Powell durante un rodaje

Powell durante un rodaje

Cine & Teatro

Scorsese celebra la genialidad de Powell y Pressburger

David Hinton dirige Made in England, un documental con un excelente material de archivo sobre la obra de los dos cineastas británicos, asociados en la productora The Archers, que deslumbraron al director norteamericano en su infancia

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En 1974 Martin Scorsese viajó a Londres para promocionar Malas calles. Cuando le preguntaron si quería que le presentasen a alguien en especial, él respondió, ante la perplejidad general, que a Michael Powell. Powell era entonces un cineasta olvidado, sus películas habían desaparecido de circulación y muchas estaban en mal estado de conservación. Se lo consideraba un personaje del pasado, anticuado y kitsch, una nota a pie de página en la historia del cine británico. Incluso se rumoreaba que estaba viviendo en una roulotte, dada su precaria situación económica. No era cierto, aunque sí estaba retirado, de forma muy austera, en un cottage en Glouchestershire. 

Cuando lograron contactarlo, al propio Powell le sorprendió que un joven realizador estadounidense mostrase interés por él. Se vieron y fue el inicio de una amistad que tuvo diversas ramificaciones y rescató al viejo director del olvido. En 1979 Scorsese presentó de manera triunfal en el Festival de Nueva York la versión restaurada de El fotógrafo del pánico, que en su estreno en 1960 había sido vilipendiada con saña por la crítica británica, precipitando el descarrilamiento de la carrera de Powell.

En 1982 Francis Ford Coppola le ofreció el puesto de director senior en residencia en su megalómano proyecto de los Estudios Zoetrope y Scorsese lo contrató como consultor en varias de sus producciones. Y en 1984 Powell se casó con su última esposa: Thelma Schoonmaker, la montadora de toda la vida de Scorsese. En paralelo, durante estos años se fueron rescatando y restaurando las películas que había hecho con su socio, guionista y productor: Emeric Pressburger. Las que ambos firmaron como The Archers. 

'Made in England'

'Made in England'

Todo esto y mucho más se cuenta en el estupendo documental Made in England (disponible en Filmin) de David Hinton, en el que Scorsese repasa y celebra el legado de Powell y Pressburger y evoca cómo, siendo un niño asmático que no podía salir a jugar, descubrió fascinado un primer largometraje de The Archers en la minúscula pantalla de un televisor en blanco y negro.

Sobre el amor al cine de Scorsese tendremos que hablar algún día: puso en marcha la Film Foundation para restaurar y preservar clásicos, es autor de un par de magníficos documentales sobre cine americano e italiano, y es siempre una gozada oírlo hablar de las películas que ama. Pero aquí nos vamos a centrar en Powell y Pressburger.

La carrera profesional de Michael Powell arrancó en el periodo mudo, participando como ayudante en varios rodajes en los estudios que Rex Ingram, procedente de Hollywood, había montado en Niza. En esa época también hizo de actor en cortos cómicos, en uno de los cuales interpretaba a un tópico turista inglés que se hundía en la nieve. De regreso a Inglaterra, colaboró en una cinta temprana de Hitchcock y, ya en el periodo sonoro, dirigió durante los años treinta varios quota quickies, que era como se conocían las películas baratas rodadas en una semana para cubrir la cuota de pantalla de producciones británicas que entonces se exigía. 

Rodaje de  'A Matter of Life and Death'

Rodaje de 'A Matter of Life and Death'

Su primer largometraje relevante y personal es The Edge of the Wolrd, filmado en 1937 en condiciones muy duras en una isla escocesa del archipiélago de las Shetland. La notoriedad de esta cinta, sobre una comunidad que vive prácticamente aislada del continente, hizo que el húngaro emigrado a Inglaterra Alexander Korda le ofreciera trabajar como director para su productora London Films. Allí conoció a un compatriota de Korda, el guionista judío Emeric Pressburger, que había trabajado en la UFA berlinesa hasta que la llegada de los nazis hizo aconsejable abandonar Alemania.

