañola fue La olvidada de Dios (1917), dirigida por Cecile B. DeMille, que describe los amores de Alvarado, el compañero de Cortés, con la hija de Moctezuma. En 1947, desde Estados Unidos, se produjo Captain from Castile, dirigida por Henry King, con Tyrone Power haciendo de capitán español de las tropas de Hernán Cortés (interpretado por César Romero) y con todos los tópicos de la violencia militar. En la misma línea antihispánica se rodaron películas como The Sea Hawk (1940), de Curtiz, y Los piratas del mar Caribe (The Spanish Main), en 1945.
Como ha destacado Esteban Vicente Boisseau, en todas estas películas norteamericanas late un profundo desprecio a la labor española con una extraña fascinación por los piratas bendecidos como si gozaran de toda la legitimidad moral. Hasta el filme español de Eugenio Martín Los corsarios del Caribe (1961) es una glosa de la piratería.
La cuestión de la conquista resucita en los años 60. España reasume un cierto cine épico con Los conquistadores del Pacífico (1963), de Elorrieta, que describe las peripecias de Vasco Núñez de Balboa, y La araucana (1971), de Julio Coll, con las peripecias sentimentales de Valdivia con Inés Suárez. Hasta se atrevió España a asumir una coproducción con Italia y Venezuela dirigida por Alessandro Blasetti, nada menos que sobre Bolívar, con mensaje ideológico de lo más híbrido.
En los últimos años, el desinterés por abordar este problema desde el cine español ha sido total. Solo cabe citar Hijos del viento (2000), la película de José Miguel Juárez, con actores como José Sancho y Bud Spencer y en la que recurre al socorrido affaire amoroso entre el náufrago español Rodrigo y la bella azteca. Sentimentalismo para vaciar de ideología el mensaje. Jean-Claude Carrière, por su parte, dirigió en 1992 una cinta francesa en la que, en contraste, se pretendía abrir el debate colonial. La película La controversia de Valladolid fue un absoluto fracaso.
El cine hispanoamericano, desde el principio puede decirse que fustigó la conquista española. Ahí están como testimonio la película boliviana Wara Wara (1930) y la mexicana Tribu (1934). Son pocas las películas relativamente prohispánicas como la mexicana Cabeza de vaca (1991), interpretada por Juan Diego, y la venezolana Jericó (1991), de Alberto Lamata, premiada esta última con un Goya.
Los mensajes prohispánicos han venido siempre por la vía de la evangelización. Sobre todo, en México se han producido varias películas que inciden en la temática religiosa, desde una óptica positiva. Ahí están varias obras sobre la Virgen de Guadalupe (1939, 1942, 1958, 1976), sobre algunos santos (Felipe de Jesús, 1949; Rosa de Lima, 1939 y 1946; Hermano Pedro, 1964) y muy próximos a la santidad. Sor Juana Inés de la Cruz también suscitó una película mexicana. Se hicieron glosas de la evangelización como en Las rosas del milagro (1960).
La simpatía por el indigenismo se dejó ver ya desde la película mexicana Chilam Balam (1955) y se desata sobre todo desde finales de los 70. Como reflejo podríamos citar la mexicana Cuando Pizarro, Cortez y Orellana eran amigos (1979), las venezolanas Orinoko, nuevo mundo (1984) y Amérika, tierra incógnita (1988) y, por último, la también mexicana La otra conquista (1998). A Bartolomé de las Casas se le dedicó la mexicana de Sergio Olhovich (1992) basada en la obra de teatro de Jaime Salom con clara voluntad de encontrar un equilibrio valorativo en la imagen del lascasianismo.
La producción tanto europea como norteamericana huyó del compromiso de pronunciarse ideológicamente sobre la conquista y focalizó su atención sobre determinados personajes fascinantes por su propio perfil psicológico, como Aguirre, la cólera de Dios (1972), dirigida por Herzog, con un Klaus Kinski absolutamente genial, personaje sobre el que volvió inopinadamente Saura en su El dorado (1988), elevando a protagonista a otro gran actor, Omero Antonutti. Curiosamente, ninguno de los grandes conquistadores españoles ha suscitado películas biográficas. Pizarro, con una visión negativa del mismo, sí fue protagonista de La caza real del Sol (1969), película de Irving Lerner con Robert Shaw haciendo de un Pizarro ambicioso que solo quiere el tesoro de Atahualpa. Cortés no ha tenido nunca a un guionista que escribiera directamente sobre él. La televisión, en este caso, ha asumido algunos retos. Es interesante la serie de TVE de 2017, titulada Conquistadores, dirigida por Israel de Santo, en ocho episodios, que narra los primeros 30 años de la conquista de América y en los que emergen los descubridores y conquistadores. Cortés fue interpretado por Miguel Díaz Espada; Pizarro, por José Sisenando, y Aitana Sánchez-Gijón fue la Reina Católica. En la misma línea hay que recordar aquí productos televisivos como Inés del alma mía, la historia de Inés Suárez, la compañera de Valdivia, con Elena Rivera y Eduardo Noriega; Hernán, protagonizada por Óscar Jaenada, tras no prosperar un proyecto con Bardem de protagonista; La reina de Indias y el conquistador, que cuenta la historia de la indígena Catalina y el conquistador Pedro de Heredia…
Mel Gibson abordará en el año 2006 su Apocalypto, una extraña película, que supone un canto a la violencia que parece homologar a unos y a otros en la fascinación por la muerte.
Y en el rincón de los exóticos productos sobre América, debe destacarse el filme Aztec Rex (2007), protagonizada por Ian Ziering en la que como tributo al imaginario salen hasta dinosaurios, y la también norteamericana La fuente de la vida (2006), con Hugh Jackman haciendo extraños viajes hacia el pasado y el futuro. En el pasado y en busca del árbol de la vida tropieza con el México colonial. Carlos Boyero la calificó de engendro y en esto no le faltaba razón. Algún personaje exótico como la monja Alférez han suscitado también la atención cinematográfica con dos películas mexicanas (1944 y 1986).
Ahora se habla de presuntos nuevos proyectos para tratar la conquista de América nada menos que de Spielberg, Scorsese y Alfonso Arau. Veremos.