Locura de amor
La serie 'Behind her eyes' es un drama psicológico con tonos de thriller, que nos lleva a querer saber cuál es el secreto de los Ferguson
6 marzo, 2021 00:00Louise (Simona Brown) queda una noche con una amiga para tomar unas copas en un bar posh de Londres. A la amiga le ha salido un compromiso de última hora y le envía un whatsapp diciéndole que no podrá acudir a la cita. Louise emprende la salida del bar, tropieza con un desconocido (David Ferguson) y le tira por encima el vaso de whisky Macallan que éste se estaba tomando. Para compensarle, Louise le invita a un trago y los dos acaban hablando animadamente durante un buen rato. En la puerta del establecimiento, a la hora de despedirse, el desconocido besa en los labios a Louise, luego se disculpa y se marcha avergonzado. A la mañana siguiente, al llegar a su lugar de trabajo, una consulta psiquiátrica, Louise se topa con un profesional que se incorpora a la firma y que resulta ser el desconocido de la víspera, el doctor escocés --tiene un acento que tira de espaldas aún más que el de Richard Madden, protagonista de la miniserie The bodyguard-- David Ferguson. Así empieza la nueva serie de Netflix en seis capítulos Behind her eyes.
A medida que avanzaba el primer episodio, tuve la impresión de que esa historia ya me la habían contado. Antes del segundo, fui a mi biblioteca y encontré la novela homónima de Sarah Pinborough que recordaba haber leído, pero de la que no me constaba si me había gustado o no o si me había dejado indiferente. Por regla general, soy reacio a ver adaptaciones de libros ya leídos, pero como Behind her eyes (Detrás de sus ojos, aunque no está traducido al español) lo había olvidado por completo, seguí adelante con el visionado de la serie, aunque el olvido de la trama permitía intuir que la novela de la señora Pinborough no me había causado una gran impresión.
Extraño doble juego
Behind her eyes es una nueva variante del tema eterno del amor fou, en su expresión más amplia y literal. Aquí nadie está del todo en sus cabales. Louise se convierte en la amante de David y, al mismo tiempo, en la única amiga de la esposa de éste, Adele (Eve Hewson, una actriz tan interesante que enseguida te olvidas de que es la hija del pelmazo de Bono, líder de U2), sin que ninguno de los dos miembros del matrimonio sepa, evidentemente, el extraño doble juego al que se entrega la secretaria (víctima de unos terrores nocturnos con sonambulismo incluido que dan bastante yuyu).
Se masca la tragedia desde el principio. Los padres de Adele murieron en el incendio de la mansión familiar en Escocia. Su novio, David, el estudiante de medicina, la salvó de morir quemada y desde entonces la vigila y le prescribe las pastillas que la ayudan, más o menos, a funcionar. Unos oportunos flashbacks nos presentan a Adele en un rehab junto a un amigo yonqui homosexual que la quiere con locura, aunque con las limitaciones propias de su condición sexual. Los Ferguson han llegado a Londres para empezar de nuevo, procedentes de la localidad costera de Brighton, donde David ya protagonizó una de sus infidelidades. David no puede más con Adele, pero es incapaz de dejarla: ella alude a un secreto que los condena a estar juntos hasta la eternidad y que se convierte en el McGuffin de la historia, que enseguida intuimos que acabará como el rosario de la aurora.
Mecanismos sutiles
Estamos ante un drama psicológico con tonos de thriller que avanza con cierta morosidad, pero no la suficiente como para desengancharse de la propuesta: todos queremos saber cuál es el secreto de los Ferguson, incluidos los que, como yo, ya lo descubrimos, pero se nos ha olvidado (tres o cuatro episodios hubiesen bastado para explicar esta historia, pero el adaptador de la novela, Steve Lightfoot, ha necesitado seis). Aunque Simona Brown y Tom Bateman cumplen dignamente con su cometido, es Eve Hewson la que aguanta la trama con su vulnerabilidad, sus bajones, sus recaídas en la droga, su melancolía desoladora y esa chaladura que no es capaz de disimular, muy bien secundada por su amigo del sanatorio (un espléndido Robert Aramayo, con un acento aún más indescifrable que el de Bateman y Madden juntos).
A dos episodios del final (y por mi mala memoria), sigo enganchado a Behind her eyes, aunque haya estado a punto de abandonarla en un par de ocasiones: necesito averiguar el secreto de los Ferguson, que intuyo relacionado con la infausta noche del incendio en el que perecieron los padres de Adela. Extraña mezcla de Daphne Du Maurier y Lisa Jewell (valor en alza del nuevo domestic noir británico, injustamente ignorada en España), Behind her eyes te atrapa y no te suelta, aunque a veces tengas la impresión de que podrías estar dedicando tu asueto a otros asuntos. Se toma su tiempo para hacerlo, pero la contumacia (puede que en el error) marca tus pasos como espectador y sabes que no podrás levantarte del sofá hasta que sepas qué es lo que mantiene unida a esa pareja que a menudo parece estar a punto de estrangularse mutuamente. Extraña propuesta, no para todo el mundo, pero dotada de unos mecanismos sutiles e infalibles para que no la dejes con la palabra en la boca.