El analista sobre el terreno
La serie Jack Ryan es trepidante, recorre distintos países, acumula estupendas secuencias de acción y resulta ideal para esas noches en las que uno no tiene ganas de pensar
21 diciembre, 2019 00:00Jack Ryan es un analista de la CIA que, con inusitada frecuencia, abandona la oficina, se presenta donde su país lo necesita y reparte unas hostias como panes. Se lo inventó el escritor norteamericano Tom Clancy -ese señor más bien de derechas que tiene un tanque en el jardín de su casa porque no se conforma con las habituales estatuillas de gnomos- en 1984, en La caza del octubre rojo, primera de una serie de novelas que sigue en activo. El sector audiovisual ha llevado a Ryan al cine en diferentes ocasiones, otorgándole al personaje, sucesivamente, los rostros de Alec Baldwin, Harrison Ford, Ben Affleck y Chris Pine. Para su encarnación televisiva en Amazon Prime, el elegido ha sido John Krasinski -al que descubrimos en la versión estadounidense de la serie británica The office, creada por Ricky Gervais y Stephen Merchant, aunque compartía con ella poco más que el título-, excelente actor de comedia y director de un par de películas que no estaban nada mal.
Las aventuras de Jack Ryan son muy entretenidas, pero no hay que buscar en ellas grandes novedades narrativas. Para entendernos, aquí es todo sota, caballo y rey: una tremenda amenaza se cierne sobre la tierra de los libres y el hogar de los valientes, y el Gobierno, para combatirla, elige siempre al gran Jack Ryan, que en teoría es un analista de despacho clavado a su silla, pero en la práctica -no olvidemos que pasó por el ejército- es un field agent de muchos bemoles. Aunque parece siempre a punto de soltar un chiste, Krasinski se esmera en seguir los pasos del Jack Ryan juvenil que dieron antes que él Affleck y Pine (aunque las mejores películas de la saga son las que protagoniza el maduro Harrison Ford, Juego de patriotas y Peligro inminente). Especialmente satisfactoria para todos los que aún echamos de menos al Jack Bauer de 24, la serie de Amazon constituye un entretenimiento un tanto pueril, pero eficaz, que nos ha servido para tragarnos de sendos tirones las dos temporadas estrenadas hasta la fecha.
Jack Ryan, básicamente, ha venido a este mundo para plantar cara a los enemigos de occidente -como Jack Bauer, el papel que salvó del videoclub a Kiefer Sutherland-, tarea que cumple con una voluntad espartana mientras intenta echarse novia en el ámbito laboral gubernamental. Sus enemigos son los equivalentes contemporáneos del hombre del saco, como el siniestro Suleiman de la primera temporada, sucesor de Osama Bin Laden y más malo que la tiña a causa del trauma infantil causado por unos bombardeos de la aviación americana que se llevaron por delante a su familia. Como los tebeos por entregas o las películas de James Bond, Jack Ryan es asaz trepidante, recorre distintos países, acumula estupendas secuencias de acción y resulta ideal para esas noches en las que uno no tiene ganas de darle mucho al magín y se imponen los gustos de su niño interior.
A mi niño interior le ha gustado mucho Jack Ryan. Y a mí también.