La gran familia del porno cutre
La miniserie británica 'Adult material' aborda los valores familiares en un mundo en el que se supone que no cuentan e ilustra una existencia triste y dolorosa
5 diciembre, 2020 00:00A la hora de tratar el mismo tema, ingleses y norteamericanos suelen aplicarle una lente distinta, ya sea en la literatura o, con mayor frecuencia, en el cine. Puede apreciarse esa diferencia en las películas de gánsteres, donde el difuso glamour que casi siempre destilan las americanas, brilla por su ausencia en las británicas, donde todo es más doméstico, más churroso, más cutre (comparemos los clásicos de Scorsese con estupendas, pero discretas, aportaciones inglesas como Get Carter o The long good Friday). El mundo de la pornografía no constituye una excepción a la regla, y en ese sentido, la entretenida miniserie (cuatro capítulos) de Filmin Adult material se nos presenta como una versión de estar por casa del largometraje de P.T. Anderson Boogie nights. Ambas propuestas nos familiarizan con las interioridades de la industria del porno --la edad de oro en la California de los años 70 en Boogie nights, el porno casero, barato y sin argumento de la actualidad británica, por el que apenas queda gente dispuesta a pagar, en Adult material--, pero la película del señor Anderson --gracias, en parte, a su holgado presupuesto-- ofrecía una visión irónicamente épica que no aparece por ningún lado en la miniserie escrita por Lucy Kirkwood y dirigida por Dawn Shadforth. En Adult material, todos se dedican a lo que se dedican porque de algo hay que comer, nadie es de familia rica y se gana más dinero que haciendo de cajera en un supermercado de la acreditada cadena para pobres Tesco.
Adult material se centra, básicamente, en una mujer y madre de familia, Hayley Burrows, alias Jolene Dollar (la tan eficaz como desconocida en España Hayley Squires), actriz porno que se va haciendo mayor y observa que más le vale ahorrar todo lo que pueda antes de la inevitable patada en el culo que encajará cuando le caigan los cuarenta. El director de sus, digamos, películas, es un gañán que hace cine como podría hacer churros y que atiende por Dave (Phil Daniels, al que no le veíamos el pelo desde que protagonizó en 1979 Quadrophenia, la adaptación cinematográfica de la célebre opera rock de Pete Townsend y los Who). El productor, Carroll Quinn (Rupert Everett), es el único del mundillo que no habla cockney y parece tener estudios, aunque también se enfrenta a la vejez, a la decadencia propia y al hundimiento de una industria sin futuro en la época del gratis total vía Internet. En resumen, estamos ante una pandilla de pobres desgraciados a una mamada de la inanición. Lo más fácil sería reírse de ellos, pero Adult material apuesta por la empatía, por hacernos ver a los seres humanos que hay bajo los tópicos andantes y por ahorrarnos cualquier tipo de moralina. Sí, abundan los descerebrados y los ilusos en el mundo de la pornografía, pero lo que queda de él ya no está en manos de mafiosos rijosos con despachos cutres en el Soho, sino de corporaciones multinacionales para las que el sexo solo es una fuente más de ingresos. Para sus trabajadores, puede que fuesen mejores los tiempos de los mangantes del Soho que vendían cintas guarras de tapadillo a tarados con gabardina.
Adult material es, básicamente, una serie sobre los valores familiares ambientada en un mundo en el que se supone que no cuentan. La pobre Hayley no tiene muchas luces y nunca estudió, pero ha hecho lo que ha podido para sacar adelante a sus tres hijos. Puede que Dave, en algún momento de su aperreada existencia, soñara con dirigir películas de verdad, o que Carroll hubiese querido producir otra clase de cine. Pero lo único que hacen los tres es jugar con las cartas que les ha dado la vida y que no eran gran cosa. Relato costumbrista y reflexión sobre el envejecimiento de unos seres humanos y de la industria que les ha dado de comer, mal que bien, hasta ahora, Adult material es una muestra más de la excelente salud del audiovisual británico en el sector de las miniseries. Parafraseando a Amalia Rodrigues, todo esto existe, todo esto es triste, todo esto es cutre.