
Imagen de ‘La Residencia’
‘La Residencia’: asesinato en la Casa Blanca
La miniserie funciona como comedia y como 'murder mystery', con un final muy típico de Agatha Christie
Divertida mezcla de comedia y misterio criminal en Netflix: La residencia, escrita por el británico Paul William Davis (Londres, 1946), un físico con veinte libros publicados (y traducidos en su mayor parte al español) que dirige en el Instituto BEYOND de la universidad de Arizona el Center for Fundamental Concepts in Science (Centro de Conceptos Científicos Fundamentales), es una miniserie de ocho capítulos que rinde homenaje al mundo de Agatha Christie (tendencia en boga en Hollywood si hemos de hacer caso al éxito de la saga cinematográfica Puñales por la espalda) con una investigadora sensacional, Cordelia Cupp (Uzo Aduba), muy en la línea de Hércules Poirot y la señorita Marple para lo bueno y para lo malo: es tan eficaz y tan irritante como ellos, pues va muy sobrada y se siente la mejor detective del mundo.
La brillante Cordelia, una mujer negra con cierto sobrepeso, es convocada a la Casa Blanca la noche en que se celebra una cena de estado con el primer ministro australiano porque ha aparecido en la sala de billar el cadáver del ujier en jefe del lugar, A.B. Wynter (el gran Giancarlo Esposito, ese negro con cara de italiano).
Los sospechosos en un salón
Cordelia es una excéntrica que vive consagrada a la observación de pájaros, pero en sus ratos libres resuelve asesinatos como el del señor Wynter. Poco dada a las componendas, nada más llegar consigue caerle mal a todo el mundo con sus técnicas infalibles, que incluyen mantener encerrados en la Casa Blanca a todos los invitados al jolgorio, incluyendo a la cantante australiana Kylie Minogue y al actor, no menos australiano, Hugh Jackman (Kylie es la de verdad, Jackman no).

Imagen de la ‘La Residencia’
A través de una serie de interrogatorios, a los que asiste sin derecho a intervenir el agente del FBI Edwin Park (Randall Park), un asiático de escasas luces que es a Cordelia lo que el inspector Lestrade a Sherlock Holmes, nuestra sagaz investigadora descubre que había un montón de gente en la Casa Blanca con motivos para eliminar al súper ujier Wynter.
Con una eficaz mezcla de humor y misterio, la miniserie nos ofrece un tour por las instalaciones y un completo muestrario de las habilidades deductivas de la señorita Cupp, hasta llegar a un final muy típico de Agatha Christie en el que la detective reúne a todos los sospechosos en un salón y los va descartando hasta quedarse con el (o la) responsable del asesinato.
Un pastiche de Agatha Christie
Los guiños a Agatha Christie hacen de La residencia una mezcla de miniserie y partida de Cluedo que a veces recuerda aquel largometraje hilarante que fue Un cadáver a los postres, que incluía una aparición desquiciada de Truman Capote.
La residencia es un juego conceptual en la línea de Puñales por la espalda (la primera y brillante entrega de la serie, no su desastrosa secuela) que proporciona un eficaz entretenimiento al espectador, si es que este se presta a la charada y al homenaje deliberado a Agatha Christie. Funciona como comedia y como murder mystery, y si esta primera temporada cae en gracia a la audiencia, es muy probable que tengamos pronto nuevas aventuras de la inefable Cordelia Cupp.
A destacar los masivos decorados destinados a reproducir la Casa Blanca en esta nueva versión del eterno misterio de la habitación cerrada, el buen trabajo de los actores y una dirección ágil y trufada de travelings delirantes, ya sean auténticos o fabricados por ordenador.

Imagen de ‘La Residencia’
Puede que algunos espectadores consideren que La residencia es un producto banal, sobre todo si la han visto, como yo, después de Adolescencia, pero sus ambiciones son limitadas, ya que solo aspira a entretener con un pastiche de Agatha Christie que funciona a la perfección.
En resumen, estamos ante una comedia ligera de crímenes que se ve con agrado y no pretende dar gato por liebre, una muestra más de ese eclecticismo de Netflix que a menudo se confunde con la más absoluta falta de criterio.