El regreso del calamar
- La segunda temporada de 'El juego del calamar' presenta personajes secundarios mucho menos atractivos y la sensación es que es el anticipo de una segunda parte final, que llegará en junio
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Algo más de tres años después de su primera y triunfal temporada, vuelve a Netflix El juego del calamar, pero vuelve -aviso- un poco a medias, pues lo que se nos vende como una segunda temporada, tiene toda la pinta de ser tan solo la mitad de esa segunda entrega, pues todo acaba a lo bestia y de cualquier manera en el capítulo siete, dejándolo todo colgado y al espectador con la impresión de que le han estado tomando el pelo durante siete horas.
Estas cosas se avisan, señores, se le dice al espectador que lo que va a ver es tan solo la primera parte de la segunda y última temporada de El juego del calamar y que ese espectador decida si se traga lo que le echan o prefiere esperar a que la cosa esté completa. Total, teniendo en cuenta que la conclusión de la serie no se exhibirá hasta el mes de junio de 2025, casi todo el mundo se lanzaría a ver esos primeros siete episodios. Aunque solo fuera para acabar ciscándose en todo.
La nueva entrega de El juego del calamar tiene más problemas. Básicamente, el de la repetición o deja vu. El punto de partida ya no es muy verosímil: el vencedor de la primera edición, el astuto Seong Gi-hun (Lee Jung Jae), se ha tirado dos años invirtiendo la pasta que se llevó en el concurso en volver a coincidir con eso sujetos vestidos de negro y con maletín que apatrullan el metro para reclutar desgraciados, morosos, víctimas de prestamistas y muertos de hambre en general que quieran levantarse unas perras jugándose la vida en la versión cruel y perversa de un juego infantil que motiva a plutócratas de todo el mundo para que inviertan sus monises en tal o cual jugador (así amasa la pasta la pandilla de miserables que ha puesto en marcha todo el fregado, mientras el creador, guionista y director del asunto audiovisual, el pluriempleado Hwang Dong-Hyuk también se forra y, al mismo tiempo, elabora una crítica social de muchos bemoles sobre la codicia y el egoísmo que rigen nuestras podridas sociedades).
¿Y los plutócratas?
O eso que quedaba claro, por lo menos, en la primera temporada, donde aparecían de refilón los masters of the universe (gentuza trajeada que bebía whisky y hablaba en inglés) que disfrutaban y se enriquecían gracias al montón de míseros infelices que creían poder salir de pobres con la engañifa del concursito. En la segunda, no hay ni rastro de esa élite internacional de ricachones despiadados y da la impresión de que la chusma juega para entretener al jefazo del tinglado, que se infiltra entre la plebe y hasta se gana la confianza del voluntarioso Seong Gi-Hun.
Otro problema de repetición: las pruebas son exactamente las mismas de la primera temporada, empezando por la muñecona que se da la vuelta y hace que ametrallen a los que no se han detenido en el momento oportuno y siguiendo con la prueba de papel y tijeras, todo ello amenizado por vistosas ensaladas de tiros entre prisioneros y guardianes en un decorado infantil de abundantes colorines.
Problema de evolución: los personajes secundarios de esta presunta segunda parte son mucho menos interesantes que los de la primera (y la inclusión de un tranny maltratado por la sociedad suena a ganas de quedar bien con el mundo woke).
En resumen, el señor Hwang Dong-Hyuk se ha tirado tres años para volver a explicarnos prácticamente lo mismo que se le ocurrió en el año 2021, consiguiendo algo que había logrado esquivar con la primera entrega de El juego del calamar: aburrirnos como a setas con una trama repetitiva a más no poder, unos personajes secundarios de un interés muy relativo, una alarmante falta de sorpresas en el desarrollo de la trama y, en suma, una muestra de codicia propia al estirar cual chicle una historia que, probablemente, ya había dado todo de sí en su primera temporada, que más valdría que hubiese sido también la última.
Duelo definitivo
Si le echamos un poco de buena fe y de esperanza al asunto, tal vez todo mejore en junio del año que viene, cuando Netflix cuelgue los episodios que faltan de la segunda temporada (disfrazados probablemente de los capítulos de la tercera).
Supongo que todo se centrará en el duelo definitivo entre Seong Gi- Hun y el líder de esa mezcla de secta destructiva y Le Cirque du soleil. Lo que no puedo asegurarle al señor Hwang Dong-Hyuk es que piense tragármelos, pues los siete capítulos que me acabo de zampar me cuesta describirlos como una cima del entretenimiento oriental. Y hasta occidental, ya puestos.