La respuesta a la pregunta del título de este artículo es lo que busca desesperadamente el convicto Jimmy Keene (Taron Egerton, al que conocemos por las películas de la saga Kingsman y la biopic de Elton John, Rocket man) cuando lo cambian de penitenciaría para situarlo lo más cerca posible de Larry Wall (Paul Walter Hauser) antes de que una apelación lo devuelva a la calle sin que se haya aclarado si se trata de un siniestro asesino en serie o de un tipo con cierto retraso mental (creció en el cementerio en el que trabajaba su padre, a quien ayudaba a desvalijar a los cadáveres) al que le ha dado por adjudicarse un montón de crímenes que no ha cometido, como para darse importancia y sentir que es alguien. Del éxito de su misión depende que Keene vea conmutada su sentencia de 10 años por tráfico de drogas y tenencia ilegal de armas. Esta es la trama de la nueva e interesante serie de Apple TV Encerrado con el diablo (Black bird), la primera que escribe para la televisión el novelista norteamericano Dennis Lehane (Boston, 1965), aunque ya había colaborado antes en algunas otras.
Inspirada en un hecho real, Encerrado con el diablo es un thriller, un drama carcelario y una oblicua reflexión sobre el daño que puede causarle la familia a cualquier crío cuyos progenitores no sean lo que se considera gente normal. Si Larry tenía un padre que le facilitaba una navaja para cortarle el dedo a un difunto y robarle el anillo, Jimmy aún conserva al suyo (Ray Liotta, muy avejentado, en su última interpretación antes de morir no hace mucho en la República Dominicana), un expolicía divorciado que tenía problemas de alcohol y no les hacía ascos a los sobornos cuando estaba en activo y que, ahora, tras un ictus, intenta ayudar a su retoño en presidio con unos resultados catastróficos. De hecho, las dos únicas personas aparentemente normales de esta historia son la agente del FBI Lauren McCaulay (la actriz de origen iraní Sepideh Moafi) y el inspector de pueblo Brian Miller (Greg Kinnear, siempre ideal en papeles de americano medio bienintencionado). Pero el peso de la función lo llevan Egerton y Hauser (de quien solo recordamos un papel protagonista, el de la película de Clint Eastwood Richard Jewell).
Mientras Taron Egerton se limita a cumplir dignamente con su cometido, el casi desconocido Paul Walter Hauser está que se sale. Su interpretación de un tipo que tanto puede ser un asesino como un tonto de baba es impresionante. Aunque le ayuda su cuerpo rechoncho y cierta cara de badulaque, Hauser tiene un repertorio de gestos majaretas e inquietantes prácticamente infinito, y se marca una voz aguda, susurrante y un punto chiflada que resulta absolutamente aterradora. Drama de espacios cerrados, Black Bird funciona por los actores (Ray Liotta está especialmente brillante en su rol de pobre desgraciado que lo ha hecho todo mal en esta vida) y por el guion, escrito o supervisado por el señor Lehane, que aquí ejerce de showrunner, a partir de un libro del propio Jimmy Keane.
A falta de dos entregas para el final (la miniserie consta de seis episodios), Encerrado con el diablo es, de momento, una de las mejores propuestas de historias basadas en crímenes reales que puedan encontrarse en las diversas plataformas de streaming. Gracias a un guion de hierro y unas interpretaciones formidables, sobre todo la de ese actor prácticamente desconocido que es Paul Walter Hauser. ¿Es Larry un astuto asesino en serie o un simple majadero con ganas de figurar? La respuesta, en un par de semanas en Apple TV, una plataforma que, por cierto, no para de ponerse las pilas.