'Aún estoy aquí'

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Cine & Teatro

'Aún estoy aquí', un retrato intimista de la dictadura militar brasileña

Walter Salles evoca, a través de la historia de una familia, la violencia que gobernó su país a comienzos de la década de los años 70 en la película ganadora del premio Goya a la mejor producción iberoamericana, que opta también a los Oscars

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En el primer plano de la película una mujer nada sola frente a la playa y sobre ella pasa un helicóptero militar. Estamos en Río de Janeiro en 1970. Brasil está gobernado por una dictadura militar desde 1964 y en la primera mitad de los años setenta se vivirán los años de mayor represión -incluida la desaparición de más de un centenar de opositores-, mientras paradójicamente el país aumenta su calidad de vida gracias al milagro económico. 

Aún estoy aquí de Walter Salles (Río de Janeiro, 1956) evoca este periodo oscuro a través del retrato íntimo de una familia. La cinta, que acaba de ganar un Goya a mejor película iberoamericana y es candidata al Oscar, se basa en una historia real: la del ex diputando de izquierdas e ingeniero Rubens Paiva, que fue detenido, torturado y desaparecido por sus vínculos con actividades subversivas. Su cadáver nunca apareció, pero hoy se sabe con certeza que su asesinato se produjo el 21 de enero de 1971 en un cuartel. 

'Aún estoy aquí'

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Lo contó en un libro el único hijo varón del fallecido: el escritor Marcelo Rubens Paiva, que tiene una extensa obra y es muy conocido en Brasil. Va en silla de ruedas -así aparece su personaje en el tramo final de la película- desde que, a los veinte años, se fracturó la columna vertebral al saltar a un lago de aguas poco profundas. El interés de Salles -director de Estación central de Brasil, Diarios de motocicleta y la fallida adaptación de En la carretera de Kerouac- por la historia es personal. En su adolescencia fue amigo de una de las hijas de Rubens Paiva. 

Estamos, claro, ante una obra con trasfondo político y de denuncia, pero que narra en tono intimista cómo procesa una familia la desaparición del padre. Y cómo la madre, Eunice (a la interpreta de forma admirable Fernanda Torres, que ha ganado el Globo de Oro y es candidata al Oscar), debe afrontar sola la situación y hacerse cargo de los cinco hijos (cuatro chicas y un chico). 

La primera media hora es un magnético retrato de la felicidad. Viven en Río de Janeiro, a dos pasos de la playa; la casa está siempre llena de amigos, se conversa, se bebe y se baila; el padre juega al futbolín en el sótano con sus hijos, los niños adoptan a un perro perdido... Hay además en este tramo inicial una recreación brillante de la época, en la que el espectador se ve sumergido gracias a las tonalidades de la fotografía de Adrian Teijido y a las abundantes referencias musicales: se menciona al legendario grupo de rock psicodélico Os mutantes y a varios miembros del influyente Tropicalismo como Caetano Veloso y Gilberto Gil; se ven cubiertas de discos de King Crimson y T.Rex. La banda sonora es de Warren Ellis, en este caso sin Nick Cave. 

Walter Salles

Walter Salles

Sin embargo, algunos indicios nos van indicando que no todo es jolgorio. Unos amigos editores, asustados, se van a mudar a Londres y el matrimonio protagonista les pide que se lleven a su hija mayor, que está a punto de entrar en la universidad y quieren evitar que se meta en líos. A esta chica y unos amigos los paran en un control en un túnel y la situación se vuelve muy tensa. Los militares andan inquietos porque la guerrilla está secuestrando a embajadores extranjeros para pedir la liberación de presos. 

Rubens Paiva formaba parte de un grupo de apoyo a los opositores. La película es calculadamente vaga sobre su grado de implicación, se limita a dejar claro que no tuvo ninguna vinculación con acciones violentas. Pero no explica que los militares lo detuvieron porque sospechaban que estaba en contacto con el guerrillero más buscado del país, Carlos Lamarca, al que ni se menciona, que había liderado el secuestro del embajador suizo. Nada justifica, obviamente, la tortura y asesinato de Rubens Paiva. Pero hay cierta trampa en presentar su detención como aleatoria y arbitraria. En Brasil, durante la dictadura, la guerrilla asesinó a más de un centenar de personas.  

