El suicidio y las tendencias suicidas es algo que afecta a más parte de la población de la que uno cree. Los últimos datos revelan que 3.539 fallecimientos en 2018 se quitaron la vida en España de manera voluntaria.
Una de las personas que han sentido esa tentación de querer despedirse de este mundo es uno de los actores de La Casa de papel. Se trata de Miguel Herrán, Río, en la serie.
Pasado macarra
El intérprete ha revelado en una entrevista a Rac1 que, si no fuera por un encuentro casual con Daniel Guzmán una noche de fiesta, su vida no iba nada bien encaminada. “Era el típico niño macarra, medio tonto, que va de listo, que la lía mucho y tenía muchos problemas con la gente”, indica.
“Yo era una persona que no se gustaba así mismo y no estaba contento con lo que hacía, con cómo me comportaba, ni con cómo pensaba, ni cómo trataba a mi familia ni a la gente”, confiesa. Y ni él sabe qué le empujaba a ser así, sólo se daba y las “circunstancias” ayudaban a segura.
"No tenía nada"
Al echar la vista atrás, lo atribuye a que “no tenía herramientas ni para escucharse ni para cambiar. Era todo el rato una desesperación continua”. Simplemente, “continuaba con la vida", una vida con la que no se sentía a gusto.
"No pensaba que llegaría a cumplir los 26 años. No estaba a gusto con la vida. No tenía nada. Absolutamente nada", relata. “Yo era una persona que de joven tenía tendencias suicidas porque no estaba a gusto con mi vida”, sentencia.
El papel de su madre
Uno de los pensamientos recurrentes que le empujaban a ello era su propia conducta, especialmente con su madre admite. “Lo que más me tiraba a quitarme la vida, era pensar: con lo hijo de puta que soy, si por lo menos no estuviera en este mundo no jodería a mi madre”, relata.
Ahora, todo ha cambiado y reconoce que ella es su pilar básico en la vida, ya que ella es su única familia, constata. El momento que le hizo cambiar fue ese encuentro casual con Guzmán que lo llevó a ganar en 2016 el Goya al mejor actor revelación.
Clic definitivo
No fue de la noche a la mañana. Esa madrugada el cineasta le invitó a ir a un cásting y ni él, ni sus amigos, ni su madre se lo tomaron en serio. Fue “con unas pintas horribles” y otra vez incluso se fue a la mitad. “Yo no me lo creía”, revela. Pero a la quinta llamada todo cambió.
"Pensé 'si te lo curras un poquito igual hasta protagonizas la peli'”. Pidió ayuda a su madre, “me lo curré mucho”. También ayudó el apoyo de Daniel y una amenaza de que le arruinaría la vida si seguía con mala actitud. Allí, cortó todos los lazos con amigos, novia e incluso su madre y todo cambió. Tras la película, vino el Goya y mil papeles más, entre ellas el de Río y el de Christian en Élite.