Colaboraron por primera vez en El espía negro (1939) y repitieron en Espías en el mar y Los invasores, esta última sobre la tripulación de un submarino alemán que llega frente a las costas da Canadá. Las tres están rodadas en plena guerra y tienen componentes de cine de propaganda, pero van mucho más allá por la ambición estética de la dirección de Powell y el humanismo de los guiones de Pressburger. 

Dado lo bien que trabajan juntos, decidieron montar una productora a la que bautizaron The Archers, cuyo logo era una colorida diana en la que se clavaban varias flechas. Tomaron una decisión inusual para la época: a partir de entonces firmarían las películas conjuntamente, aunque Powell se centraba en la dirección y Pressburger en el guion. Y se rodearon de un equipo estable de colaboradores: diseñadores de decorados y vestuario, directores de fotografía (con la destacada presencia de Jack Cardiff, uno de los grandes maestros de la luz).

'Narciso negro'

'Narciso negro'

The Archers iniciarán su andadura en 1942 con una cinta bélica One of Our Aircrafts is Missing, sobre unos aviadores británicos derribados en Holanda, que deben esquivar a los nazis. Trabajan como independientes asociados a un gran estudio, primero la Rank Organisation del magnate Arthur Rank, que les deja completa libertad, y, cuando empiezan a surgir tiranteces con él, llamarán de nuevo a la puerta de London Films de Korda. La existencia de The Archers se prolongará hasta 1957. Crean un total de catorce películas, de las cuales las siete filmadas entre 1943 y 1948 son obras maestras del cine británico.  

La primera de este ciclo virtuoso es la más excelsa: Vida y muerte del coronel Blimp, admirada por grandes directores y por cualquier anglófilo que se precie, como lo fue Javier Marías, que la amaba como quintaesencia de lo british. Producida en plena guerra, debía formar parte del esfuerzo patriótico del mundo del cine, pero Powell y Pressburger primaron su dimensión de artistas. Si iban a hacer una cinta patriótica, la harían a su manera, y el resultado es una maravillosa anomalía, una excentricidad. 

Está inspirada en un entonces célebre personaje humorístico creado por el caricaturista David Low, cuyas viñetas satíricas publicaba el Evening Standard. Blimp era un viejo militar pomposo, irascible, rancio y ultraconservador, provisto de un mostacho de morsa, que solía despotricar contra todo, incluido el gobierno. Cuando Churchill se enteró del proyecto, no le pareció muy adecuado e hizo todo lo posible por boicotearlo, pero Powell y Pressburger se mantuvieron firmes. 

Powell y Pressburger en el rodaje de 'Las zapatillas rojas'

Powell y Pressburger en el rodaje de 'Las zapatillas rojas'

La película muestra un patriotismo singular, porque el gran amigo del protagonista es un militar alemán, al que conoció en Berlín antes de la guerra y que después será un oficial antinazi que buscará refugio en Inglaterra. Por otro lado, el Blimp de la pantalla no es el fantoche de las viñetas satíricas, ya que se dota al personaje de muchos matices que lo enriquecen y humanizan. Pasa de ser un militar fatuo y reaccionario a convertirse en un paradigma del conservadurismo más noble, tal como solo los británicos saben entenderlo.

El conservadurismo de Burke y, en los tiempos modernos, de Roger Scruton y Michael Oakeshott, tres filósofos que han defendido el ser conservador como un modo de respetar unas tradiciones, un patrimonio y un legado que son valiosos, frente a revoluciones destructoras y vanguardias aniquiladoras. 

Sin embargo, por encima de todo, Vida y muerte del coronel Blimp es un sofisticado retrato de seres humanos, una bellísima historia de amor que sobrevive al tiempo (hasta que este todo lo arrasa) y una historia de amistad entre enemigos a los que une un código de honor compartido y el apego a un mundo cuyos valores se están desvaneciendo. La decisión de Powell de que Deborah Kerr interprete a las tres mujeres fundamentales en la vida de Blimp; la asombrosa escena del duelo berlinés, con el radical movimiento de cámara que decide el director: y el conmovedor discurso final de Blimp sobre el envejecimiento y la comprensión de los misterios de la vida son solo algunos ejemplos de por qué esta película es soberbia. Los despistados y los directamente tontos que vean en ella una obra cursi, rancia y demodé no han entendido nada. 

