Antonia San Juan (Las Palmas de Gran Canaria, 1961) no se detiene. Ha estado 12 años sin hacer cine, lleva diez sin hacer series de televisión, pero en teatro está siempre activa y mucho. Estrena un espectáculo unipersonal, Conversaciones con mi hija Mari, y aterriza en el Teatro Rialto de Madrid junto a Nuria Roca con La gran depresión.
La obra trata de dos amigas que se distanciaron por diferencias insalvables, pero que en su madurez y por las circunstancias vitales de una de ellas se vuelven a reencontrar. A partir de allí se desarrolla una alta comedia, que toma los elementos para reflexionar de la soledad, la felicidad y el fracaso. Crónica Directo conversa con la actriz canaria para hablar de la obra, de su madurez, que la pilla llena de proyectos, y repasa su carrera.
--Pregunta: El título La gran depresión, en esta época en la que se habla tanto de salud mental, impone. Pero es una comedia, ¿no es así?
--Respuesta: Y no tiene nada que ver con el tema de la salud mental. Desde hace mucho tiempo la gente tiene necesidades de comer comida healthy todo el tiempo y hacer ejercicio, como si la cabeza y la psique no existieran. Vamos por el mundo sin inconsciente, y es bastante peligroso. Es muy peligroso creerse que uno no tiene una parte que lo determina y que controla su vida, el alcohol, las drogas. De eso nada, es controlado por una parte que se llama el inconsciente, que sólo se quiere producir. La gente le ha dado de lado a la terapia y es muy necesaria.
--¿Qué se va a encontrar el público que vaya a ver la obra entonces?
--Se va a encontrar con algo que no tiene nada que ver con lo que acabo de decir. Es una comedia cuya historia parte de dos amigas que hace ocho años que no se ven. Una se toma un bote de pastillas y llama a la otra in extremis. Cuando la otra, que siempre ha sido la fea y la segundona, se encuentra a su amiga, que siempre ha sido la exitosa, la guapa, la que ha tenido un hombre que la mantenga, se va a sentir útil. Ella empieza con un “te lo dije” constante, pero veremos luego cómo está.
--¿O sea que, aunque sea en tono de comedia, abarca la amistad, la soledad, el éxito?
--Toca la amistad, sobre todo, así como trata la tolerancia e intolerancia de nuestras relaciones... Todos tenemos relaciones tóxicas y de amor-odio. Todos decimos y a todos nos dicen cosas inapropiadas. Todo el mundo se va a sentir identificado, porque todos tienen una amiga así.
--La trama también pone sobre la mesa que, tras la llegada de la madurez, uno tiene menos oportunidades con los hombres, en la vida, y pasa también en el trabajo. ¿Sucede en la actuación algo así?
--Si tú siempre has sido objeto de deseo, la guapa y la joven, evidentemente va a llegar un momento en que vendrá otra más joven y más guapa. Como joven y guapa no te vas a quejar, pero si tú te formas como actriz, eso no te va a pasar. Yo tengo 60 años, haré 61. Evidentemente, a mí el trabajo no me va a faltar, porque yo escribo, dirijo, tengo una productora. Yo desde muy joven, desde Todo sobre mi madre, me di cuenta de que yo no dependía de que me llamaran. Cuando me llaman, si me interesa, voy, y si no lo hacen, yo sigo ahí. No soy una olvidada. La gente sabe que Antonia San Juan hace teatro, que luego hizo una serie que fue La que se avencina, que ahora estoy en La Roca, y tal. Aunque lo social te ponga fecha de caducidad, porque todo está basado en la juventud, también es trabajo de uno buscarse un lugar, aunque sea fuera del establishment. Uno no tiene por qué estar en el establishment.
--Usted, en este sentido, el lugar lo encontró en el teatro y además haciendo sus propios textos. Ahora estrena un nuevo espectáculo propio, ¿no es así?
--Hay un espectáculo, Costumbrismo canario, que ha funcionado muy bien y que lo hemos hecho incluso en Latinoamérica, que se hizo cuando ardió La Gomera, en el que hay un monólogo que se llama Conversaciones con mi hija Mari. Ahora, hemos cogido esa pieza de diez minutos y lo hemos alargado, rellenado y convertido en una entrevista televisiva en la que participa un amigo mío que toca el piano y ha puesto la música.
--¿Qué le inspira a Antonia San Juan?
--Yo nunca he creído en la inspiración. Yo creo en sentarme delante del folio en blanco a escribir como disciplina, nada de cuando una se siente inspirada, porque cuando no lo estoy, me siento también.
--¿Qué le hizo dar ese salto de la actuación a la creación?
--La actuación no está exenta de la escritura ni de la creación. No me he ido de un sitio a otro, la creación es un todo. Todo es parte de lo mismo.
--Bueno, ¿entonces en qué momento pensó que su carrera iba a ir hacia la creación?
--Yo no recuerdo ningún momento. Sólo te puedo decir que lo único que he hecho en mi vida ha sido actuar, y no he trabajado nunca en nada que no haya sido actuar. Cuando acabé mis estudios, y mi padre me dijo de estudiar una carrera, le dije que no, que mi carrera era ser actriz. No quería ser otra cosa ni quería que me desviaran de ese objetivo. ¿Tener otra cosa donde agarrarme? ¿Para qué, si yo donde me quiero agarrar es a la actuación? ¡Imagínate qué sobredeterminación!
--Me refería más a si fue al ver a alguien en el cine, la televisión o el teatro.
--¡Ah, sí! Yo veía mucho el teatro que hacían en la tele, como Estudio 1, y empecé a hacer teatro en todas partes, en la playa, en el colegio con mis primos… Me di cuenta de que eso es lo que siempre hacía. Fui al instituto y hacía teatro, estudié Filología Hispánica e hice teatro, después iba a los bares y hacía monólogos, luego continué haciendo teatro y cuatro películas. Vino Almodóvar y me fui a Latinoamérica con mis espectáculos unipersonales, y allí donde me han llamado y me han querido, he ido. Y he dirigido cuatro cortos y dos largos…
--¡No ha parado!
--Nadie se puede preguntar qué fue de Antonia San Juan (ríe).
--Pero hay una constante que se mantiene. El teatro.
--Puedo estar sin hacer cine, como he estado 12 años hasta que hice El hoyo. Puedo estar, como hasta día de hoy, que llevo 10 años sin hacer ninguna serie de televisión. Mentira, hice una pequeña aparición en Hierro. Pero sin teatro ni puedo ni voy a estar. Entonces, aunque no aparezca nada, el teatro es mi salvación, es mi asidero, es el que me da de comer. En lo otro no tengo continuidad, ni continuas propuestas. Las que tengo para cine y televisión son bastante a cuentagotas, así que para estar en el candelero tengo que mover el culo y trabajar en el teatro que, además, es lo que más me gusta.
--Por último, ¿La gran depresión va a pasar por Barcelona?
--¡Sí, por supuesto que sí! Mi Barcelona del alma. ¿Cómo no voy a ir a con la de momentazos que me ha dado en la vida? ¿Te imaginas?
--¿De dónde viene esa conexión, de Todo sobre mi madre?
--Yo amaba Barcelona desde el minuto uno. Nunca había estado hasta que rodé la película. A partir de allí, he estado siempre con todos mis espectáculos. Pero desde que leí Nada de Carmen Laforet amé Barcelona profundísimamente, así que, ¿cómo no amarla?