'Los Tigres'

'Los Tigres'

Cine & Teatro

Tres sólidas historias criminales: 'Los Tigres', 'The Mastermind' y la serie 'Task'

El sevillano Alberto Rodríguez y los estadounidenses Kelly Reichardt y Brad Ingelsby recurren a los códigos del género policiaco para explorar la psicología de sus personajes y reflexionar sobre las virtudes y las flaquezas de los seres humanos

Llegir a Català
Publicada
Actualizada

Desde que a mediados del siglo XIX Edgar Allan Poe sentó las bases del género con sus relatos de Auguste Dupin, el policiaco se ha asentado como un género muy popular tanto en literatura como en cine. La fórmula es imbatible: un enigma, un crimen que hay que resolver y una resolución final del misterio que satisface las ansias de sentido y orden de los lectores o espectadores. Con el tiempo, esta estructura básica fue desarrollándose en diversas variantes: desde el mero rompecabezas a lo Agatha Christie a la mirada sociopolítica de Hammett o la reflexión moral de Chandler o Cain.

Conforme el género se sofisticaba, se iba adentrando en el despliegue de perfiles psicológicos complejos, entre misterios y crímenes que espolean la acción y hacen avanzar la trama. Se estrenan este viernes dos películas -Los Tigres y The Mastermind- y ya puede verse por fin completa en streaming una serie -Task- que son buenos ejemplos de este uso de las estructuras narrativas del policiaco para explorar personajes seductoramente intrincados.

'Los tigres'

'Los tigres'

Los Tigres de Alberto Rodríguez cuenta la historia de un buzo (sólido Antonio de la Torre) que se dedica a revisar y reparar los cascos de los petroleros mientras descargan en la petroquímica de Algeciras. Con él trabaja su hermana (Bárbara Lennie), que no puede bajar a mucha profundidad por un problema en el tímpano. La tentación criminal se produce cuando, en una de las inspecciones submarinas, el buzo descubre que uno de los barcos trasporta alijos de cocaína ocultos en una trampilla del casco. Siguiendo una premisa clásica en el género, la precaria situación económica impulsa al protagonista a dar el paso. En este caso, problemas económicos por la amenaza de su ex mujer de denunciarlo porque no le pasa la pensión de las hijas, a lo que se suma la detección de un problema de salud que no le va a permitir seguir buceando mucho más tiempo.

Rodríguez y su coguionista Rafael Cobos llevan años manejándose con los códigos del policiaco adaptados a la realidad de nuestro país: Grupo 7, La isla mínima, El hombre de las mil caras -una de las mejores películas españolas del siglo XXI- y Modelo 77. Siempre se han servido del género a modo de confortable armazón desde el que contar algo más que una mera historia policial. Y esto se hace muy evidente en Los Tigres, que se centra mucho más en la construcción psicológica de los personajes que en armar un thriller trepidante. De hecho, cuando los dos hermanos dan el paso de robar cocaína en pequeñas cantidades para no ser detectados, pero aun así acaban delatándose por su impericia delincuencial, la tensa situación que se genera con unos violentos traficantes no pasa de tener un peso tangencial en la trama. Esta se centra más en la relación entre los dos hermanos y en las culpas y silencios que vienen del pasado compartido.

Alberto Rodríguez durante el rodaje junto a los actores protagonistas

Alberto Rodríguez durante el rodaje junto a los actores protagonistas

Mención especial merece la espectacularidad visual de la cinta, desde la presencia de los gigantescos petroleros hasta las impresionantes escenas submarinas. Además, destaca el habitual buen pulso narrativo de Rodríguez, que logra construir personajes psicológicamente complejos sin aminorar en ningún momento el ritmo narrativo. El director tiene pendiente de estreno -el 20 de noviembre en Movistar +- la serie Anatomía de un instante, que adapta el libro de Javier Cercas.

Coincide la llegada a salas de Los Tigres con la de The Mastermind, la nueva película de la reina del indie estadounidense Kelly Reichardt. Y aquí tenemos un caso todavía más extremo de cómo las estructuras del policiaco se pueden utilizar con otros fines. El cine de esta directora se caracteriza por sus historias basadas en minúsculos acontecimientos, su ritmo sosegado y su fotografía de tonos apagados por el uso de la iluminación natural. De entrada, nada más en las antípodas de un thriller rebosante de tensión.

La cineasta ya había hecho una incursión en su particular visión del cine de acción en Night Moves, un largometraje con Jesse Eisenberg, Dakota Fanning y Peter Sarsgaard, sobre un grupo de activistas ecologistas que pretenden volar una presa. Ahora, en The Mastermind acomete su peculiar versión de las heist movies, es decir las cintas de atracos. El protagonista (un Josh O’Connor espléndido, como de costumbre) es un niñato de buena familia, casado y con dos hijos, convertido en un diletante que no da un palo al agua, que tiene la idea de bombero de robar unos cuadros en un museo de provincias.

