¿Qué hacer tras vencer a la muerte?
Un suave nihilismo flota por todo el metraje de 'Ad Vitam'. ¿Para qué quitarse de en medio cuando podrías vivir para siempre?
1 junio, 2019 00:00Interesante propuesta francesa de ciencia ficción metafísica en el canal Sundance: Ad Vitam, miniserie en seis episodios creada por Thomas Calley, nos muestra un mundo en el que se ha vencido a la muerte y la gente, siguiendo procesos de regeneración que se inician a los treinta años de edad, puede vivir eternamente, conservando el aspecto que tenía en su juventud. Eso sí, no todo el mundo es apto para el tratamiento --creado por unos científicos a partir del estudio de las medusas, proceso que se nos explica muy por encima, probablemente a causa de su inverosimilitud--, y los seres humanos la siguen diñando, aunque en una proporción muy inferior a la habitual. El hallazgo hace muy felices a algunos, pero aburre mortalmente a otros, sobre todo a quienes desempeñan trabajos meramente alimenticios de los que nunca se librarán. Y el tedio no es el único problema: la vida eterna agudiza el problema de la superpoblación y convierte el hecho de tener hijos en una molestia: ¿para qué quiere niños una gente que disfruta de una juventud interminable?
Un sector de la sociedad resulta crucial en todo este embrollo: los menores de treinta años, que caen en masa en un nihilismo que les conduce a la epidemia de ese futuro que se nos retrata en Ad vitam, los suicidios colectivos como forma de protesta ante algo que consideran antinatural. La historia empieza con el hallazgo de varios adolescentes muertos a la orilla del mar --la acción transcurre en una ciudad indeterminada, hecha probablemente de una serie de ciudades de provincias francesas-- y continúa con la investigación llevada a cabo por el inspector Darius (Yvan Attal, actor --y director esporádico-- francés muy conocido en su país, y no tanto fuera de él, donde la famosa es su mujer, Charlotte Gainsbourg), y una chica llamada Christa, que está en contacto con círculos suicidas (Garance Marillier, a la que algunos recordarán por su papel protagonista en la impactante película de Julia Ducourneau Crudo). En un breve papel de seudo hechicera opuesta a la vida eterna encontramos, como agradable propina, a Hanna Schygulla, protagonista de tantas películas alemanas de interés, como algunas del difunto Rainer Werner Fassbinder.
Ad vitam mezcla el thriller con la filosofía de una manera que a algunos les puede parecer pedante o, simplemente, muy francesa, pero el resultado es más que notable en su condición de tesis no resuelta: no se opta aquí por una reivindicación de la vida finita, la de siempre, la que se supone que quiso Dios, sino por abordar los problemas que se nos plantearían si lográramos vivir eternamente. Especialmente ingeniosa me resulta la propuesta de que los jóvenes, rebeldes por definición, ya no se conformen con la música, el sexo y las ganas de incordiar a sus mayores, sino que opten por una insurrección que es una enmienda a la totalidad que les cuesta la vida.
Un suave nihilismo flota por todo el metraje de Ad Vitam. ¿Para qué quitarse de en medio cuando podrías vivir para siempre? ¿Para qué vivir eternamente y ver cómo todo se convierte en una repetición y una rutina que te quitan la alegría de vivir? La respuesta a tan espinosas cuestiones queda en manos del señor espectador, si es que alguien se ha enterado de que esta producción del canal Arte se acaba de emitir en España.