Imagen de 'Buy now! The shopping conspiracy'

Imagen de 'Buy now! The shopping conspiracy' NETFLIX

Cine & Teatro

Comprar hasta morir

La película de Nic Stacey 'Buy now! The shopping conspiracy' plasma la necesidad de comprar provocada por las grandes empresas, con auténticas aberraciones

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Nic Stacey es un documentalista británico conocido por sus miniseries y largometrajes en los que suelen coincidir la ciencia, la tecnología, la sociología y un cierto acercamiento ético a tales asuntos (incurre raramente en el humor: por ejemplo, en la serie de seis episodios para National Geographic The world according to Jeff Goldblum (El mundo según Jeff Godblum), en la que el célebre actor y crooner ocasional ofrece su visión irónica de una serie de asuntos tan serios como los que suele tratar el señor Stacey).

Netflix acaba de colgar su última película, Buy now! The shopping conspiracy (Compra ahora. La conspiración consumista), en la que se nos explica de manera tan didáctica como susceptible de indignarnos (todo lo que nos podemos indignar desde nuestra pantuflista condición de pequeñoburgués de sofá y mantita) todo lo que son capaces de hacer las grandes compañías multinacionales por motivarnos a comprar miles de cosas que, en la mayoría de los casos, no necesitamos para nada.

Se hace hincapié también en cómo se la sopla a Amazon, Adidas, Apple y demás mega marcas la conservación del planeta, tema que suelen abordar desde el acreditado truco del greenwashing (aparentar que uno se preocupa por el medio ambiente cuando en realidad no puede importarle menos, dado que la prioridad de la empresa de turno es, pura y simplemente, ganar todo el dinero posible y más).

El tercer mundo se 'lo come'

Stacey insiste especialmente en la inmensa capacidad de ensuciar el universo que tienen las compañías de los masters of the universe, que diría Tom Wolfe. Algunas nos venden cosas supuestamente reciclables que luego resulta que no lo son: usted tira el cadáver de turno y éste va a parar a un contenedor general donde todo se mezcla y va a parar al mismo sitio: a algún país del tercer mundo que, a cambio de algo de dinerito, asiste impertérrito a la basurización de su territorio y la contaminación de sus aguas, cuyos peces acaban inflándose de un plástico que luego va a parar al estómago del humano que se lo zampa.

Imagen de 'Buy now! The shopping conspiracy'

Imagen de 'Buy now! The shopping conspiracy' NETFLIX

Para que nos hagamos una idea de cómo se las gastan nuestros masters of the universe, Stacey ha recurrido a algunos whistleblowers, o dignos chivatos, o éticos rebotados de ciertas empresas para las que trabajaron durante años, hasta que sus principios morales y su manera de expresarlos llevaron a su despido o a su renuncia o a una mezcla de ambas cosas.

Una chaqueta para celebrar

Aparece un antiguo jefazo de Adidas (lamento no haber retenido su nombre) que convierte la fábrica de zapatillas en una película de terror. Y algo parecido consigue Maren Costa, que trabajó durante quince años para Amazon, vio cómo se las gastaba ese aparente benefactor de la humanidad que es Jeff Bezos y no paró hasta que la echaron. Ambos se han convertido ahora en sendos profetas que predican (me temo que en el desierto) contra la desfachatez del capitalismo (sector consumo) y que, pese a su buena intención, me temo que no sirven para mucho más que les escuchemos los suscriptores de Netflix (que tampoco aparenta ser un ejemplo de ética profesional) con ciertas ganas de lavar nuestra mala conciencia.

Imagen de 'Buy now! The shopping conspiracy'

Imagen de 'Buy now! The shopping conspiracy' NETFLIX

Otro tema central de Buy now! The shopping conspiracy es la evidencia de que las compañías producen demasiado y el ciudadano compra mucho más de lo que debería. La conspiración de las compras existe y está al servicio de millones de personas que estamos dispuestas a ser engañadas. Hace tiempo que el shopping se utiliza como gratificación instantánea. ¿Me ha salido algo bien? Me compro una chaqueta para celebrarlo. ¿Me ha salido algo mal? Me compro una chaqueta para celebrarlo. Y no me queda ni el recurso de achacar esa actitud a gente frívola a la que no conozco, pues yo mismo incurro en ella cada vez que entro en el Mango de la esquina y me compro unos zapatos que no me hacen ninguna falta y que acaban amontonados junto a muchos otros que no me pongo prácticamente nunca. La conspiración de las compras reparte sus culpas entre verdugos y víctimas.

Predicar en el desierto

También aborda el señor Stacey el espinoso asunto de la obsolescencia programada, cómo nos lo fabrican todo para que se desintegre en el menor lapso de tiempo posible, obligándonos a reemplazarlo. Cosa que, dada la mentalidad que hemos desarrollado, es muy probable que nos muramos de ganas de hacer. ¿Ejemplo paradigmático? ¡Los teléfonos móviles! Si no lo cambias cada dos años, tu status da asco, muchacho.

Compra ahora. La conspiración consumista retrata una sociedad en la que, como diría Fraga, el más tonto hace relojes y en la que el fabricante y el comprador se merecen mutuamente. Esta película bienintencionada predica en el desierto, pero nos recuerda cómo funciona el mundo en que vivimos, lo que nunca está de más, aunque nos la ofrezca otra multinacional tragaperras y hayamos llegado a ella tras tres cuartos de hora de apatrullar por una parrilla trufada de memeces. En fin, supongo que Netflix también tiene derecho a su particular greenwashing.