Silvia Munt (Barcelona, 1957) tiene una larga trayectoria como actriz que detuvo para pasarse a dirigir y sentirse más ella misma. Lleva más de 20 años en la dirección y pocas cosas se le resisten. Ha hecho cortometrajes, largos, documentales, tv-movies y obras de teatro.
La última en estrenarse antes de Les impossibles es Eva contra Eva, un montaje que firma Pau Miró y protagoniza Emma Vilarasau y que reversiona la mítica película Eva al desnudo.
Espejos y visiones
La reversión original del dramaturgo catalán es “absolutamente libre”, defiende él. De hecho, el espectáculo se vuelve una “rebelión de las mujeres contra el hombre”, la lucha de egos femeninos queda al margen. Toma otro tono. La directora y la protagonista también participaron en dar un giro al guion.
Munt subraya que la voluntad no era hablar sólo del mundo del teatro y la actuación, sino analizar las relaciones humanas que tienen las personas en distintas edades, los juegos de poder. Y darle, además, una visión femenina a unos personajes que siempre fueron vistos desde la perspectiva de un hombre.
--Pregunta: El texto es de Pau Miró y usted dirige, ¿qué la llevó hasta él?
--Normalmente, tengo la suerte de que desde hace bastantes años tengo un productor que me compra las ideas que tengo. Esto hace que siempre hablemos de proyectos a varios años vista. Con él y con Pau nos reunimos para hablar de cosas que vemos, que nos interesa. Hicimos con Pau Dogville, que ambos adaptamos juntos y la siguiente era esta. Es cierto que cuando uno no ha visto el texto y se lo están escribiendo siempre hay un riesgo y da vértigo. Los primeros ensayos que hicimos en febrero de 2020 fueron muy intensos porque fuimos refilando el texto junto a Emma Vilarasau, él mismo quería escuchar nuestra voz.
--¿Es difícil trabajar con el autor presente?
--Chéjov lo hacía así, como otros grandes. Tenemos esa confianza para decirnos y proponernos cosas.
--Usted explica, por eso, que en la mayoría de ocasiones son los hombres los que escriben protagonistas mujeres y lo hacen desde su visión de cómo es la mujer. ¿Cree que ayuda su aportación y la de Vilarassau?
--Cabe decir que, para empezar, Pau es un hombre con una gran sensibilidad, un hombre de nuestro siglo… Pese a todo no es lo mismo entenderlo que ser. A veces se caen en cosas importantes o menos importantes y junto con Emma y su materia prima llegábamos a cosas en las que él no había caído. Fue un trabajo muy compartido, muy intenso, porque no es fácil. Cuando ensayas has de cortar, conseguir el monólogo. La primera obra fue… luego se paro por la pandemia y directamente la estrenamos en Valencia y de gira.
--La obra siempre se ha tratado como esa rivalidad entre actrices, cuando no entre mujeres. La obra le da ese giro a ese tópico.
--Existe mucho. Y les va muy bien a los hombres porque así nos desvirtúan, nos colocan siempre en este sitio… Y si pasa con las mujeres pasa con los hombres que no veas. Todo empieza cuando Pau y yo vamos a ver la obra en Londres y nos dimos cuenta de cómo el montaje había perecido muy mal con el paso del tiempo. Por eso, quisimos hacer una versión que escape de esos clichés. Poner a una mujer joven para robarle el marido y el trabajo es una visión masculina heteropatriarcal casposa. No podemos ir por allí.
--¿Pero teme, como dicen algunas actrices, que si la obra se ve feminista se pierda espectadores?
--No es feminista, es realista. Lo que le pasa a la actriz joven es que admira a la mayor pero le cabrea mucho que haga su trabajo con tics o lugares comunes, además de que quiere una oportunidad. No va a hacerle daño, sólo quiere su sitio y se lo dice claramente. Con esto ponemos las cartas sobre la mesa. No hay algo subterráneo. Es un juego no feminista, realista.
--¿No tiene la sensación de que ahora las redes hacen ver que es más fácil llegar y arrasar?
-- Las actrices ahora tienen un problema añadido y creo que es un drama auténtico, de llorar: las contratan por el número de seguidores que tienen. Desde que el oficio es oficio, al actor se le pide que se meta dentro del personaje, dentro de la verdad. No puedes estar pendiente de “gustar”, porque si “gustas” harás tonterías, siempre. Ahora, estamos en el mundo de gustar y se hacen tonterías. Eso hace que las lancen a un terreno muy pernicioso y devorador. A veces, una actriz potente y sólida con menos likes tendrá menos oportunidades y es totalmente injusto.