Powell  y Pressburger en la escalinata de la Catedral.

Powell y Pressburger en la escalinata de la Catedral.

Scorsese, que no tiene un pelo de tonto, dice en el documental que The Archers eran cineastas experimentales dentro de la industria y subversivos en el marco del cine comercial. En efecto, y añadiríamos que eran poetas además de narradores. Todas estas virtudes las desplegarán en sus siguientes producciones: dos en blanco y negro -Un cuento de Canterbury y Sé a dónde voy- y tres en apoteósico Technicolor: A vida o muerte, Narciso negro y Las zapatillas rojas. 

El cine de Powell y Pressburger no teme a la desmesura y se acerca a la verdad a través del artificio. Por eso fueron ninguneados en los años en que se impuso el realismo como estética -los tiempos del Free Cinema y sus herederos, como el sermoneador Ken Loach-, pero su influencia es visible en las corrientes antirrealistas y que se mueven en lo que podríamos denominar la estética del exceso; figuras como Ken Russell, Nicolas Roeg o Derek Jarman. Por su parte, Joanna Hogg les rinde explícito homenaje en su mediometraje Caprice, con Tilda Swindon, rendida admiradora del dúo. Su influencia también es perceptible de forma diáfana en la concepción del cine de autores como Leos Carax, Baz Luhrmann o Wes Anderson, y de manera más sutil en Scorsese, Coppola o De Palma, por citar solo algunas figuras. 

Los ejemplos más exuberantes de su sofisticado manejo del artificio los encontramos en A vida o muerte, con su fastuosa stairway to heaven y la mezcla de blanco y negro y color para representar el amor que sobrevive a la muerte, y en Narciso negro, que gira alrededor de la represión del deseo sexual en ¡una comunidad de monjas en las cumbres del Himalaya! 

Scorsese, Powell y Shoonmaker

Scorsese, Powell y Shoonmaker

Uno de los aspectos a destacar en el cine de The Archers es el uso dramático del color, del que son uno de los máximos exponentes junto con los melodramas de Douglas Sirk y los giallos de directores como Mario Bava y Dario Argento. El color es un instrumento que despliegan con especial brillantez en Las zapatillas rojas, la obra que culmina el periodo dorado del dúo con una reflexión sobre el arte como destino y condena, sobre la necesidad del artista de elegir entre la felicidad y la consagración a su creatividad. Lo hacen a través del cuento de Andersen, con una bailarina y de su pigmalión Lermontov, sumo sacerdote de la religión estética, a la que está dispuesto a sacrificarlo todo. El personaje está inspirado en Diaghilev, tiene algunos rasgos de Alexander Korda y no pocos guiños a la concepción del cine del propio Powell. El vehículo elegido para contar esta historia es el ballet clásico, tal vez la disciplina artística más exigente y sacrificada. 

Además, Las zapatillas rojas es una tentativa por parte de Powell de llevar a cabo una idea que le obsesionaba: crear una suerte de obra de arte total que fusionase cine, música, artes plásticas y literatura, y en la que colaborasen creadores de diversas disciplinas; en este caso el bailarín Léonide Massine (que había sido la estrella de los Ballets Rusos de Diaghilev tras la partida de Nijinsky) y el director de orquesta Sir Thomas Beecham.

Este fue uno de los motivos de la progresiva corrosión de la relación entre Powell y Pressburger hasta su ruptura. Pressburger consideraba que su socio se dejaba llevar por ensueños cada vez más inviables en su persecución de la obra de arte total. Volvieron a intentarlo en Los cuentos de Hoffman y en el tintero quedaron muchos proyectos no realizados, entre ellos el más querido por Powell: adaptar La tempestad de Shakespeare. 

Powell con Deborah Kerr en el rodaje de 'Narciso negro'

Powell con Deborah Kerr en el rodaje de 'Narciso negro'

A Las zapatillas rojas siguió la primera película irregular del dúo, Su peor enemigo, historia de un científico alcohólico, que contiene algunas de las escenas oníricas y simbólicas más delirantes de la historia del cine. A partir de aquí, la cosa fue declinando: El libertador; Corazón salvaje, remontada con añadidos por el coproductor americano Selznick; los musicales Los cuentos de Hoffman y Oh, Rosalinda!, y la cinta bélica La batalla del Río de la Plata. Hasta llegar a la última producción de The Archers: Emboscada nocturna.

