'Tres amigas'

'Tres amigas'

Cine & Teatro

Dos seductores cuentos morales franceses: 'Tres amigas' y 'El cuadro robado'

Los cineastas Emmanuel Mouret y Pascal Bonitzer coinciden en la cartelera con sendas películas corales que plantean perspicaces reflexiones sobre el comportamiento de los seres humanos

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La sombra de Éric Rohmer es alargada. Sus apólogos con moraleja pero sin moralina; su tono filosofante bajo una liviandad solo aparente; sus personajes que no paran de hablar sin soltar sermones; los juegos y las maquinaciones de la seducción, el amor y el deseo; la búsqueda de lo trascendente en lo cotidiano, y la capacidad de hacer que narrativamente sucedan cosas sin que en apariencia suceda nada son algunas de las lecciones de un estilo cuyos ecos pueden rastrearse en diversos cineastas contemporáneos.

Dos de estos discípulos oficiosos son sus compatriotas Emmanuel Mouret (Marsella, 1970) y el veterano Pascal Bonitzer (París, 1946), de los que coinciden en la cartelera dos sagaces aporías o cuentos morales: Tres amigas del primero y El cuadro robado del segundo. Dos películas corales que plantean perspicaces reflexiones sobre los comportamientos humanos.

El director Bernard Bonitzer

El director Bernard Bonitzer

Tres amigas es el doceavo largometraje de Mouret. Todos tienen como tema los avatares del amor y en los primeros solía aparecer él mismo como actor, lo cual, sumado al tono de sus tragicomedias, lo convertía en una suerte de Woody Allen a la francesa, pasado por el filtro rohmeriano. Todos tienen ambientación contemporánea, salvo uno, Modemoiselle de Joncquières (estrenado directamente en Netflix), que adapta el relato 'La historia de Madame de la Pommerayep, que les cuenta un posadero a los protagonistas de Jacques el Fatalista de Diderot.

Esa historia de seducción, despecho y venganza no está muy alejada de esa cumbre de la novela libertina que es Las amistades peligrosas de Pierre Choderlos de Laclos, aunque el final es radicalmente distinto. Que a día de hoy los franceses sigan gozando de fama de avezados seductores se lo deben sobre todo a su siglo XVIII, el de las luces y su reverso, el libertinaje. En esa época, la generación anterior a la de Diderot dio en el teatro la figura de Marivaux, muy conectado con el del italiano Goldoni y siempre opacado por su antecesor Molière. Piezas como El juego del amor y del azar -la mejor de las comedias de enredos amorosos de Marivaux- son el germen del que se nutre el cine de Mouret, junto con la estética rohmeriana.

'Tres amigas'

'Tres amigas'

Después de Modemoiselle de Joncquières, el director ha encadenado tres obras de madurez de exquisita factura: Las cosas que decimos, las cosas que hacemos, Crónica de un amor efímero (ambas disponibles en Filmin) y ahora Tres amigas. Situada en Lyon, pone en escena las cuitas sentimentales de tres mujeres y los hombres que las rodean. Dos de ellas están casadas y tienen una mirada muy diferente sobre el amor: una sufre porque ha descubierto que ya no está enamorada de su marido y cree que no es honesta con él al no confesárselo.

Cuando se decide a hacerlo, desencadena un drama. La otra, en cambio, cree tener muy controlado su matrimonio, con un marido solícito y fiel, pese a que ella, más pragmática, no cree en eso del amor y lo único que busca es una confortable estabilidad. También en este caso se desequilibrará todo, porque el marido está manteniendo a sus espaldas una relación adúltera con la tercera amiga, mientras que la esposa engañada se dejará arrastrar por un arrebato afectivo irracional…

Emmanuel Mouret

Emmanuel Mouret

Con esta premisa, Mouret construye una película que despliega una siempre inestable geometría del amor, en la que los personajes van creando y deshaciendo vínculos, diciendo una cosa y haciendo la contraria, dejándose arrastrar por el juego de la seducción y sintiendo el dolor del rechazo, deseando al que no les hace caso mientras rechazan al que los desea… Como en las obras de Marivaux, los devaneos afectivos son manejados como brillantes enredos de comedia y al mismo tiempo encierran una lección, una moraleja.