--Muchas veces además caen en la trampa de decir que se trata de empoderamiento.
--¡Esto no es poder! ¡Te están cosificando! Cuando uno quiere gustar es absolutamente esclavo. No has de gustar sino gustarte. A mí me horroriza y es una lacra más que tenemos en este oficio y en muchos otros. Yo intento hacer la campaña en contra de buscar seguidores, porque te engañas y engañas a los demás. Yo hago campaña por eso y predico en el desierto. Es tan evidente que nos hacen jugar a un juego perverso de gustar.
--Eso también le pasa a las actrices de la obra.
--Una actriz puede estar sublime, gustar, estar mejor o peor. En el montaje, la actriz veterana no pasa por su mejor momento, además tiene una edad y cae en una crisis interna. Ahí se da un juego de espejos. El público siempre la quiere ver de una manera, ella se siente de otra y el directo la ve de otra manera. Y esto es la locura. ¿Quién soy? ¿Dónde estoy? ¿A quién quiero gustar?
--Usted que ha estado allí y es directora. ¿Todavía hay actrices que se quieren hacer un hueco a codazos y otras que no están en su mejor momento y no lo saben ver?
--Cada uno tiene sus formas. Sólo un 25% de las personas que se dedican a este mundo viven de él. Hay un 75% que lo único que quiere es trabajar. Si no sucede llegamos a las infinitas causas: porque en su última obra no estuvo bien, ya le pasó la edad, no hay trabajo, si no estás no piensan en ti, es un mundo competitivo, de capillitas… Pero eso pasa en todos los oficios.
--El título tiene muchas lecturas, ya que las dos actrices se llaman Eva, reversiona Eva al desnudo y le da una vuelta, ¿Habla también de la lucha del personaje contra ella misma?
--Sí. El enemigo está dentro muchas veces y te lo hacen tener. De una manera consciente o inconsciente la sociedad nos da miedos. Cuando somos pequeños no tenemos tantos pero la vida se encarga de llenarte la vida de miedos y luego, en la adolescencia y madurez, has de lidiar con ellos. También hablamos de eso. Y de la fragilidad. Eso es una trampa.
--Y ya que habla de miedos. ¿Tuvo miedo a dar el salto a la dirección?
--Yo tengo miedo cada vez que estreno. Y ya hace 20 años que dirijo. Miedo es responsabilidad, poca gente no la tiene. Es un miedo que has de digerir y controlar. Pero como a mi me gustaba tanto escribir y contar mis cosas, dirigir cortos y tener libertad de hacer mis propios proyectos, cuando empecé lo que tenía eran muchas ganas. Tienes miedo también a como irá, pero has de ir jugando… A mi me llena y me da la sensación de ser yo misma.
--¿Pero se sentía agobiada como actriz?
--Sentía que hacía lo que no debía hacer. Siempre tenía ganas de encontrar mi voz, qué me parece importante o no, qué quiero conocer y transmitir. Eso me dio la fuerza para derribar el muro del miedo.
--Entiendo que la actuación ya, nunca más.
--No. Siempre que me lo dicen digo que no. Es un camino que ya hice y ya no me sentiría cómoda.
--¿Ni en papeles para sus obras?
--Al principio lo hice en algunas películas, con personajes que eran a partir de mi. Y algún papel que me pidieron para cine. Cada vez soy más feliz detrás. Eso no quiere decir que si hay un papel pequeño… Ya me da pereza. Es muy difícil estar allí. Ahora ya me cuesta más.
--¿Y sintió más dificultades por el hecho de ser mujer por mucho que ya tuviera un nombre?
--Nunca tuve dificultades, sí las tuve cuando empecé a dirigir. Eran finales de los 90 o 2000. Tuve un par de episodios que hablaba de mi proyecto tratado desde un universo femenino me llegaban informes de un “machirulismo”… Aún lo conservo. El otro día lo volví a ver y quedé alucinada. ¡Es muy fuerte! Siguen interpretando el mundo desde su sitio. Estos 21 años, del 2000 hasta aquí, han sido muy decisivos a la hora de evitar que esto pase. Aún hay reductos en los que pasa por eso. Hemos de vigilar mucho que no vuelvan porque allí están. Con los equipos nunca he tenido problemas, pero en la interpretación de un texto dirigido por una mujer, sí. La visión masculina, hasta que no haya una generación más, no lo querrá entender.