De entrada, la propuesta era muy estimulante: el secuestro de un general alemán en Creta por un grupo de partisanos y comandos ingleses capitaneados por Patrick Leigh Fermor (que después se convertiría en un ilustre escritor viajero), al que interpretaba Dirk Bogarde. Pero el resultado dista mucho de ser redondo. 

Sin embargo, Powell todavía tenía mucho que decir. Después de Luna de miel -una cinta menor rodada en España, con guion coescrito con Luis Escobar y presencia de Antonio el bailarín junto a Léonide Massine-, creó una obra muy valiosa: El fotógrafo del pánico. De nuevo con un uso psicológico del color, la película insiste en la reflexión sobre la creación artística, en este caso sobre el cine como acto vouyerístico. En esta ocasión lo hace a través del género de terror, con un protagonista perturbado que asesina a sus víctimas al mismo tiempo que filma su agonía. 

El decorado de 'A Matter of Life and Death'

El decorado de 'A Matter of Life and Death'

En su estreno fue masacrada por la crítica inglesa, que la tildó de abyecta, aberrante y otras lindezas. La agresiva recepción dejó tocada la carrera de Powell y la película desapareció durante años de circulación, envolviéndola en un aura de misterio por la dificultad de visionarla. Con el tiempo devino obra de culto y hoy es un clásico incuestionable. Por tanto: un ejemplo más de la inoperancia visionaria de ciertos críticos. Años después sucedió algo muy parecido con El resplandor de Kubrick, vilipendiada en su momento por la crítica más cegata e inepta. 

El fotógrafo del pánico contiene algunos guiños retorcidos: al padre del protagonista, un científico loco que convirtió a su hijo en objeto de sus crueles experimentos hasta desquiciarlo, lo interpreta -en unas filmaciones caseras que se proyectan en una escena- el propio Powell, y el niño que aparece es su verdadero hijo. El cine como arte y como perversión vouyerística, como La ventana indiscreta de Hitchcock.

Lo que vino después fueron películas de supervivencia. En dos de ellas, Pressburger volvió a colaborar como guionista, pero ya no firmaban como The Archers: ¡Qué gente más rara! y The Boy Who Turned Yellow. La primera está filmada en Australia, donde Powell también rodó Corazones en fuga, con James Mason y una joven Helen Mirren, que protagoniza unas fascinantes escenas nadando desnuda bajo el agua. Como seguir haciendo cine se les complicó mucho, Pressburger escribió un par de novelas y Powell una. La de este la publicó en castellano Javier Marías en su Reino de Redonda: Juego de espera. Sin embargo, los mejores libros de Powell son sus dos magníficos volúmenes de memorias: A Life in Movies y Million-dollar Movie, inéditos en España. 

Scorsese con Michael Powell

Scorsese con Michael Powell

En Arrows of Desire de Ian Christie, probablemente el ensayo más importante sobre The Archers, se reproducen estas declaraciones de Derek Jarman sobre Powell en una entrevista de 1982: “Solo existe un director de largometrajes inglés cuya obra sea de primera categoría (…) Vida y muerte del coronel Blimp es la mejor película inglesa y Un cuento de Canterbury y A vida o muerte no le van muy a la zaga. Cuando hizo estas películas, Powell recibió duras críticas por su modo de abordar temas serios. Blimp fue boicoteada por Churchill (...) Es un alegato en favor de la tolerancia y de la consideración del enemigo como un ser humano, realizado en el momento culminante de la guerra. No existe una película inglesa más valiente. Es una tragedia que Powell haya realizado tan pocas películas en los últimos veinte años, y ninguna en los últimos diez, y una maldición eterna para todos aquellos que se dedican a hacer películas. Fue una de las grandes víctimas del espurio realismo social de los años sesenta, cuyos practicantes han engordado e invadido los medios de comunicación con sus mentes en blanco”.