El cineasta combina con medido equilibrio las reflexiones sobre el amor -que nunca son en exceso discursivas- y los vaivenes de los personajes arrastrados por el deseo. Todo ello contado por un singular narrador que no tarda demasiado en desvelarse y cuya identidad el espectador atento adivinará en seguida.

'Tres amigas'

'Tres amigas'

Pese a que una de las protagonistas asegura que “el amor no tiene por qué ser el centro de todo”, los personajes no logran escapar al vértigo de la seducción, los celos, la obsesión, la culpabilidad, el rechazo, el fingimiento, la idealización, los sentimientos que anulan la sensatez… Uno de ellos ha escrito un libro titulado Feliz complejidad, en el que aborda el drama de la existencia con liviandad. Ese es el tono que logra imprimir a su cine Mouret.

Tres amigas contiene un par de homenajes cinéfilos: aparece una escena de Encadenados de Hitchcock -una película de espías que en realidad versa sobre el amor y la manipulación- y otra de El héroe del río de Buster Keaton, o la risa como bálsamo. Porque, tal como comenta el narrador -con la sabiduría que le proporciona su singular posición- en relación a los altibajos amorosos: “Estar vivo significa inquietarse, estar triste y sentirse perdido”.

'El cuadro robado'

'El cuadro robado'

Por su parte, el cuento moral que desarrolla Pascal Bonitzer en El cuadro robado tiene como temas centrales el engaño y la codicia. El autor tiene una larguísima trayectoria: empezó como crítico en Cahiers de Cinéma -entre sus varios libros destaca uno sobre Rohmer- y después fue guionista de cineastas como André Téchiné, Chantal Akerman, Raoul Ruiz, Anne Fontaine y sobre todo Jacques Rivette. En su carrera como director incorpora un pequeño detalle que ya de entrada despierta todas mis simpatías: los carteles de buena parte de sus películas son del gran ilustrador Floc’h, el más anglófilo, refinado y sofisticado de los dibujantes de cómic franceses en activo (también hizo algunos carteles para el sesudo Alain Resnais, apasionado amante de los tebeos).

Ambientada en el mundo de los marchantes de arte, El cuadro robado parte de una historia real: el descubrimiento en Francia en 2005 de un lienzo de Egon Schiele que se daba por perdido desde la Segunda Guerra Mundial: Los girasoles muertos, un homenaje del pintor a Van Gogh. El lienzo se lo habían confiscado los nazis al coleccionista judío Karl Grûnwald y apareció olvidado en el altillo de la casa de un obrero. Recuperado, restaurado y restituido a los herederos de su legítimo propietario, fue finalmente subastado por Christie’s, que lo vendió por 17,2 millones de euros, triplicando el precio estimado por los expertos.

'El cuadro robado'

'El cuadro robado'

Bonitzer mantiene el título, la autoría y la apariencia del cuadro, pero cambia otros detalles, como la casa de subastas, el nombre del coleccionista al que se le confiscó y el precio de venta, que eleva a 25 millones. Sus protagonistas son un ambicioso marchante que se empeña en borrar sus orígenes humildes mediante la ostentación; su becaria, que no para de mentir para ocultar una historia familiar desoladora; la ex mujer del marchante, colega de profesión, que mantiene una nueva relación amorosa que se desvelará hacia el final; una abogada a la que ha contratado la humilde familia que ha descubierto el lienzo en el altillo de su casa; el chico que lo ha encontrado, un joven obrero que trabaja en el turno de noche en una fábrica; los herederos americanos del coleccionista expoliado; abogados tramposos y coleccionistas codiciosos…

Y en el centro, alrededor del que todos giran, el óleo de Schiele, que representa algo distinto para cada uno de ellos. ¿Cuál es el verdadero valor de una creación artística?  Para los nazis fue un ejemplo de arte degenerado y después objeto de una transacción corrupta que hizo que acabara en manos de un colaboracionista. Ahora se ha convertido en un producto codiciado, sin dejar de ser una obra que transmite emociones.

Tres amigas y El cuadro robado son dos buenos ejemplos de películas de apariencia liviana, tras la que hay una sólida construcción. Ejemplos de un cine que sabe ser profundo sin ser plomizo, que consigue explorar la condición humana sin ponerse pomposo.