Homenot Jesús Quintero

Homenot Jesús Quintero

Cine & Teatro

Jesús Quintero, palabras en la noche

El locutor onubense, señor de los silencios y maestro de las entrevistas desde la colina de 'El loco', creador de una radio y una televisión con vocación artística, muere en Ubrique a los 82 años

3 octubre, 2022 19:10

Las palabras desentrañan lo latente, lo silenciado. “No hay vida verdadera en lo falso”, escribió Adorno, algo que tienen en cuenta los mensajes lúdicos de Jesús Quintero, el locutor mago, inspirado en los despojos literarios de Dickens, que hoy ha muerto en Ubrique (Cádiz): los hospitales, los manicomios, la tablas, las prisiones o los bulevares de la perdición. Quintero fue un enemigo de la sociedad prescriptiva, un mundo cerril cuya admisión exige capacidad jurídica, conciencia moral, cultura, disciplina y honradez. No a todo. Su voz era una forma de desobediencia civil. Solo daba un respiro con la música. Lo hizo durante décadas desde la singularidad, lejos de la ortodoxia. Y esta es la grandeza de El Loco pegado al hilo microfónico de madrugada, cuando se apagan los faroles y se encienden los grillos.

Tenía las pupilas de un hombre lleno de pena. La procesión iba por dentro, aunque él se dedicó a repartir vida a los que se cruzan en su camino; artista, bohemio, culto, capillita, desapegado de lo material, malgastador, improvisador profesional, genio y figura entre los inmortales que mueren un poquito cada día, a lo lago de interminables décadas. Esa es la eternidad de Quintero, que en sus últimos días tuvo que ser internado en un centro para controlar un golpe bajo de su salud. Por desgracia, hace unas horas llegó el momento de romper el espacio tiempo, última frontera.

Cuando Quintero agarraba el micro, entraban en juego sus “alienistas”, como dijo Vargas Llosa refiriéndose a la literatura. A otros los curan los psicólogos, el alcohol o las drogas, pero al Nobel de Literatura y al Loco les han curado los alienistas. En sus comienzos, Quintero pensó en la KQLZ, la Radio Pirata de Los Ángeles (EEUU), hoy extinguida. Trató de no caerse en el pozo musical del Pop Alternativo, New Wave, Post Punk, Dark RockAcid Jazz, en el Ska o el Reggae; y no cayó; de aquel naufragio le salvaron la palabra y el flamenco, la cultura eterna del Sur profundo.

Quintero, que fue galardonado con dos Premios Ondas, una Antena de Oro, la Medalla de Andalucía y el premio de Periodismo Rey de España, no volverá nunca más a su retiro en Huelva, con tres mil horas de sol al año y más de cien  kilómetros de playa, donde tenía previsto organizar una fundación en memoria de su obra, que es historia de la mejor radio clásica –la que se hace con palabras y atmósfera– y un ejemplo de cómo hacer de la televisión un arte mayor. Sus herramientas fueron la arqueología de la conversación; la cultura concreta y a veces sardónica, a gusto del niño rebelde que a todos nos concierne. Frente al no puedo, ni amo ni credo, abraza el sí quiero, sí amo, si puedo o sí creo: “Vive y ama. Todo lo demás es secundario”.

Su mano derecha en las ondas, Jesús Melgar, publicó en 2019 una biografía no autorizada titulada Quintero, el Loco (Círculo Rojo). Melgar fue subdirector y productor de los programas El loco de la colina y El Perro verde, homúnculos poéticos indirectamente inspirados en Ojos de perro verde, la ópera prima con la que se estrenó García Márquez, antes de entrar en el territorio de Macondo. Melgar quiso dar a conocer la forma de sentir de Quintero antes y después de pegarse a un micro; su pasión por los poetas abuhardillados –su guionista de cabecera, el cerebro de sus programas, fue Javier Salvago– su modo inigualable de sortear la comprometida situación social y política del momento “partiendo de una inclinación más bien antisistema”.

Resulta imprescindible que la lectura del libro se acompañe con el tema clásico de Pink Floyd, el Shine on you crazy diamond, que no solo fue la sintonía del programa, sino parte indivisible de la personalidad de Quintero. Melgar, que cuenta cómo El Loco nació nació en Radio Nacional, dijo en su momento que no había escrito una hagiografía complaciente producto de la lisonja. Cuando presentó el libro, preguntó al público: ¿Sabían que Quintero podría haber sido el protagonista de La vida de Brian de los Monty Python? ¿Sabían que fue mánager de Paco de Lucía? No se entendió del todo la descontextualización del dato, producto acaso de una amistad ya lejana.

El caso es que nosotros recordamos al Quintero de pláticas interrumpidas por silencios de una densidad capaz de desnudar a la audiencia. También nos consta que defendió su herencia en un congreso de periodismo en Málaga, donde alegó que la actual televisión “está llena de bufones millonarios”, el lugar en el que “la basura conecta con la basura”. Quintero abordó el discurso de la radio como un sistema de dominación con límites y competencias definidas, que solo pueden apreciarse gracias a la distancia. La entrada corta, los eternos interespacios del maestro del silencio entre pregunta y pregunta y el uso de monosílabos han sido las mejores armas del locutor para desvestir la corrección y entrar en materia: “¿Por qué no te atreves a ser tú? ¿Por qué vas donde te llevan en lugar de ir donde tú quieres ir?”

Entrevistar es dar a conocer; descubrir las trincheras que custodian la personalidad del otro y que actúan como instrumentos invisibles de opresión o defensa. El Loco fue un entrevistador singular que no concedió muchas entrevistas, amparado en esta frase de Oriana Fallaci: “Cada vez que uno es entrevistado, vende su alma”. Quintero ha hecho historia con formatos de éxito, como Estudio 15/18, El hombre de la roulotte o Tres a las tres, entre otros y forma parte de la memoria colectiva gracias a su galería de personajes que cambiaron la forma de comunicar. Sus ribetes grecolatinos lo engrandecen; el toque Oscar Wilde y el socorrido dandismo a lo Baudelaire nos reconcilian con un recitador radiofónico diferente. Quintero inventó la interconectividad parca, una forma de sincretismo de la oratoria y del gesto, capaz de combatir la deshumanización actual, producto de la robótica y el algoritmo.

Nadie pone en duda la elegancia y la sensualidad que despierta su métrica, sea improvisada o leída; los metros de Quintero, escritos por Salvago, surgen de la prosodia con la que el micrófono orienta lo que no se ve y viven en el plano corto del estudio de TV, sin desvelar lo que hay detrás del decorado. Quisiéramos que pudiera volver porque, noche tras noche, persiguió la belleza; acechaba el momento hermoso de la juventud perdida.