Imagen de la serie ‘Nip/Tuck’

Imagen de la serie ‘Nip/Tuck’

Cine & Teatro

‘Nip/Tuck’: ¿Qué es lo que no le gusta de usted mismo?

La reciente muerte por cáncer del actor australiano Julian McMahon nos recuerda su participación en una serie arriesgada, no apta para conservadores, que mantiene todo su interés, especialmente en sus primeras temporadas

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Les aseguro que no pretendía seguir dándoles la chapa con grandes series del pasado, de cuando antes del maravilloso mundo del streaming, pero a veces pasan cosas que le llevan a uno a cambiar de opinión. Por ejemplo, la reciente muerte por cáncer del actor australiano Julian McMahon (Sidney, 1968 – Florida, 2025), protagonista de la primera serie de Ryan Murphy que vi en mi vida, Nip/Tuck (A golpe de bisturí en los canales autonómicos españoles, menos TV3, que mantuvo el título original, aunque nadie lo entendía), estrenada en 2003 y que se alargó durante seis temporadas (las cuatro primeras son sensacionales; las dos últimas, erráticas y prescindibles).

Julian McMahon pertenecía a la aristocracia australiana, si tal cosa es posible en un país fundado por presidiarios británicos. Su padre, Sir William McMahon, fue el primer ministro de su país entre 1971 y 1972, y el joven Julian, a instancias familiares, visitó las facultades de Derecho y Económicas, pero no se licenció ni en una materia ni en otra, prefiriendo irse a Europa a trabajar de modelo. De ahí pasó a Estados Unidos para dedicarse a la actuación. Y así acabó en Nip/Tuck (curiosamente, uno de sus últimos papeles fue el de primer ministro australiano en la serie La residencia).

Hace más de dos décadas, Nip/Tuck parecía una serie muy bestia, de ahí los problemas que tuvo en Estados Unidos y otros países por su contenido moralmente reprobable para el espectador más conservador. Los demás pensábamos que Nip/Tuck era una crónica de la decadencia moral de occidente a través de la cirugía plástica, una idea francamente brillante que no se le había ocurrido a nadie, pero que era perfecta para plasmar el malestar, el tedio y la frivolidad de las sociedades pudientes.

Entretenimientos perversos

Cada episodio empezaba igual: con la aparición en la consulta de los doctores Sean McNamara (Dylan Walsh) y Christian Troy (McMahon) de un hombre o, más a menudo, una mujer a quienes se preguntaba qué era lo que no les gustaba de sí mismo, de su aspecto, y de cómo éste podía afectar a su psique, ya de por sí un tanto precaria.

El actor Julian McMahon

El actor Julian McMahon

Una vez expresada su preocupación por el paciente, Troy y McNamara se ponían en marcha, empuñaban el bisturí y con un nip por aquí y un tuck por allá, escuchando música en un reproductor futurista y embutidos en unas terroríficas batas de color rojo sangre, procedían a mejorar la pinta del paciente (que a veces, incluso, no estaba completamente loco).

Solterón tarambana

Sean y Christian eran amigos de la facultad, como Julia, la mujer de Sean, que siempre daba la impresión de sentir algo por Christian (como así se demostraría después de muchos episodios de la serie). Sean era el miembro cabal de la pareja de cirujanos: casado, padre de familia, pilar de la sociedad. Christian era un solterón tarambana que solo parecía pensar en beneficiarse a veinteañeras, forrarse con su trabajo y vivir como Dios: hasta tenía un yate, que había bautizado humorísticamente como Boatox.

Además de operaciones complicadas, Nip/Tuck ofrecía un sinfín de entretenimientos perversos: sexualidades desbocadas de todo tipo, presencia amenazante de la mafia cubana en Florida, un desfigurador en serie que iba por ahí destrozando el rostro de las mujeres con un bisturí, subtramas familiares a cargo del desastroso hijo de Sean, parafilias demenciales, pacientes psicóticos a mogollón…

Imagen de la segunda temporada de Nip/Tuck

Imagen de la segunda temporada de Nip/Tuck

Con los pacientes y sus neuras y los dimes y diretes de las vidas personales de los dos cirujanos ya había bastante para montar una serie muy apañada, pero Ryan Murphy es de los que creen que cuanto más mejor, por lo que no paró de llenar la trama de subtramas que se alargaban durante varios capítulos o toda una temporada.

Tarjeta de presentación

Y el resultado era un entretenimiento nuevo, peculiar e ingenioso que no descuidaba el factor humano. Hasta que dejó de funcionar por esa manía de alargar las cosas mientras haya un público dispuesto a tragárselas.

Las cuatro primeras temporadas, las que transcurren en Florida, son estupendas. Pero con el cambio de localización a Los Ángeles y la evidencia de que, pese al esfuerzo ímprobo de los guionistas, la cosa no da más de sí y deviene repetitiva, tensando unas relaciones entre el trío protagonista que ya no se pueden estirar más, la serie empieza a desinflarse hasta llegar a un final decepcionante a más no poder que casi consigue hacerte olvidar lo bien que te lo llegaste a pasar con las primeras temporadas de Nip/Tuck.

Sobre esta fábula de cirujanos peseteros (con corazoncito) y clientes majaretas (más mafiosos y gentuza de todo tipo) construyó el señor Murphy una carrera brillante y extremadamente comercial con la que se ha forrado convenientemente el riñón. Las plataformas se lo rifan y trabaja a una velocidad de vértigo.

A veces no acierta, pero a menudo sí (pensemos en la miniserie de Netflix sobre los hermanos Menéndez, que igual salen del trullo gracias a ella). Nip/Tuck fue su excelente tarjeta de presentación.