El regreso de Clem Snide
Eef Barzelay lidera la banda de 'alt country' Clem Snide, que ha vuelto a publicar un puñado de buenas canciones reunidas en 'Forever just beyond'
27 enero, 2021 00:00A veces entras en una de las pocas tiendas de discos que quedan en Barcelona en general y en la Barcelona del coronavirus en particular y te llevas una agradable sorpresa. Me sucedió el miércoles pasado en una de las dos sedes de Revolver en la calle Tallers: ¡un nuevo disco de Clem Snide, uno de mis grupos norteamericanos favoritos de los últimos tiempos! Los daba por disueltos a causa de su escaso éxito y las noticias que me llegaban de su líder, Eef Barzelay, no eran precisamente para tirar cohetes: sin grabar y prácticamente sin actuar, el hombre vendía canciones nuevas a sus seguidores más fieles; a cambio de unos pavos, el bueno de Eef te componía un tema solo para ti y te lo enviaba por correo electrónico. Para empeorar un poco más las cosas, su mujer lo había plantado.
Llevo desde el miércoles pasado escuchando a diario Forever just beyond y comprobando que, pese a tanta desgracia acumulada, el señor Barzelay sigue siendo un compositor inspirado y un cantante con una de esas voces que -como la de Nick Drake o la de Eddie Vedder- te llegan al alma y te pueden poner los pelos deliciosamente de punta. Le descubrí a finales de 2003, con el tercer álbum de Clem Snide (el nombre del grupo es el de un personaje recurrente en las novelas de William Burroughs, incluida El almuerzo desnudo), titulado Soft Spot, una maravilla de principio a fin, una serie de canciones preciosas, con gran dominio de los medios tiempos, que podían encuadrarse (o no) dentro del llamado alt country o folk alternativo electrificado.
Recuerdo que le regalé una copia a mi amiga Isabel Coixet y que ambos nos convertimos ipso facto en casi todo el club de fans de Clem Snide en Barcelona. Cuando vinieron a actuar --en un club de la plaza Macià que ya no existe y cuyo nombre he olvidado--, nos unimos a unas dos docenas de personas y nos llevamos un chasco histórico --pese a la inesperada presencia al violín del gran Andrew Bird-- porque el grupo decidió tocar a toda pastilla por motivos que a día de hoy sigo sin comprender: alguien debió de aconsejarles mal (Isabel acabaría conociendo a Barzelay y le sacó una canción preciosa para su película Nadie quiere la noche, tan incomprendida y basureada como los discos de nuestro hombre).
Tras la disolución del grupo por la falta de interés del respetable, Barzelay grabó algunos discos en solitario que tampoco compró nadie (a destacar el magnífico Bitter honey, obra maestra del sentimiento austero interpretada a voz y guitarra pelada). Y me había quedado en las canciones por encargo y el fracaso matrimonial cuando me topé en Revolver con esa pequeña joya que es Forever just beyond, cuya portada ocupa el primer plano de un bebé con una cara de tristeza que tira de espaldas.
Cuando te siguen cuatro gatos, es muy complicado fabricarse una carrera musical. Y no creo que Forever just beyond sirva para ampliar la audiencia del señor Barzelay (es más de lo mismo, en el mejor sentido del concepto). Pero a mí me está alegrando la vida desde hace una semana. No le pido más. Ni a él ni a la triste realidad.