'Aún estou aquí'

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El cine ha denunciado con contundencia los crímenes de las dictaduras latinoamericanas y sin embargo ha sido mucho menos dado a mostrar la violencia de los grupos terroristas y las guerrillas. Hay cierta tendencia a olvidar a las víctimas de los Montoneros, Sendero Luminoso o las FARC. Aquí, sin ir más lejos, la productora María Luisa Gutiérrez dice en la reciente gala de los Goya que la memoria histórica también debe servir para recordar a las víctimas recientes como las de ETA y provoca que desde sectores de la izquierda la llamen fascista. Vivir para ver. 

En Aún estoy aquí la escena de la detención de Rubens Paiva es prodigiosa por la tensión latente que logra crear mediante la contención. Entran en la casa hombres vestidos de paisano, pero armados con pistolas. No se sabe si son policías, militares o paramilitares. Se lo llevan sin violencia, supuestamente para tomarle declaración. Aseguran que en unas horas estará de vuelta. Salles utiliza un detalle visual perturbador: los intrusos cierran todas las cortinas. De pronto, la luminosa planta baja de la casa queda en penumbra. Y a partir de ese momento el largometraje cambia de tono.

Los desconocidos no se marchan e impiden que nadie salga hasta que el detenido regrese, cosa que no sucederá. Siguen los pequeños detalles sobrecogedores: como los hombres armados van a pasar la noche en la casa, Eunice les ofrece comida como buena anfitriona. Y el hijo pequeño, ajeno a lo que está ocurriendo, se pone a jugar al futbolín con uno de ellos. 

'Aún estoy aquí'

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A continuación, se llevan también a Eunice y a la hija de quince años a un cuartel para interrogarlas. A la hija la sueltan el mismo día, pero Eunice permanecerá casi dos semanas retenida en el siniestro lugar. Cuando la sueltan, se convierte en la protagonista absoluta de la cinta. Una madre coraje que debe afrontar una situación terrible: qué contarles a sus hijos y cómo hacerlo. Tres de las chicas son adolescentes y entienden lo que sucede, pero los dos pequeños, no. Debe además afrontar situaciones kafkianas: en esa época una mujer no podía sacar dinero del banco sin la firma de su marido. La situación política es el ominoso trasfondo, pero el esplendor de esta película reside en cómo retrata la dolorosa cotidianeidad de una familia atropellada por la Historia. 

Pese a todo, no se rinden. Hay una escena en la que un periódico les pide que posen todos juntos para una fotografía, denunciando la situación que viven, sin saber qué ha sido de Rubens Paiva. Los niños empiezan a reírse y el periodista les pide seriedad, pero Eunice decide que sonrían y también lo hace ella, en un gesto de rebeldía contra el destino. La fotografía real aparece en los créditos finales junto con otras de los verdaderos protagonistas. 

'Aún estoy aquí'

'Aún estoy aquí'

Como anuncia ya desde su título, este es un largometraje sobre la memoria. Sobre la política, pero por encima de todo sobre la íntima. La fotografía y el cine como preservadores del pasado están muy presentes. El cine en las imágenes en Súper-8 que filma la hija mayor cuando abandonan la casa junto a la playa en Río de Janeiro y se traslada a Sao Paulo, donde se desarrolla una suerte de doble epílogo. 

Allí retomamos años después a Eunice Paiva, que tras la muerte de su marido se ha sacado la carrera de derecho y se ha convertido en una abogada experta en derechos humanos y defensora de los indígenas. En un segundo salto temporal, aparece Eunice ya anciana y con Alzheimer. Salles hace aquí un guiño precioso: la interpreta Fernanda Montenegro, que no solo fue la protagonista de su mejor película, Estación central de Brasil, sino que es además la madre de Fernanda Torres. 

En la escena final, los hijos y nietos rodean a la anciana matriarca y posan todos juntos para una fotografía muy similar a la que se tomaron en la playa de Río de Janeiro en los días felices en que todavía estaba el padre. El padre fue asesinado y la madre ha perdido la memoria. Pero los recuerdos siguen vivos en los hijos. Alguien falta en la nueva fotografía, pero no está ausente; como dice el título: Aún estoy aquí.