--Este proyecto se duplica ahora y con Ana Belén con la que ya estuvo de gira. ¿Cómo es dirigir a estas dos grandes actrices?
--No voy a esconder lo que significa. Has de saber muy bien lo que dices porque ellas saben muy bien lo hacen y dicen. Pero si tú sabes lo que dices y ellas saben y sienten que las estás ayudando y dirigiendo se abren absolutamente. Un actor y una actriz lo que necesita es justamente esta ayuda, que te digan algo que te sirva y no te dejen ir como una cabra loca por el escenario. Lo sé por experiencia. De esta manera empiezas a confiar. La grandeza de un actor o una actriz es que cuando los encuentras tiene las mismas ganas de aprender y flexibilidad que cuando tenían 15 años.
--Todos tienen sus vicios.
--Son cosas con las que has de luchar, claro. Además, el actor necesita que se lo digas. Todos vamos con muletas por la vida y para que salgan las cosas. Ya sabemos lo que saben hacer pero hemos de ir a buscar lo sincero, salirnos de los sitios comunes y hemos de hacer que el actor se lance. Siempre dentro de su registro, claro.
--Como bien dice, usted fue actriz antes que directora. ¿Cuesta mandar a los que son o fueron sus colegas?
--A mí me cuesta siempre pero porque soy hiperresponsable. A los 38 años, cuando empiezo a dirigir, rompo esquemas. Yo empiezo con un corto, luego una tv-movie, después un documental… Ahora dirigiré un largometraje y ya estoy sufriendo. Cierto, ahora me enfrento a gente que llevan más años que yo en este oficio y piensas ¿cómo se lo dices?
--Además en el teatro no se puede maquillar tanto como en el cine.
--La cámara por eso también te pide sinceridad. El teatro lo que tiene es que no sólo has de ser sincero sino lograr el máximo con lo mínimo y te encuentras en bolas muchas veces. Cómo logras que la proyección sea invisible y no traicione el gesto ni la sinceridad. A veces, se llega y otras, no. Es un camino de matices.
--¿Cree por eso que para la juventud es más acceder o entender más el audiovisual?
--El audiovisual, sobre todo en cine y tele, tiene una cosa de “chico busca a chica de 20 a 30”, para entendernos. Entonces requiere a un tipo de actrices y actores. En teatro, hay más personajes, no muchos, de más edad. De allí se establece que haya mucha más cartera de actores y actrices jóvenes. En las series buenas, cabe remarcar, que cada vez hay más mujeres maduras como protagonistas. Esto cambia, poco a poco, pero más en televisión. El cine va detrás de las series hoy en día.
--¿Ha perdido?
--Ha perdido comba en muchos sentidos. Hay series que a nivel de guion son muchos más potentes que cierto cine excesivamente infantiloide y pedante. Una serie te permite hacer una muy buena historia con personajes secundarios ricos que pueden desarrollar y que una peli de una hora y media o dos no. El cine se ha de espabilar. Siempre existirá pero…
--¿No teme la muerte del cine, entonces?
--El cine es imposible que muera, las salas se quedarán para la élite. Yo misma mucho veo mucho cine y tele, porque he de estar atenta a lo que sucede y muchas veces el cine lo miro en casa. ¡Y me gusta entrar en un cine más que a un tonto un lápiz! Pero entiendo que, por un lado, el directo es una cosa que no puedes dejar escapar, y por otros, en el audiovisual cada vez tenemos pantallas más grandes con potencia de sonido… Eso también ha ayudado a democratizar mucho el cine, cabe destacar.
--Algunas plataformas ofrecen a veces algunas píldoras de cine independiente.
--Todos. Ves cosas de gente joven, con menos medios… Así se ahorran de estar pendientes de la distribución, que a todos nos ha pasado. Yo lo he pasado. A mí misma me ha pasado. Las distribuidoras y las exhibidoras eran un ghetto. A mí me gusta el cine, pero poder ir y hacer la promoción necesaria para que se enteren de que has hecho una película sólo podían hacerlo unos cuantos. Y luego los medios. Es casi imposible competir con los medios de grandes producciones audiovisuales.