El guionista norteamericano Bill Dubuque ha encontrado en el mundo de los contables, gente aparentemente gris y sin muchas posibilidades dramáticas, una mina de oro (o un pozo de petróleo, si lo prefieren). Lo han podido comprobar todos los que siguen su serie Ozark en HBO y quienes descubran, sepultada en el catálogo de Movistar, la película de Gavin O´Connor El contable, que es más bien una película de su guionista, el señor Dubuque. Aunque en Estados Unidos funcionó decentemente en taquilla --motivo por el que el año pasado se rodó una secuela que no sé si llegó a estrenarse o si está almacenada a la espera de que escampe el coronavirus--, en España pasó sin pena ni gloria: me suena que pasó por algunas salas entre el desinterés general, incluido el mío, y si me le tragué hace unos días por televisión fue pensando que solo era otra película de tiros protagonizada por el inexpresivo Ben Affleck y con la que me despediría de una jornada no especialmente memorable (supongo que conocen esa pulsión por el simple entretenimiento que se ceba con nosotros las noches que no tenemos el coco para muchas alegrías intelectuales).

Mientras avanzaba la trama pude comprobar que ésta iba algo más allá de la típica película de acción gracias a un personaje principal francamente insólito: un autista moderadamente funcional que, tras una infancia y adolescencia espantosas, se ha convertido en un contable de elite al que recurre gente peligrosísima a la que le no le salen los números, pero está segura de que alguien les ha estado robando; nuestro contable siempre localiza la fuga y a su responsable, de cuyo destino se desentiende tras cobrar su elevada tarifa. No sabemos como se llama el contable porque utiliza todo tipo de alias. Su única residencia fija es una caravana aparcada en un guardamuebles --y decorada por un Renoir y un Pollock-- a la que se sube en cuanto pintan bastos y hay que cambiar de zona de residencia. Negado para la interacción social --del amor y la amistad ya ni les hablo--, solo albergará sentimientos más o menos humanos cuando conozca a una joven colega (Anna Kendrick) en la empresa del último miserable que ha requerido sus servicios (John Lithgow), pero la cosa no acaba en boda porque, como dijo el torero, lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible.

Desconozco el origen de la obsesión del señor Dubuque con los contables, pero hay que reconocer que les saca mucho partido, como bien saben los enganchados a Ozark, entre los que me cuento y a los que urjo a buscar The acountant en el archivo de Movistar. Yo la dejé para una de esas noches en que el cerebro no me da mucho de sí, pero la habría visto mucho antes de saber que la había escrito el responsable de una serie tan lograda y adictiva como Ozark. Parafraseando a Pedro Navaja, la tele te da sorpresas, sorpresas te da la tele, ay, Dios…

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