Cuando tu hijo es un criminal
El documental 'Criando a un asesino en masa' aborda con crudeza cómo han sobrevivido los padres de autores de grandes matanzas
1 septiembre, 2021 00:00La pareja sueco-danesa de cineastas compuesta por Frida y Lasse Barkfors no tiene miedo a mirar al horror de frente, como demuestran los tres documentales que han rodado hasta el momento: Park pervert (2014), sobre un parque de Florida en el que se reúne un grupo de pervertidos sexuales para hablar de sus desgracias y las causadas a terceras personas, La muerte de un hijo (2017), sobre gente que se dejó a sus retoños en el coche y estos murieron, y Criando a un asesino en masa (2021), protagonizado por padres de chavales que llevaron a cabo matanzas de instituto. Este último acaba de colgarlo Movistar y constituye una interesante reflexión en voz alta sobre todo lo que se le puede pasar por la cabeza a cualquiera que haya creído tener un hijo normal hasta el día en que ese hijo, sin que se expliquen cómo y por qué, acudió armado a su centro de estudios y empezó a disparar contra todo lo que se movía. Perder a un hijo está considerado lo peor que te puede pasar en esta vida, pero perderlo de esta manera, vía suicidio o prisión, añade un motivo de desazón suplementario a la pérdida, así como un sentimiento de culpa notable. Inevitablemente, cuando tu hijo adolescente se abre paso a tiros en su instituto, te preguntas qué hiciste mal, en qué ha fallado tu manera de tratarle y de educarle, qué podrías haber hecho y no hiciste para evitar que el chaval acabara comportándose como lo hizo.
Evidentemente, no todo el mundo está dispuesto a ponerse delante de una cámara y dar su versión de los hechos después de una experiencia semejante. Para Raising a mass killer, los Barkfors consiguieron reunir a tres progenitores cuya vida se fue al carajo cuando a sus hijos se les fue la olla: Sue Klebold –cuyo hijo Dylan fue uno de los dos responsables de la matanza de Columbine en 1999, que dejó trece muertos y veinticuatro heridos y sirvió de inspiración para un célebre documental de Michael Moore-, Clarence Elliott –su hijo Nick asesinó en 1988 a su maestra- y Jeff Wiellans –su Andy se llevó por delante a dos compañeros de clase que lo habían basureado a conciencia, siendo el único de los tres asesinos adolescentes con algo parecido a un motivo para hacer lo que hizo.
Por qué pasó lo que pasó
Dylan se suicidó en el instituto junto a su compañero de fatigas, Eric; Nick y Andy están en la cárcel y no se espera que salgan hasta dentro de muchos años: es muy posible que revienten entre rejas. Pero la película apenas se ocupa de ellos, ya que lo que interesa a los directores es la difícil tarea de reconstrucción personal de sus padres: Sue Klebold se divorció de su marido poco después de la masacre de Columbine y apenas lo ve, al igual que a su otro hijo; Clarence Elliott tiene un aire permanentemente ido, incluso cuando habla con su hijo en la cárcel; Jeff Wiellans, un hombre divorciado cuando le cayó la desgracia encima, se ha vuelto a casar con una mujer que ha puesto a su disposición a sus propios hijos y nietos, aunque comparte con Clarence ese cierto aire permanentemente ausente, propio de quien un mal día recibió un golpe de tales características que no ha vuelto a ser el mismo. Han sobrevivido, cada uno a su manera, y eso ya es mucho. Siguen sin entender por qué pasó lo que pasó y qué tuvieron ellos que ver en todo el desastre, pero el tiempo no ha sido especialmente cruel con ellos: tristes y amputados, siguen adelante, que ya es mucho en sus circunstancias.
Criando a un asesino en masa no es, evidentemente, un agradable divertimento para antes de irse a dormir. Elegirlo cualquier noche en vez de, pongamos por caso, Wonder Woman 1984, requiere cierto valor y cierta curiosidad humana: cada vez que sucede una de esas matanzas, habitualmente en Estados Unidos, todos nos preguntamos cómo ha sido posible y tratamos de ponernos en la piel de esos adolescentes atormentados, así como en la de sus víctimas y sus progenitores. Criando a un asesino en masa no contiene las respuestas que buscamos, tal vez porque no existen de una manera inteligible, pero nos permite empatizar con quienes sufren los daños colaterales de decisiones que otros han tomado a edades demasiado tempranas como para tener en cuenta la lógica, la eficacia y hasta la humanidad. Lo que les ocurrió a Sue, Clarence y Jeff podría haberle pasado a cualquiera. De hecho, le ocurre cada año a un número considerable de los habitantes de ese país en el que lo único que está claro en relación al tema que nos ocupa es que las armas de fuego son tremendamente fáciles de conseguir.