La cara más sucia del capitalismo
La serie 'Recursos Inhumanos', protagonizada por Éric Cantona, refleja la miseria de las relaciones laborales con los mayores de cincuenta años
5 septiembre, 2020 00:00Aunque lleva unos años facturando unas novelas, digamos, serias y literarias, de ésas que ganan el Goncourt y concitan el entusiasmo de la crítica, hubo una época, no muy lejana, en que el escritor francés Pierre Lemaitre (París, 1951) se consagraba a la redacción de unos thrillers espléndidos protagonizados por un pequeño gran personaje, el comisario Verhoven, sujeto bajito, prácticamente un enano, que pagó en sus escuetas carnes la costumbre de su madre de fumar como un carretero durante todo su embarazo. Entre 2006 y 2017, el señor Lemaitre publicó cinco novelas del comisario Verhoeven, y en 2010 se permitió una leve salida por la tangente con Cadres noirs (Ejecutivos negros; en España, Recursos inhumanos), una crítica feroz del capitalismo salvaje y de lo que éste es capaz de hacer para incrementar su cuenta de resultados. Cadres noirs se ha convertido recientemente en la serie de Arte, recogida por Netflix, Dérapages, que aquí se presenta con el mismo título que tuvo la novela en su edición española.
Escrita por el propio Lemaitre y dirigida por Ziad Doueiri, Recursos inhumanos relata en seis vibrantes episodios la odisea psíquico-laboral del pobre Alain Delambre (un espléndido Éric Cantona, el único futbolista, junto al británico Vinnie Jones, que disfruta de una carrera audiovisual digna de tal nombre). Delambre fue el director de Recursos Humanos de una empresa hasta que lo echaron por tener más de cincuenta años y lleva los últimos seis malviviendo con trabajos cutres porque nadie contrata ya a gente de su edad para llevar a cabo lo que han demostrado sobradamente que se les da muy bien. En un apartamento a medio restaurar --el cese le pilló en plenas obras, que quedaron interrumpidas--, Delambre lleva una existencia opresiva que amenaza notablemente su estabilidad mental. Un buen día, ¡oh, sorpresa!, es seleccionado por una multinacional para supervisar el fichaje del próximo mandamás de una factoría en Beauvais cuya principal misión consistirá en despedir a más de mil empleados por las bravas. Ignorando que el cargo está otorgado de entrada a la querida de un alto ejecutivo de la empresa y que su presencia se debe al más zafio disimulo, Delambre se verá involucrado en una falsa toma de rehenes llamada a seleccionar al candidato más duro de los que se presentan al cargo. Momento en el que se le irá la olla y su vida tomará un rumbo aún más siniestro del que ya llevaba.
Cantona y su papel honesto
Recursos inhumanos es una metáfora sobre la crueldad del capitalismo de mucho fuste que el espectador avisado (por mí mismo u obedeciendo a su propia intuición) hará bien en no perderse. Huyendo del sermón y dotada de un siniestro y subterráneo sentido del humor, Recursos inhumanos llama la atención sobre la costumbre contemporánea de tirar a la basura a los cincuentones y permite reflexionar sobre algo que, no por sabido, resulta menos sangrante: la mezquindad, codicia y falta de escrúpulos de las grandes empresas a la hora de gestionar sus negocios. En ese sentido, la figura del presidente de la falsa multinacional francesa que aparece en la serie es paradigmática, pues la manera más fiel de describirlo es como un hijo de la gran puta preocupado en exclusiva por su contrato blindado y por la vida padre que se pega arrojando a la miseria a todo el material humano que la compañía considera residuos sobrantes.
El ex futbolista Cantona aguanta la trama él solito en su papel de sujeto honesto, indignado y, ¿para qué negarlo?, con un peligroso punto de fuga que queda clarísimo al final de la miniserie, cuando se muestra capaz, tras conseguir que su mujer le plante y sus hijas no le dirijan la palabra, de recuperarlas a todas mientras se reincorpora a la sociedad en el lugar que le corresponde (perdón por el asomo de spoiler). Como lector entusiasta de la saga Verhoeven, uno agradecería ahora una serie basada en sus novelas, aunque me consta que no sería fácil encontrar a un actor tan bajito como el personaje principal. A bote pronto, solo se me ocurre Joselito, que fue toda una estrella en Francia cuando se le conocía como el Pequeño Ruiseñor. O él o Danny de Vito, aunque habría que doblarlos a ambos.