'The mastermind'

'The mastermind'

La preparación consiste en visitar las salas con su familia y observar las pautas de comportamiento de los adormilados vigilantes. Y la realización del atraco por parte de un par de tipos no muy profesionales a los que ha contratado nada tiene que ver con el reciente robo del Louvre. Los cuadros que sustraen, para vendérselos a una persona interesada, son del pionero del arte abstracto Arthur Dove, una figura no muy conocida fuera de Estados Unidos. La película está ambientada en un año muy concreto, 1970 y de fondo aparecen Nixon y las protestas contra la guerra del Vietnam. Una de ellas, en la última escena, precipita el patético destino del protagonista. Reichardt no elige este año al azar, la entrada en la década de los setenta supuso el final de las ensoñaciones hippies de florecillas y amor. Y la llegada de una época de hundimiento social y moral en Estados Unidos -reflejado en su día por Scorsese en Taxi Driver-, que tiene ecos diáfanos con la situación generada hoy por el trumpismo rampante. Mención especial merece la magnífica banda sonora jazzística compuesta por Rob Mazurek, muy acorde con el tono del largometraje.

El peculiarísimo thriller low key que nos presenta la directora no se centra en la orquestación del robo y en el movimiento de los lienzos sustraídos por el submundo criminal, sino en el bobo mastermind (título evidentemente irónico) que lo ha ideado y que, a consecuencia de su ocurrencia, se verá obligado a emprender una huida que lo alejará de su familia y lo conducirá a un callejón sin salida.

'The Mastermind'

'The Mastermind'

Como en Los Tigres, también en The Mastermind tenemos un uso del policiaco al servicio de un estudio de personajes. Y esto es todavía más evidente en Task (disponible en HBO), la nueva serie de Brad Ingelsby, que en 2021 deslumbró a todo el mundo con Mare of Easttown, con Kate Winslet. Los mimbres son muy similares, ya que comparten ambientación en Pensilvania y una historia criminal al servicio de unos héroes en pleno marasmo emocional, que acarrean todo tipo de secretos y heridas. Solo que en Task la apuesta se eleva un grado porque se trata de una partida a tres bandas -entre dos grupos criminales y uno policial- y la cantidad de traumas que arrastran los protagonistas es apabullante (algunos considerarán que demasiado apabullante, con el peligro de saturación).

El título -Task: tarea, misión- es polisémico, porque hace referencia tanto a la misión policial de investigar una serie de atracos a narcocasas manejadas por una banda de moteros como a la tarea de ser un buen padre y una persona leal a la familia o grupo al que se pertenece. La operación policial se pone en marcha cuando uno de esos asaltos a casas de traficantes acaba como el rosario de la aurora, con varios muertos y un niño desaparecido. Al mando se pone a un agente del FBI en horas bajas (un Mark Ruffalo monumental), al que se le asigna una fuerza de novatos de procedencia diversa. Frente a ellos tienen a una jerarquizada banda de motoristas (liderada por un Jamie McShane de perturbadora mirada siniestra) y a un par de meticulosos delincuentes que, disfrazados de basureros, vigilan y asaltan los negocios de los moteros. No tardará en descubrirse la motivación oculta de uno de ellos (un muy convincente Tom Pelphrey).

'Task'

'Task'

Se trata de una serie de cocción lenta y duración inusual: siete capítulos, un número inhabitual, que indica que se ha buscado la medida necesaria, sin meter paja, algo que se agradece sobremanera, dada la tendencia de las series a rellenar con subtramas innecesarias. Aquí todo es músculo, tanto en las escenas de acción como sobre todo en la minuciosa construcción de los personajes, que es donde más brilla la propuesta. Porque esta serie sobre bandas moteras, atracos, agentes del FBI, soplones y traidores es por encima de todo una exploración de las virtudes y las flaquezas de los seres humanos.

Cada uno de los protagonistas lleva una mochila muy cargada de culpas y dudas, empezando por el agente del FBI al que da vida Ruffalo, al que Ingelsby tiene la osadía de darle un pasado como sacerdote y cuya desquiciada realidad familiar daría por sí sola para una serie dramática de máxima intensidad. Entre él y el atracador al que da vida Pelphrey -con otra historia familiar tremebunda- se establece un singular juego de confrontación y mutua admiración que por momentos recuerda al de Heat de Michael Mann. Y en medio de la violencia que se desata, el niño desaparecido, al que más de un personaje busca salvar de un destino aciago. Task es la mejor serie de este año junto con la virtuosa pirueta de Adolescencia, en cuyo centro también había un niño.